XXXIV. Hasta aqui

1K 67 12
                                    

Narra Aitana:
—¿Que planteáis que hagamos?—Preguntaba Cepeda desde la esquina de la habitación mientras Agoney intentaba ponerse en pie y Raoul le sujetaba.
—Es que como vayamos a la aventura a ayudarles va ser como un suicidio.—Comentaba el rubio.
Eran las siete de la mañana, Miriam y Roi tenían el teléfono apagado y estábamos poniéndonos muy nerviosos porque no sabíamos con exactitud que es lo que querían de nosotros.
—Pues si ellos hacen daño nosotros lo haremos también.—Decía Agoney que todavía estaba muy tocado por el disparo y apenas se mantenía en pie.
—A lo mejor Agoney tiene razón, podemos armarnos.—Intervino Cepeda.
—Pero que no estamos en una película, no podemos sacar un arma como si fuera una golosina.—Replicó Nerea.
—Pero podemos buscar otras cosas para defendernos que no sean armas de fuego.—Conteste pensando en la gran cantidad de películas que hay de niños que se enfrentan a los malos de la peli con armas caseras.
—Sea lo que sea que hagamos espero que estén vivos.—Suplicaba Raoul después de impedir que Agoney se comiera el suelo.
Pensé en que no estábamos solos, estaba el hermano de Miriam que seguro que no dudaría en ayudarnos.
—¿Pero y si nos ayuda Efrén?—Pregunte mientras todos discutían si ir a ayudar o quedarnos a esperar novedades en el ambiente.
Alfred me miro y asintió.
—Tiene razón, Efrén.
—Pero si pedimos ayuda a su hermano tendremos que contarle todo, como que nos estamos saltando los toques de queda y metiéndonos en casas ajenas sin decir nada a la policía.—Apuntó Cepeda.
—Buah eso es lo de menos ahora, su hermana corre peligro. No creo que nos vaya a preguntar que por qué nos hemos metido en la casa de los pijos del pueblo.—Dijo Amaia y Raoul la fusiló con la mirada.—¡Digo los Vázquez! Eso, los Vázquez.
Agarre a Cepeda y nos dirigimos a la comisaría, que estaba aún llena de gente investigando y de policías que llegaban nuevos para cubrir las bajas. En una de esas vimos a el hermano de Miriam.
—¡Efrén!—Grite para llamarle.
El chico se giró apurado y nos saludó.
—Hola Aitana, lo siento pero tengo cosas importantes que hacer con todo lo que ha pasado.—Dijo alejándose.
Lo agarre y le dije al oído que teníamos que hablar sobre Miriam, entonces le cambió la cara y nos metió en una sala aparte.
—¿Que ha pasado?—Pregunto con cara de preocupación.
Mire a Cepeda porque yo no me atreví a hablarle a Efrén sobre lo que paso. Cepeda se explicó con claridad.
Efren se quedó sin palabras.
—¿Esos cabrones tienen a mi hermana?—Dijo serio.
Yo asentí.
—Preparaos, esta noche a las 8 vamos a ir a buscarla y acabar con estos tíos de una vez por todas.—Dijo mientras nos dejó en la habitación solos.
Cepeda y yo nos miramos.
—Parece que esta noche nos vamos de aventuras...—Dijo Cepeda con la voz cortada.
Estaba claro que Efrén era un tipo duro como su hermana.
—Será mejor que avisemos a los demás.—Dije temblorosa.
En realidad nos habíamos metido en un buen lío, íbamos a cargar directamente contra el enemigo sin saber cuántos eran, quienes eran o si Roi y Miriam estaban a salvo.
Cuando fui abrir la puerta Cepeda me agarro de la mano, nos acercamos hasta que notábamos la respiración del otro.
—A lo mejor no volvemos a vernos después de esta noche...—Decía con voz dulce.
Esbocé una sonrisa.
—¿Piensas morirte esta noche?
—Espero que...
Antes de que terminara la frase le bese, porque quería y porque me apetecía. Puede que fueran los nervios, no lo se exactamente pero no iba a esperar más.

Narra Roi:
Todavía no podía creerme lo que había pasado. Es que no me entraba en la cabeza que Ana me hubiera hecho eso... Bueno, algo bueno es que Miriam había decidido dejar de comportarse como una grulla agresiva conmigo.
Estaba acostada en mi y dormía sin hacer ningún ruido. Involuntariamente se me dibujaba una sonrisa en la cara al verla, era preciosa.
—Royi...—Dijo sin levantar la cabeza unos minutos más tarde.
Royi era el apodo cariñoso que me puso cuando solo éramos unos niños...
—Miriam...—Susurre.
—Tenemos que hacer algo antes de que vengan.—Dijo levantándose.
Mire a mi alrededor. No había nada para escondernos, era un almacén sin mucha cosa.
—¿El que?—Pregunte bostezando.—Total seguro que nos matan antes de que podamos decir sapoconcho.
Miriam me miro entre risas.
—Gracias por tu positividad Royi.—Dijo Miriam irónicamente.
La gallega comenzó a inspeccionar todo pero Mimi no tardó en abrir la puerta.
—¡Buenos días!—Decía enérgica.
—Mira buenos días tu Puta madre.—Contestó Miriam.
—¿Venga Mimi no me jodas somos amigos de toda la vida y nos vas a tener aquí encerrados?—Pregunte desesperado.
Es que todo era muy extraño, Mimi era una tía que conocía desde hace mucho, y que del día a la mañana coja y nos encierre en un almacén amenazándonos de muerte pues no molaba.
—Ya lo se Roi Méndez, te conocí cuando llevabas ese estupido aparato en Quinto, ¿te acuerdas?—Dijo riéndose.
Miriam también se rió.
—Bueno menos risas y más trabajar.
Juan Antonio y Thalía vinieron y nos esposaron. Se me hacía raro ver a Thalía ahí, parecía que estaba por obligación porque estaba muy asustada. Nos llevaron a una zona del barrio que no conocíamos.
—¿Que tal las notas?—Preguntaba Mimi.
Miriam vaciló.
—¿Vas en serio?—Pregunte.
—¿Por que iba a estar de broma?—Replicó Mimi mientras hacía el tonto con Juan Antonio.
—Pues ahí aprobando...
—¿Como apruebas tanto Roi Méndez?—Decía Mimi acercándose a mi.
—Porque en vez de fumarme los deberes me lo estudio.—Conteste y Miriam se rió en alto.
Seguimos caminando y nos volvieron a llevar a un edificio, empezaban a aparecer pequeños grupos de chavales alrededor de hogueras que nos miraban con desconfianza.
—¿A donde nos lleváis?—Pregunte cuando paramos en una especie de bar.
—A pasar el tiempo hasta que venga el señor Vázquez.—Decía Mimi con naturalidad.
Y en efecto, pasamos todo el día yendo de un lado a otro con Mimi. Miriam y ella se dedicaban a meterse la una con la otra y yo a observarlas. De vez en cuando algún mafioso de estos empezaba a hablar con nosotros sin previo aviso, y así hasta que a las 7 y media nos encontramos cara a cara con el padre de Raoul.
Era un rostro rubio y pálido. Estábamos muy acostumbrados a hablar de él pero no a verle cara a cara.
—Tenía ganas de ver a los chicos que están molestando tanto últimamente en mis negocios.—Dijo mirándonos de arriba abajo.
Ni Miriam ni yo nos atrevimos a hablarle.
—No sabia que la pequeña Rodríguez era tan aventurera.
Miriam prestó atención cuando mencionó su apellido.
—¿Como está mama?—Pregunto.
En ese momento me llené de rabia, ¿Como tenía narices a mencionar a su madre delante de ella?
Miriam no le contestó y le miro con cara desafiante por mucho que la dolieran sus palabras.
—Déjala ya, ¿que cojones quieres de nosotros?—Pregunte furioso. Si no estuviera con las esposas le atravesaba la cara.
El señor Vázquez rió.
—Os voy a ser directo chavales.—Dijo examinando a Miriam muy de cerca.—Os voy a pedir un favor, es sencillo. O lo hacéis u os meto un balazo en la cabeza a los dos y me da igual lo que tengas con mi hijo.—Añadió cogiendo a Miriam por la barbilla.
Me pareció innecesario meter a Alvaro en la conversación.
—¿El que?
—Vais a convencer a vuestro querido profesor de música para que quede en un punto exacto del pueblo.
¿Se refería a Manu?¿Que tenía que ver Manu con todo esto?
—¿Se ve que no sabéis quien es realmente vuestro Manu Guixx eh?—Pregunto dando vueltas a nuestro alrededor.
Trague saliva.
—Vuestro querido profesor antes trabajaba para mi.
Miriam vaciló y el señor Vázquez asintió.
—Si chica, trabajaba para nosotros pero nos traicionó. ¿Y sabéis lo que pasa con los traidores?
Los dos negamos y el padre de Raoul se pasó un dedo por el cuello.
—Ni de coña vamos a ayudarte con eso.—Dije pensando en alto.
—¿Seguro?—Me pregunto.
—Si.—Añadió Miriam.
Mimi y Juan Antonio avanzaron hacia nosotros,  agarraron a Miriam y la obligaron a arrodillarse.
El cuerpo me empezó a temblar.
—¿Que dices ahora?—Volvió a preguntar el señor Vázquez.
Intente quitarme las esposas y di en la cabeza a Juan Antonio.
—NO LA TOQUÉIS.—Dije al borde del llanto.
Miriam estaba pálida con una pistola apuntando a su cabeza.
El señor Vázquez se dedicó a reírse de la escena.
—¡Roi joder estate quieto, a ti no te va a matar!—Gritaba la gallega como podía.
Mire al padre de Raoul y asintió.
—Tu padre está metido en mi campaña. Los Méndez apoyan a el partido García, no puedo matar a su hijo.—Apartó su vista de mi y se centró en Miriam.—Pero a ti, si. Toda tu familia y tú sois unos revolucionarios de mierda.
Vazquez empezó a denigrar a Miriam y yo ya no podía aguantar. De repente note como alguien me quitaba las esposas poco a poco... Era Thalia.
Susurre un gracias y me acerqué a Juan Antonio, que estaba recuperándose del golpe de antes pero no le di tiempo y le arrebaté la pistola como pude, agarrándole del cuello como si fuera un rehén y apuntándole a la cabeza. Como era de esperar Mimi hizo lo mismo pero con Miriam, que estaba al borde del llanto.
—Ey gallego, ¿quieres que le reviente el cráneo a tu novia?—Decía en un tono burlesco.
Yo no iba hacerle nada a Juan Antonio, pero tenía que aparentar.
—Lo mismo digo.
—Todos los que estaban alrededor se rieron de mí.
—¿Crees que nos importa?—Reía el señor Vázquez.
Juan Antonio estaba intentado articular unas palabras pero estaba cagado de miedo.
—Se acabo el juego Méndez.—Mimi apretó el cuello de Miriam y escuche como se quejaba.—Esto termina aquí.
Colocó la pistola en la cabeza de la gallega.
Cerré los ojos.
Apretó el gatillo.
Se escuchó el silbido de la pistola y un grito.
—¡Buah pues ahora mismo!—Dijo la voz de una pamplonesa detrás mía.

Siento subir capítulo a las 3 de la mañana pero se me olvidó subir antes ahre :v
¿Que os esta pareciendo la historia?

Esto Acaba De Empezar. OT2017🎵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora