18.

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Mark suspiró mientras entraban a su casa, acarreando las maletas con ellos. Acababan de regresar de Jeju, aunque él quería quedarse allí por mucho más tiempo, porque cuando estuvo allí, había sido cómo si ninguno de sus problemas existiera. Ahora que debía volver a Seúl, todos sus problemas volvieron a acecharlo desde que puso un pie fuera del avión.

Aun así, pretendía estar bien, por el bien de Ilayda.

Habían decidido regresar sábado, a pesar de que Yoon Oh regresaría hasta lunes, pero Mark quería asegurarse que todo estuviese en orden para cuando él volviera, y quería estar preparado, por si se le ocurría volver antes.

—Bien, princesa —le habló a la pequeña, quien entró rápidamente a la casa, ya que había extrañado estar allí—, ve a desempacar. Yo iré a ayudarte en un segundo.

—¡Si papi! —respondió obedientemente y corrió escaleras arriba.

Luego que la pequeña desapareciera en el segundo nivel, Mark se volteó hacia Johnny, quien se había quedado tras él, luego de cerrar la puerta. Le sonrió tiernamente y se acercó para tomar sus mejillas suavemente y sonreír de nuevo.

—Gracias por esta semana tan increíble —le dijo con una voz suave y genuinamente feliz. Había sido la mejor semana de su vida, ya que pudo compartir con Ilayda sin ninguna preocupación, y se había divertido con Johnny, en todas las formas posibles. Había sido perfecto, y era la razón primordial por la que no quería volver.

Quería estar más tiempo con Johnny.

—No tienes nada que agradecerme, Mark. Te lo merecías, ambos lo merecían —habló el mayor mientras posaba sus manos sobre las caderas del otro y lo atraía hacia él.

No quería dejar a Mark allí de nuevo, quería tomarlo y reclamarlo como suyo; huir junto a él e Ilayda, lejos de Yoon Oh y sus acciones, para que por fin pudiesen tener la vida que merecían. Amar a Mark como a nadie más sobre la faz de la tierra, y criar a Ilayda junto a él.

Pero sabía que esa probabilidad solo existía en sus sueños.

Mark rió suavemente y se acercó un poco para juntar sus labios en un beso suave y dulce. Johnny felizmente correspondió, atrayendo a Mark incluso más a su cuerpo. Al pelinegro ya no le molestaba que hubiese tanto contacto entre ellos, ya que ya había aceptado el hecho que Johnny era más que un simple amigo. Mucho más.

—Quisiera que te quedaras un poco más —reprochó el menor cuando se separaron, aunque fueron solo un par de centímetros.

—Me encantaría, pero deben descansar, y Yoon Oh podría volver el cualquier momento. Debes tener todo listo —le recordó el castaño y rió cuando recibió un pequeño puchero como protesta—. Pero volveré el lunes a primera hora, lo prometo.

—Bien —respondió Mark de mala gana y volvió a dejar un suave beso en los labios de Johnny antes de despedirse de él.

En tan poco tiempo, ya se había vuelto adicto a los labios de Johnny, que eran tan suaves que quería besarlos por el resto de su vida. Se había vuelto adicto a todo lo que era Johnny, incluso su simple presencia.

Como lo habían supuesto, Yoon Oh volvió el lunes, a medio día. Mark lo esperaba en la sala junto a Ilayda, porque la pequeña había insistido que quería saludar a su padre, porque lo extrañaba. Leía un libro para la pequeña, quien parecía completamente sumida en la lectura, hasta que escuchó la puerta, y se levantó del sillón de un salto, para correr a la puerta.

—¡Papá! —gritó la pequeña, entusiasmada de ver a su padre, y corrió hacia él para abrazar su pierna.

—Hola, princesa. ¿Cómo estás? —le saludó feliz y la alzó en sus brazos, para que la pequeña abrazara su cuello.

Línea de Fuego | JohnMarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora