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Sentado en uno de los escalones de la escalera que llevaba al segundo piso, Jimin escuchó cómo su hermano inventaba una mentira para que su madre no se preocupara por la ausencia de su hijo mayor. Lo oyó hablar de una pelea con Jungkook que resultó en Jimin necesitando tomarse un respiro, sobre un viaje entre viejos amigos de la escuela que duraría al menos algunas semanas.

Pudo ver el rostro de su madre, para nada convencida por la historia que estaba escuchando, pero de todos modos aceptándola y no haciendo demasiadas preguntas.

Con el correr de los días, el semblante de Minjin solo empeoró; se la veía cada vez más preocupada y triste, pero tampoco hacía preguntas a menos de que fuera necesario. Cuando ocurrían esas ocasiones, a Jihyun no le quedaba de otra más que inventar otras excusas, como que Jimin prefirió dejar apagado su teléfono durante el viaje para alejarse completamente de todo y relajarse.

La verdad era que su teléfono había quedado olvidado, seguramente ya sin batería en su habitación. Ninguno de los dos intento ir a buscarlo porque no parecía necesario; en el estado en el que se encontraba no podría utilizarlo de todos modos.

Sus amigos también aparecieron por la casa preguntando por él, primero Seokjin y Hoseok, luego Taehyung; todos escucharon la misma historia barata, ninguno se la creyó. Si no insistieron con el tema o patearon la puerta para entrar a buscar a Jimin, fue simplemente porque el menor de los Park les rogó que confiaran en él, que seguramente les diría la verdad tarde o temprano.

Durante el día, Jimin se ubicaba en algún rincón de la casa donde su madre no pudiera verlo, pensando en absolutamente todo y nada a la vez: la maldición que lo había elegido a él pero no a su hermano, el estado en el que se encontraba por haber sucumbido a su enojo cuando pudo haber estado allí para Jungkook. Jungkook. Mil veces Jungkook, a quien a veces intentaba buscar en su ventana, pero que las mantenía siempre cubriendo la vista su habitación.

En las noches, Jimin prefería dormirse junto a su hermano menor, cuya compañía no lograba realmente calmarlo, pero por lo menos ayudaba a que no se sintiera tan solo y sin esperanzas. A veces sus tías llamaban preguntando por él, pero las noticias nunca eran nuevas: casi dos semanas y todo seguía igual.

Al final de la primera semana no les quedó de otra que decirle a Minjin que Jihyun iba a cuidar al gato de un amigo para que Jimin pudiera moverse por la casa y estar con él incluso con ella presente. Para sorpresa de ambos, su madre no reaccionó como lo hubiera hecho en otro momento con un animal, emocionada y cariñosa, sino que solo lo observó por un momento, su expresión tembló y se marchó al comedor.

—¿Crees que debamos decirle? —murmuró Jihyun lo más despacio que pudo para que ella no lo oyera—. Parece muy triste.

Jimin no movió la cabeza. No tenía la respuesta a la pregunta de su hermano, porque en esa situación, decirle o no decirle tendría el mismo resultado, herirla y preocuparla. Si acaso le contaban que el gato que su hijo menor estaba cuidando era en realidad su hijo mayor, quién sabe qué haría para intentar ayudarlo, si es que se lo creía, claro.

Su hermano pareció entenderlo, pues no insistió ni tampoco dijo nada a la madre de ambos. Si iban a decirle, sería cuando ya estuvieran seguros de que no podían hacer nada para traerlo de vuelta, momento que parecía mucho más cerca de lo que quería admitir. No podía decirle a Jihyun, pero estaba seguro de que él sentía lo mismo: cualquier cambio que esperaban, ya hubiera pasado si iba a pasar.

Para la segunda semana se había acostumbrado tanto a ser un gato y no poder hablar que hasta se encontró a sí mismo con la mente en blanco la mayoría del tiempo. Solo cuando su hermano le dirigía la palabra o recordaba a Jungkook era que de repente su cerebro parecía recordar que aunque estaba en el cuerpo de un cuadrúpedo, seguía siendo humano.

Curiosity saved the cat || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora