Capítulo 6. Neishah (I)

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Ante todas las formas de dolor, tras la infinita desesperación del pronto despertar, se mostrará la firmeza del árbol, la constancia del río, la belleza de la hierba bajo sus pies desnudos. El camino hacia el mar inmenso es el principio esperado, pero la huida es necesaria para empezar a recorrerlo. La supervivencia primera, muerte ineludible, será el único paso posible e imposible. Los guardianes esperan. También ellos conocieron la huida y se esconden fuera del tiempo y del espacio.

*

Neishah apartó el rostro para no sentir el aliento del soldado sobre su boca. Después cerró los ojos y trató de imaginar que flotaba fuera de su cuerpo, que aquella cruel realidad que encontraba cada vez que los abría no era más que una imposible alucinación de la cual su ser despertaría en cualquier momento. Un dolor inconcebible la invadía cada vez que pensaba en sus hijos y lo peor era que los tenía presentes todo el tiempo. Daqhan le había repetido una y otra vez que su hija estaba viva, pero Neishah sospechaba que había ya corrido con la misma mala fortuna que su hermano, y entonces el corazón parecía detenerse en su pecho y la respiración huía de ella hasta que casi perdía el sentido.

—Agradecería un trato más amable.

Neishah oyó las palabras de Daqhan como si procedieran del fondo de un abismo y no respondió nada.

—¿Me oyes, mujer? —insistió el soldado—. ¡Mírame!

Daqhan le tomó la barbilla y la obligó a ver sus ojos.

—¿Qué más quieres de mí? —preguntó Neishah entonces.

—Quiero que me trates como a un esposo.

La mujer se incorporó en el lecho con los ojos desencajados.

—¿Esposo? ¡Tú mataste a mi hijo! ¡Y seguramente a mi hija también!

Daqhan se levantó de la cama con un brusco ademán. Alzó la mano con la intención de golpearla, pero se contuvo. Sabía que la mujer de Luna era débil, no como su hija que encajaba todos los golpes y pronto volvía a estar en pie con su mirada desafiante.

—¡Aaaghh! —rugió—. ¡Ya te he dicho que tu hija está viva!

—Entonces, déjame verla. ¿Por qué no me dejas verla?

Daqhan cerró los puños, como si dudara otra vez sobre si golpearla o no, pero al fin intentó tranquilizarse y dijo:

—La verás cuando yo lo disponga. Ahora quiero que seas mi mujer.

Después, volvió a echarse en la cama.

—¡Ahora! —vociferó agarrando a Neishah por el brazo y obligándola a acostarse junto a él.

Unos segundos después, la mujer volvió a sentir el aliento del guerrero sobre ella, y una vez más desvió el rostro. Había llorado tanto durante las semanas anteriores que ya ni siquiera las lágrimas afloraban a sus ojos. Su llanto se había convertido en un lamento interior que la acompañaba todo el tiempo como un vacío insondable.

*

—Te traigo ropa nueva, póntela. Vas a poder salir de aquí durante un rato esta mañana —anunció Rasshul.

Shakbaah no entendió sus palabras al principio. Había perdido la cuenta de las noches o semanas que llevaba encerrada en aquel sótano. Mañana o atardecer no tenían ya gran sentido para ella, y su mente había empezado a jugarle malas pasadas. A veces no sabía si estaba dormida o despierta en la profunda oscuridad y, de pronto, se le aparecían personas o paisajes que se volatilizaban ante sus ojos cuando alargaba la mano hacia ellos. Había visto a Ayan corriendo por un prado lleno de flores como el que habían atravesado en el camino hacia la Región de Sol, y también había creído en más de una ocasión que su madre la visitaba en su encierro con ojos aterrorizados. Pero después se daba cuenta de que todo continuaba igual y de que seguía sumida en las densas tinieblas de su prisión.

Shaktarha, de Luna y de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora