Qermaruq, Región de Sol
Jyamara observó el retrato de los dos que Yirsheruq le había regalado. Durante varios días habían posado para el pintor que el príncipe había hecho venir a su habitación para que los inmortalizara juntos como si de una pareja establecida se tratara. Aquella proximidad asustaba de alguna forma a la bella joven, aun cuando se daba perfecta cuenta de que se trataba de un hombre de sangre real.
No eran pocos los presentes que el príncipe le había ofrecido durante aquellos días en que se habían visto con una frecuencia casi abrumadora. Tampoco era que Yirsheruq le desagradara. En realidad, era bastante apuesto y muy atento con ella, pero había empezado a dudar si le atraía más el hombre o el príncipe, y con cada encuentro se convencía más de que la respuesta se decantaba hacia su sangre. O al menos eso era lo que se repetía a sí misma una y otra vez, porque Jyamara se atenía a una regla personal muy estricta: no enamorarse en ningún caso. Sólo en una ocasión había estado a punto de romperla y se había jurado no volver a hacerlo nunca. Dada su forma de vida, no podía permitirse ese tipo de sufrimiento. Sabía que los hombres ricos nunca la tomarían en serio y los de su clase no podían ofrecerle los pequeños lujos a los que se había acostumbrado. No era una soñadora ni tampoco tenía intención de cambiar su manera de vivir, por lo menos mientras le quedara juventud para disfrutar su belleza con quien se le antojara. Prefería no pensar demasiado en el futuro.
El príncipe Yirsheruq tenía fama de ser poco constante. Como todos en la región, ella también había oído hablar de sus cacerías y de sus numerosas mujeres, que eran para él sólo otro tipo de cacería, y por eso sabía que debía hacer buen uso de sus encantos si quería retenerlo durante más tiempo que sus rivales sin llegar a perder la libertad que tanto amaba. Era perfectamente consciente de lo que tenía que hacer.
La hermosa mujer de Sol dejó el retrato a un lado y se miró al espejo. Le encantaban los espejos, que siempre le devolvían aquella bella imagen. Su aspecto era un regalo de Ruq que ella sabía apreciar bien y que debía aprovechar antes de que los años se sucedieran y empezaran a marchitarlo. Sonrió mientras daba una vuelta frente al espejo y observaba el magnífico vestido de brillante hilo azul que el príncipe le había obsequiado en su última visita. Lo cierto era que la bonita prenda hacía resaltar todavía más su esbelta figura. Se contempló a sí misma con satisfacción durante un tiempo y después, dejando el vestido sobre la cama, cambió su atuendo por uno más cómodo. Sabía que Yirsheruq no tardaría mucho en aparecer con algún otro regalo y la intención de pasar la noche con ella. Le había incluso reservado una habitación indefinidamente en aquella fonda para tenerla siempre a su disposición. Sin embargo, Jyamara estaba segura de que tantas facilidades acabarían por cansar al príncipe muy pronto, y por eso decidió que aquella noche, cuando Yirsheruq viniera a buscarla, iba a encontrar la habitación vacía.
*
Bosques de la Región de Luna
Shakbaah sintió que sus piernas empezaban a ceder y que en cualquier momento iba a perder el equilibrio y caer. La posición que debía adoptar para adaptarse a la estatura de la doctora estaba resultando demasiado agotadora. Se le ocurrió que tal vez sería más fácil llevarla en brazos, pero dudaba de sus fuerzas. Se detuvo un momento para intentar recobrarse. Kyalen abrió entonces sus ojos negros.
—Shakbaah —musitó con voz casi inaudible—. Déjame aquí..., continúa tú sola. No podrás... llegar al palacio conmigo.
La mujer de Sol hizo ademán de soltarse para dejarse caer, pero Shakbaah la sostuvo en pie.
—No, Kyalen, por favor, aguanta un poco más. Estoy segura de que ya estamos cerca.
La joven de Luna y Sol albergaba la esperanza de que Zykbar las hubiera conducido por algún atajo a través del bosque y de que el Palacio de Luna no estuviera ya lejos. Por suerte, no se habían topado con Daqhan ni tampoco con ningún animal peligroso que, en aquellas circunstancias, habría sido bastante inconveniente. De alguna forma, sospechaba que el gato había tenido algo que ver en esto último, así como había ocurrido probablemente en los difíciles momentos de su huida de la Región de Sol. Tampoco entonces había encontrado ninguna amenazante fiera en su camino y sólo ahora se daba cuenta.
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Shaktarha, de Luna y de Sol
FantasyShaktarha, de Luna y de Sol nos traslada a un mundo mítico de leyendas y secretos, marcado por un enigmático desequilibrio entre el día y la noche, donde una joven se convertirá en la única vía de reconciliación a través de la antigua sabiduría de l...