Capítulo 20. Zaryaruq (II)

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Jumolazeq, Región de Sol

Daqhan alzó la mirada hacia el radiante metal dorado y se puso en pie. Había permanecido allí, en medio de aquellos bosques conocidos como Espesuras del Fuego, en silencio, durante largo tiempo. Bajo los primeros rayos del día, el brillante círculo de bronce relucía con un resplandor cegador. Sintió orgullo del trabajo realizado. Por fortuna, no era hombre de lamentaciones y tenía muy claro hacia qué objetivo debía dirigir sus pensamientos ahora. No era el momento para sumirse en el desánimo, por más que la desgracia pareciera cernirse sobre él. Era un soldado y, como tal, estaba acostumbrado al dolor. Sabía cómo enfrentarlo o por lo menos cómo intentar ignorarlo. Una batalla perdida, una herida de guerra o un compañero muerto podían resolverse con una buena borrachera y un par de mujeres. Así había sido siempre y eso no debía cambiar.

Dio un manotazo al aire, como para deshacerse de sus debilidades y se concentró en aquello que anhelaba con fervor: Qeruqsar, la noble espada de Sol. Estaba seguro de que sólo el valioso objeto y lo que significaba podrían consolar su decaído estado. Sin embargo, también el arma de oro le había sido negada y, a pesar de las promesas de Vortyruq, Daqhan no veía que el momento de su nombramiento se aproximara en modo alguno.

Hacía demasiado tiempo que no se declaraba una gran guerra. Los libros hablaban de una ocurrida muchos años atrás, antes de la división definitiva entre las dos regiones, y de otras no menos importantes que se sucedieron después. Pero él sólo había conocido conflictos y sublevaciones por parte de las mismas ciudades de Sol, enfrentamientos internos antes de que el poder se centralizara por completo en Qermaruq, con batallas no poco sangrientas entre hermanos, pero carentes de la gloria que implicaba una guerra entre reinos. Pensó que tal vez era eso lo que su espíritu necesitaba, un violento conflicto que devolviera a su vida la emoción perdida, aunque también era cierto que preferiría enfrentarlo como jefe superior y no como un simple soldado. Le resultaba patético saber que Qeruqsar se encontraba en manos de un hombre como Yirsheruq, por muy real que fuera la sangre que corría por sus venas. Todos sabían que desde hacía un tiempo el príncipe se había convertido en marioneta de una mujer que parecía controlar su voluntad casi por entero. El príncipe Yirsheruq era hábil con las armas y seguramente el más rápido y acertado arquero de la Región de Sol, no obstante, no era ningún secreto que carecía de la disciplina militar necesaria para un cargo como el que ocupaba. Su mente había estado siempre concentrada en sus mujeres y en sus cacerías, y eso no había cambiado, aunque estuviera ahora pendiente de una sola mujer. Daqhan decidió que también él había estado demasiado centrado en una sola mujer y que era necesario dejar de lado todo eso para dirigir sus esfuerzos hacia sus aspiraciones militares. Hacía ya bastante tiempo que el príncipe Vortyruq le encomendaba misiones secretas, como sus expediciones a la Región de Luna, para las que él siempre se había mostrado dispuesto. Sabía que el heredero al trono era un hombre difícil al que no agradaban las adulaciones. Por eso, debía encontrar la manera de seguir acercándose a él sutilmente y estar siempre a su disposición hasta convertirse en su hombre de confianza. Aun cuando el futuro rey no solía hablar con nadie sobre sus planes, Daqhan sospechaba que no eran pocos los que se hacinaban en su cabeza, y el soldado de Sol quería estar cerca para no perderse nada de lo que el futuro pudiera depararle.

Dirigió la vista una vez más hacia el brillante círculo de Ruq y hacia el montículo de tierra que reposaba bajo su sombra, y después, se dio la vuelta y se alejó sin volver en ningún momento la mirada atrás.

*

Shakhak, Región de Luna

Una vez solo, el príncipe de Luna miró la carta que había permanecido sobre su escritorio todo el día. Ni siquiera había intentado dormir en ningún momento, ansioso por recibir noticias del grupo de búsqueda lo antes posible. Era imperativo que la encontraran antes de que fuera demasiado tarde.

Shaktarha, de Luna y de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora