Capítulo 7. Jaqhdir (I)

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La noche te guiará más allá de este bosque. Esa luna que amas será tu faro, como yo lo fui una vez. Me pides que te ayude a ser fuerte, pero yo siempre supe que serías más fuerte que yo. Lo vi desde la primera noche en la profundidad de tus ojos. En un futuro entenderás la magnitud de tu destino y cuando mires atrás comprenderás que todo era necesario. Tu camino no será fácil, Shakbaah, nunca lo ha sido, pero no es posible apreciar la paz si no se ha conocido antes la ira. Sólo quien ha experimentado la más absoluta desesperación podrá ser consciente de la belleza que reina en el sosiego. Sé que no te rendirás porque conozco tu esencia mejor que tú misma.

Ahora debes confiar en la mirada de aquél al que una vez ayudaste.

Shakbaah abrió lentamente los ojos en la semioscuridad que la rodeaba y encontró una intensa mirada que le era familiar. El felino se encontraba sentado frente a ella y parecía velar su agitado sueño.

—Zykbar —murmuró la joven—. Has crecido...

Después, volvió a cerrar sus cansados ojos. Las palabras de su padre, que ella misma había invocado, sonaban todavía en su interior. Sé que no te rendirás porque conozco tu esencia mejor que tú misma.

Se había escondido entre la abundante maleza, arrastrándose durante horas sin fin, hasta que imaginó estar lo bastante lejos de la casa de Daqhan. Durante ese tiempo, su mente se había dirigido sin cesar a una sola persona: Padre, ayúdame, dame fuerzas para seguir, dame vida y valor para volver. Luego, sin poder resistir más, se dejó caer en un febril sueño.

Shakbaah tenía sólo veinticuatro estaciones la noche en que unos hombres trajeron a su padre sin vida y lo depositaron a las puertas de su casa. Su madre no la dejó ver el cuerpo más de unos segundos, pero no había olvidado las numerosas heridas y golpes que mostraba ni la sangre que cubría casi por completo su desfigurado rostro hasta el punto de quedar prácticamente irreconocible. Neishah le explicó después que los aldeanos lo habían encontrado muerto en el camino y nunca averiguaron lo que había ocurrido en realidad. De cualquier forma, la causa parecía demasiado evidente. Un hombre de Sol que había tomado como esposa a una mujer de Luna era algo inaceptable que levantaba odios irracionales.

Jaqhdir había decidido instalarse en la Región de Luna junto con su mujer y su hija, aun cuando la presencia del soldado de Sol en el lugar les causaba demasiados problemas. Los lugareños evitaban a la extraña pareja, sin precedentes en su recuerdo, y trataban a Neishah con frialdad y desprecio por haberse dejado embaucar por aquel extranjero de piel oscura. Al mismo tiempo, los niños de la aldea hostigaban continuamente a la pequeña Shakbaah a causa de su peculiar aspecto, quien empezó a desarrollar un espíritu combativo y acababa involucrada con frecuencia en peleas y disputas. Finalmente, y después de numerosos conflictos, Jaqhdir terminó por encontrar la muerte.

Los gritos de su madre, cuando su padre fue arrojado frente a su casa como si se tratara de cualquier animal vagabundo, habían quedado grabados por siempre en la memoria de la niña. Muchas veces durante su infancia los había revivido en sueños o incluso despierta. También en aquellos momentos, mientras yacía entre los altos matorrales del bosque de Sol, la voz de su madre pareció alcanzarla como un rayo y abrió los ojos de nuevo. Una vez más, descubrió la presencia de Zykbar junto a ella. Al parecer, el gato había ido de caza y había colocado a su lado una pequeña ave sin vida.

—¿Ahora tú me alimentas a mí? —preguntó la joven en un susurro.

Después vio cómo el animal se alejaba de ella para trepar a un árbol. Shakbaah observó al pobre pájaro inerte a su lado, y aunque agradecía las atenciones de Zykbar, se sentía incapaz de comer nada y menos a aquella desafortunada criatura. Sabía que necesitaba recobrar fuerzas, sin embargo, su estómago se rebelaba ante la idea de cualquier alimento. También era consciente de que si permanecía allí, dormitando febrilmente, acabaría por morir o sería devorada por alguna fiera. Era necesario seguir avanzando, a pesar de que el dolor que sentía en todo su cuerpo era insoportable. Rodó sobre sí misma para darse la vuelta y trató de levantarse sobre sus rodillas con un esfuerzo sobrehumano. Tenía que conseguir ponerse en pie. La acción le llevó varios minutos y cuando lo logró se apoyó contra un árbol a causa del mareo que la invadió. Seguir avanzando, seguir avanzando, se repitió para infundirse ánimos.

*

—Rasshul, espera —pidió Neishah al sirviente cuando éste le trajo la acostumbrada bandeja con el almuerzo—. Sólo en ti confío, dime la verdad.

El anciano tragó saliva antes de responder:

—¿Qué desea saber mi señora?

—Sé que oí gritar a mi hija, no estoy loca. Dime qué ocurrió, dime que ella está bien.

Rasshul desvió la mirada. La verdad era que también él deseaba saber qué había sido de la joven y si estaba viva o muerta.

—La niña estará bien, señora, no hay que preocuparse.

Neishah percibió el titubeo en la voz del anciano y enseguida sintió un nudo en la garganta.

—¿Estará? ¿Qué quieres decir? —insistió agitando sus temblorosas manos.

El sirviente trató de mostrarse tranquilo, aunque la situación de aquella mujer le causaba gran angustia.

—Mi amo desea que la señora descanse y se tranquilice. No hay razón para mortificarse —dijo para intentar calmar a la desconsolada madre.

—Por favor, Rasshul, apiádate de mí —continuó Neishah, y cayó a los pies del hombre entre sollozos.

Con gran desaliento, el sirviente intentó convencer a la mujer de que se alzara, pero no se atrevió a tocarla.

—Es mejor seguir las instrucciones del amo. No puedo ayudar en nada más.

Después de insistir durante un rato, Neishah entendió que no obtendría más respuestas de aquel hombre, pero estaba segura de que algo terrible le había ocurrido a Shakbaah. Desde que había oído sus gritos sentía una presión en el pecho que no la dejaba respirar. Por un momento, pensó en escapar de la estancia en la que permanecía encerrada y correr hacia el sótano donde había oído que su hija estaba presa, pero Daqhan le había repetido un sinfín de veces que cualquier rebeldía por su parte tendría terribles consecuencias para las dos.

A pesar de lo que había sufrido a causa de su amor por Jaqhdir, y después con su muerte y la aislada vida que había llevado junto a sus hijos en aquella cabaña, la mujer de Luna se daba cuenta de que nunca había sentido un dolor tan grande como el que la había inundado ante la pérdida de Ayan. La idea de perder también a Shakbaah, hija de Jaqhdir, era más de lo que su mente y corazón podían soportar.

Cuando Rasshul la dejó sola, Neishah se derrumbó sin fuerzas sobre la cama de su grande y desolada habitación. Shakbaah, susurró, Jaqhdir...

En sus sueños se perfilaron los rasgos del hombre al que tanto había amado. Revivió el miedo que al principio había sentido hacia ellos y la forma en que el temor se había ido transformando en una devoción que le robó el ser de la forma más maravillosa que podía concebir. Un mundo en contra no fue suficiente para detenerla, para detenerlos. En aquel tiempo, el amor que sentía la hacía fuerte para enfrentar cualquier amenaza, y ahora... Ahora sólo sé rogar a los pies de este monstruo que me retiene. Perdóname, Jaqhdir... Podía verlo de nuevo ante ella, como la primera noche en que el escuadrón de Sol había atravesado su aldea en dirección hacia Shakhak. Custodiaban a su rey en una visita a la Región de Luna. Sólo unas horas habían permanecido allí, pero habían sido suficientes para el cruce de miradas y el latir de corazones desconocidos. ¿Por qué había vuelto después a buscarla? Sabían que su amor no tenía salida, pero eran jóvenes y creían en él más que en ninguna otra cosa. Y los dioses les habían respondido con un milagro al que habían llamado Shakbaah. En sueños o pensamientos, aquellos recuerdos eran lo único que la mantenía ya con vida.

Shaktarha, de Luna y de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora