Capítulo 25

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-Raúl, bájate de la silla.

-No puedo soportarlo más. -dijo en tono dramático.- Adiós mundo cruel.

Dylan y yo nos separamos y miramos divertidos la escena. Raúl estaba subido una silla que había traído desde la cocina y la colocó junto al largo sofá.

-Si hubieras sido tú, -susurró Dylan en mi oído, haciendo que se me erizara la piel por el contacto de su aliento contra mi cuello.- te habrías caído nada más subirte a la silla. 

Lo miré ofendida.

-No soy tan torpe, ¿sabes? -me crucé de brazos y él solo soltó una carcajada.

-Ven aquí ahora mismo. No lo vuelvo a repetir. -escuché decir a Verónica en un tono amenazador.-¿Me estás escuchando, Raúl? Si te caes de verdad no te pienso ayudar. 

-Demuéstramelo. -Dylan levantó una ceja.

Giré sobre mis talones y caminé decidida hasta la silla. Levanté la cabeza y miré a Raúl.

-¿Saltas ya o te tiro? 

-¿Qué?

Le di un pequeño empujón para que cayera sobre el cómodo sofá y me dispuse a poner una pierna sobre la silla.

-¡Bruta! -me gritó Raúl.- Con decirme que me bajara tenías.

Verónica estampó su mano contra la frente.

Me impulsé con el pie que estaba sobre el suelo y terminé de subirme a la silla.

-¿Lo ves? -estiré mis brazos y miré a Dylan.

Él negó con la cabeza y rió.

-Cada día me sorprendes más.

-Sum, baja de ahí. -me advirtió Verónica.- No necesitas otra cicatriz más.

Miré hacia abajo y sentí como me mareé un poco, por lo que volví a levantarla y me quedé quieta.

Raúl se levantó del sillón y se puso a mi lado. Pensé que me iba a decir que me ayudaba a bajar, pero por lo visto tenía otra cosa en mente.

-¿Bajas ya o te tiro? -me imitó.

Abrí mis ojos lo más que pude, ya que me aterraba caer en lo que no fuera el sofá. Miré a Verónica pidiendo ayuda, pero ella solo se encontraba mirándonos con una sonrisa burlona. Entonces hice una nota mental para decirle que era una mala mejor amiga por no hacer nada.

Sentí Raúl colocar sus manos en mi muslo y apreté mis ojos con fuerza.

-Espera, ya la bajo yo. -habló Dylan, quizás salvándome de una caída algo ridícula.

Abrí mis ojos y suspiré aliviada.

-¡Ay, Summer! ¿¡Qué haces ahí arriba!? -gritó mi madre con unas cuantas bolsas en las manos. Detrás de ella venía mi tío Erick, con su cara tranquila de siempre, dejando sus bolsas en el suelo para cerrar la puerta.

El grito de mi madre me sobresaltó tanto que me desequilibré, pero antes de moverme ni un centímetro, las manos de Dylan se posaron en mi cadera y me atrajeron hacia él. Cerré mis ojos y los abrí al sentir como mi cuerpo era pegado al suyo y mis pies tocaron el suelo, lindo suelo. Conecté mis ojos con los suyos

-¿¡Querías matarte!? -la histeria de mi madre volvió a asustarme y di un brinco, aferrando mis manos a la espalda de O'Brien. Este se rió por mi acto y apretó disimuladamente mi cintura. 

Me aparté rápidamente porque no quería levantar sospechas y fui corriendo hacia donde estaba mi querida y para nada protectora madre.

-Hola mami. -dije con voz calmada.

Las pesadillas se convierten en sueños [Dylan O'Brien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora