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Por un momento se sintió como si la realidad se ralentizara. Su tía estaba casi congelada en su lugar, mientras que Jihyun volteó a verlo muy despacio, al mismo tiempo que él. La palabra maldición retumbaba en su pequeña cabeza y repentinamente comprendió por qué nunca tuvo el control de su supuesta habilidad; no era un don, era algo que se le había impuesto.

La sola implicación de una maldición hizo que todo le diera vueltas. Nada que fuera considerado malo podía acabar bien, ciertamente no dudaba de ello cuando estaba pensando todo en su cabeza de gato.

—¿Cómo? ¿Una maldición? —Jihyun pronunció la pregunta de su hermano sin darse cuenta.

—¿Realmente nunca escucharon de ello? ¿De la maldición Park?

Al negar con la cabeza, Jiyeon pidió a su hermana que bajara algunas cosas del abuelo; no especificó exactamente qué cosas, pero aparentemente ella lo entendió, porque la escucharon desde arriba diciendo que estaba en ello.

—Asumo que vinieron aquí porque averiguaron que su abuelo podía transformarse en gato, ¿no?

—Lo adiviné tras fijarme en algunas fotos familiares. ¿Podemos hablar con el abuelo?

Unos pasos fuertes lo interrumpieron y al mirar hacia las escaleras, vieron a una muchacha ligeramente menor a Jiyeon bajar con una caja grande en brazos; su cabello castaño claro estaba arreglado en una coleta alta. Era parecida a su hermana mayor, pero no al padre de ambos, de alguna forma. Sus facciones eran más delicadas y agradables, además de que iba ligeramente maquillada.

Jieun bajó la caja en la mesita frente a ellos y estornudó.

—El abuelo falleció ya hace unos años —informó la menor soltando otro estornudo—. Hay demasiado polvo en el ático, Jiyeon.

—Lo limpiaremos luego. Estos son Jihyun y Jimin.

Al fijarse en Jimin, la muchacha ahogó un chillido. Parecía como que no le sorprendiera del todo, pero al mismo tiempo le extrañara ver a uno de sus sobrinos peludo y en cuatro patas. Ella no intentó acercarse y con mucha dificultad logró apartar sus ojos curiosos; Jimin cerró los ojos un momento, se sentía mareado.

—Vinimos porque queríamos pedirle ayuda al abuelo para saber cómo hacer que Jimin cambie de nuevo —explicó Jihyun, ahora un poco menos tranquilo que antes. Estaba sentado en el borde del sofá—. Pero si él ya no está, ¿qué haremos? ¿Jimin va a quedarse así para siempre?

Jimin sintió un sollozo escapársele, pero en su cuerpo animal sonó más bien como si intentara aclararse la garganta. Nadie se fijó en él.

—Nuestro padre ya no está, pero nos dejó todo esto —dijo Jiyeon poniendo una mano sobre la caja—. Tenemos muchos diarios suyos e información que recopiló durante su vida, aunque realmente no es demasiado.

—Para empezar creo que deberían saber de qué trata la maldición —señaló Jieun.

—La historia está en el diario no. 2, si mal no recuerdo.

La mayor de ambas produjo el cuaderno en cuestión del montón apilado en la caja y tras darle algunas palmadas para quitarle el polvo, se rebuscó entre las páginas y comenzó a leer ante sus dos sobrinos que la miraban con total atención. Si Jimin hubiera podido, hasta hubiera tomado notas.

Muchísimos años atrás, probablemente un siglo o dos atrás, la familia Park estaba asentada en un pueblito de Busan, conformada por el señor Park, su mujer y sus cinco hijos. No estaban exactamente muy bien económicamente, pero de alguna forma se las arreglaban para mantener a la familia sana y unida.

Curiosity saved the cat || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora