Capítulo 6. Neishah (II)

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Siguiendo las instrucciones de Rasshul, no tardó mucho tiempo en dar con el túnel ni en divisar la pequeña ventana. Aunque se sentía débil y las manos le temblaban, reunió las fuerzas para trepar hasta ella. El sol brillaba en el exterior y la cegó por completo durante unos momentos al abrir la portezuela, pero no se detuvo hasta encontrarse al aire libre. Mantuvo los ojos cerrados durante unos segundos más, dispuesta a iniciar la carrera hacia el bosque. Respiró profundamente varias veces hasta que logró abrir sus ojos a la luz del día. Entonces, el corazón se le detuvo en el pecho y la impresión la obligó a lanzar un grito ahogado y a dar un salto hacia atrás. Daqhan se encontraba frente a ella con una cínica sonrisa y una fusta en la mano. De inmediato, sintió el intenso dolor de un latigazo que le cruzó el cuerpo.

—¿Pensabas que ibas a reírte de mí? Ya no se puede confiar en los sirvientes.

Mientras intentaba recuperarse del dolor, Shakbaah recibió un segundo azote que la hizo caer de rodillas, seguido por un fuerte impacto en las costillas.

—¿Sabes qué voy a hacer? Te voy a marcar como tú me marcaste.

Antes de que pudiera reaccionar, la joven sintió el latigazo en la mejilla e instintivamente se cubrió la cara con las manos, pero el dolor era tan agudo que por un instante perdió el mundo de vista. La fusta siguió cayendo sobre su espalda mientras permanecía de rodillas en el suelo con la cara entre las manos, la sangre resbalándole entre los dedos. Al principio logró contenerse, pero a medida que los golpes continuaban su garganta empezó a proferir penetrantes lamentos. Los azotes no se detuvieron, sino que siguieron y siguieron hasta que dejó de gritar y de moverse.

Rasshul había salido de la casa y observaba horrorizado el espectáculo.

—¡Viejo traidor! —le reclamó Daqhan—. Luego me encargaré de ti. Ahora enciérrala hasta que muera o déjala ahí, no creo que sobreviva. Poco me importa ya.

El viejo se acercó a la joven, que yacía en el suelo cubierta de sangre. Intentó moverla, pero fue inútil.

—Niña, niña —le susurró con el temor de que la vida la hubiera ya abandonado.

Rasshul advirtió, no obstante, que aún respiraba. Sabía que era necesario actuar con rapidez o no sobreviviría, pero su esbelto cuerpo era demasiado pesado para que un viejo lo pudiera mover, así que se dirigió con rapidez a la casa en busca de algo que le sirviera de camilla. No tardó mucho tiempo en regresar con una improvisada litera constituida con sábanas y unas gruesas ramas, pero para su asombro, el cuerpo de la muchacha no se encontraba ya en el lugar en el que lo había dejado. El viejo sirviente dudó unos segundos y pensó que su mente estaba desvariando o que había equivocado el punto en el que la joven yacía medio muerta. No creía posible que hubiera podido moverse por sí sola en aquel estado. Se le ocurrió que tal vez el monstruo de su amo había regresado a por ella, lo cual le causó un gran pesar. De todas formas, la buscó por los alrededores de la casa durante largo rato hasta que al fin desistió.

*

—¿Qué ha ocurrido? ¿Qué eran esos gritos? —interrogó Neishah a su captor con frenéticos ademanes.

—Tranquilízate, mujer, no tienes de qué preocuparte —respondió Daqhan con una media sonrisa que Neishah había aprendido a despreciar intensamente.

—¿Le has hecho algo a mi hija? ¡Dime la verdad!

El soldado de Sol se acercó a ella con expresión de fastidio, pero sin perder su aparente calma.

—Te dije que tu hija estaba bien y has visto que es cierto. Ahora te digo que, si quieres que siga así, te comportes como una amante y dócil esposa. Tienes una hermosa casa con un sirviente a tu disposición, y un hombre joven y fuerte como marido. Muchas mujeres serían muy felices con eso.

Neishah no podía creer que la vida la hubiera puesto en una situación tan espantosa. Cada noche, durante las breves horas en las que la plateada luz reinaba, y mientras Daqhan dormía a su lado, la mujer de Luna trataba de imaginar que vivía aún en la cabaña con sus dos hijos, como si sintiera que al desearlo con tanta fuerza podía hacer desaparecer su fatídica realidad, pero en cuanto el sol hacía su aparición y el soldado se alzaba con nueva energía, su castillo de naipes se venía de nuevo abajo, sumiéndola en otro deprimente día de encierro y desesperación.

En aquella ocasión, como en tantas otras, Neishah bajó la cabeza ante las palabras de Daqhan y se limitó a desear en su interior que su hija se encontrara bien, donde fuera que aquel desalmando la retenía.

*

El espeso bosque aparecía como un nebuloso y amenazante ejército de árboles a su alrededor, pero Shakbaah no se detuvo. Sabía que aquélla era la única oportunidad que tendría de alejarse del lugar, aunque en su interior, un dolor aún más penetrante que el de su propio cuerpo la consumía. Dejar a su madre en manos de aquel bárbaro la hacía sentir insensible y egoísta, pero en el fondo entendía que Rasshul tenía razón. Si ella moría, también su madre estaría condenada para siempre.

De alguna forma había logrado arrastrarse hasta ser cubierta por la abundante vegetación que rodeaba la casa. A pesar de que el inconcebible suplicio que atormentaba todos sus miembros le impedía razonar con claridad, un único pensamiento la impulsaba a seguir avanzando, reptando por aquel bosque desconocido y más denso que ninguno que hubiera atravesado antes: regresar a por su madre. Regresar.


Shaktarha, de Luna y de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora