Capítulo 10. Yirsheruq (I)

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Fiera del bosque, relaja tus sentidos, para que puedas leer la historia que recorre tus pensamientos, y entiendas lo que fue y lo que habrá de ser. Tu sino te llevó hasta ese paraje olvidado por ambos mundos para que sus brazos te sostuvieran y te alimentaran. Y ya nunca la abandonarás. Eres el guía escogido para acompañar sus pasos, y esperarás, como yo he esperado, todo el tiempo necesario. La guiaremos juntos hasta esta dimensión desapercibida para todos donde la luz y la oscuridad se funden en un solo sentimiento. Aquí empezará a aprender la verdad de su camino.

*

En unas pocas noches había recorrido los inexistentes senderos que sólo algunos podían imaginar en aquellos frondosos bosques. Con gran agilidad, avanzaba sin dudar entre árboles y matorrales, trepaba por ellos, se arrojaba hábilmente sobre sus pequeños habitantes nocturnos, que intentaban huir aterrorizados. Sus veloces pasos lo habían conducido hacia recónditas espesuras desconocidas para los seres humanos y se había encaramado sobre árboles tan altos que permitían a su aguda mirada divisar un amplio perímetro que abarcaba algunas aldeas situadas en puntos muy distantes.

También había estado en los alrededores de la gran ciudad de Luna. Había visto a varios hombres transportar a su joven amiga durante muchas noches hasta llevarla al interior de aquellos muros y había entendido que sus caminos debían separarse durante un tiempo, de forma que se había adentrado cada vez más en los bosques hasta encontrar un paraje singular, diferente, envuelto en un aura de mística belleza que no pasaba desapercibida a su natural sagacidad. Allí había esperado, noche tras noche, que algo ocurriera. Echado entre los árboles o apostado detrás ellos, había observado con paciencia el devenir nocturno al acecho de algo desconocido que sin duda iba a suceder.

Y sucedió. Sucedió tras una oscura noche, en el momento en que el alba empezaba a desterrar las sombras. No fue una voz humana, sino un mensaje silencioso que su mente felina pudo percibir. Estaba impregnado en el aire, tatuado en los colores del amanecer. Era algo que ya conocía y había, de hecho, esperado, pero ahora llegaba a él con total claridad, como la fuente de la que procedía. Se dejó llevar hasta el valle rodeado de montañas que no pertenecía a Sol ni a Luna y donde el día y la noche tenían la misma duración.

*

Casa de Daqhan, Jumolazeq, Región de Sol

—No tenías derecho a divulgarlo. ¡Es asunto mío y de nadie más! —gritó el soldado, golpeando la mesa con el puño.

Arún le ofreció una cínica sonrisa que sólo logró alterarlo más.

—Le das demasiada importancia a este asunto. Además, pensé que te cansarías de ella pronto.

Rasshul se acercó cojeando a los dos hombres y dejó una jarra con vino sobre la mesa.

—Ten cuidado, Arún, mira lo que les pasa a los que se atreven a desafiarme —amenazó Daqhan con una rápida mirada al sirviente.

Arún soltó una sonora carcajada.

—¡Por Ruq! Yo no soy un esclavo decrépito. ¿Pretendes asustarme? —exclamó, y volvió a reír.

—Te estoy advirtiendo que no te metas en mis asuntos.

—Tranquilízate, hombre —respondió Arún mientras volvía a llenar su vaso—. ¿Ya has olvidado que en algún momento necesitaste mi ayuda para esos asuntos?

—Y me parece que sacaste algún beneficio de ello, ¿o no?

Arún rio una vez más.

—Por cierto, explícame entonces qué ha sido de la muchacha.

Shaktarha, de Luna y de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora