Capítulo 27

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Después del intento fallido de convencer a Raúl para que me dejara quedarme con Dylan en la misma habitación, acabé escogiendo a Verónica.

-Perfecto. Entonces Elisa duerme conmigo y Dylan con Santi.

-¿Quién dice que quiera dormir contigo? -habló molesta.

Tal vez cuando estaban intentando convencer a Raúl, él ignoró cada palabra que le decía Elisa. Solo tal vez.

-Es eso o el sofá. -chantajeó Raúl.

Pero mi amiga no respondió. Salió sin decir palabra de la habitación y dos segundos después se escuchó como se cerraba una puerta de las habitaciones.

-Creo que es a ti al que acaban de mandar al sillón. -se burló Santi.

-Karma... -canturreó Verónica.

-Voy a ver si me abre. -dio un suspiro y se fue.

-¿Tienes hambre? -le preguntó Santiago a mi amiga.

-Siempre.

-¿Me ayudas a hacer la cena?

-Solo si hacemos lo que yo quiera.

Hizo como que se lo pensó y luego habló.

-De acuerdo.

Ambos salieron de la habitación, como si se conocieran de toda la vida.

-Creo que se llevan bien. -susurró Dylan.

-Yo quería dormir contigo. -me pegué a él.- No es justo que Raúl se crea mi padre.

-Es normal que desconfíe. Ya hace bastante no diciéndoselo a nuestros padres.

Di un suspiro.

-Ya me había acostumbrado a abrazarte que creo que me va a costar dormir sin ti. -solté una pequeña risa.


Luego de darnos un par de besos y abrazos más, Dylan se fue a su nueva habitación porque ambos teníamos que colocar nuestra ropa en los gigantescos armarios.

Como siempre, él fue más rápido que yo y cuando estaba guardando las camisas en un cajón, se puso detrás mía y yo me asusté. Algo raro en mí, ¿no?

Ahora está sentando en la cama, con un poco de sangre en su nariz por el cabezazo que le había dado sin querer.

-Uno intenta ser romántico y le dan en la nariz.

-Lo siento... -dije por quinta vez en un susurro.- ¿Necesitas algo más?

-No... -bajó su brazo que sostenía un cacho de papel para parar la sangre.- Creo que ya no sangra. -dijo restándole importancia.

-No estás molesto conmigo, ¿verdad?

Él negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa en su rostro.

En el silencio que se había formado, se oyó rugir a mi estómago, y ahí fue cuando me di cuenta de que probablemente todos estarían cenando ya.

-¿Bajamos a comer? -pregunté tocándome la barriga.

-Puedes comerme a mí. -Se encogió de hombros y se señaló.

-Me encantaría... -me acerqué a él y rocé mis labios con los suyos.- Pero estoy hambrienta. -me giré y salí de la habitación lo más rápido que pude.

Eché un vistazo atrás  y lo vi saliendo con una sonrisa pícara en su cara.

-¡Summer, ven aquí y arregla lo que has hecho! -oí su voz más cerca.

Las pesadillas se convierten en sueños [Dylan O'Brien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora