Abrió Kerhaag sus cien brazos de hielo azul para tomar al infante. Observó el gélido rostro una vez más, tratando de ignorar la agonía que consumía cada rincón de su ser. Y supo que aquel niño no sería el último. También comprendió que sería odiado e injuriado por ello, pero las voces ancestrales habían sido muy claras.
«Tu propio hijo será el primero para que entiendas el dolor extremo que tu misión engendra antes de que cierres los ojos al sufrimiento humano. Almas jóvenes y viejas, nobles e infames cruzarán en tus brazos el umbral temido. Sólo algunos asumirán la dimensión necesaria y el miedo los abandonará».
Alzó entonces la mirada y Kerhaaghur, el Umbral de la Muerte, se mostró ante él.
*
Shakbaah había leído los antiguos textos de Luna demasiadas veces y, en aquellos momentos, «Kerhaaghur» fue la palabra que acudió a su mente. Si hubiera sabido lo que su camino le deparaba, tal vez no se habría precipitado a calificar la situación así todavía, pero en aquella circunstancia no encontraba en su interior una forma más adecuada de describir los insoportables días y noches en compañía del soldado de Sol.
Daqhan se había instalado en la cabaña y compartía la cama con Neishah. Por suerte, dormía hasta la salida del sol, pero cuando estaba despierto se dedicaba a molestar a Ayan o a perseguir a Shakbaah entre desagradables comentarios. La mujer de Luna y sus hijos se habían visto obligados a alterar sus acostumbrados horarios de sueño diurno para adecuarlos a los del soldado. La joven solía perderse en sus paseos algunos ratos, aun con la gran inquietud que la invadía al dejar a su madre y a su hermanito solos con aquel salvaje. Estaba segura de que tampoco a Neishah le agradaba en absoluto su presencia, aunque la mujer tratara de disimular su disgusto ante sus hijos.
—Madre —susurró una noche poco antes del amanecer, mientras Daqhan dormía—. Tenemos que hacer algo.
Neishah abrió los ojos con asombro y alarma.
—No puedo soportarlo más y sé que Ayan tampoco —insistió la joven.
—Quizá se vaya pronto —dijo su madre en voz muy baja.
—Deberíamos deshacernos de él de alguna forma.
Los ojos de Neishah se abrieron más ampliamente todavía.
—¿Deshacernos? ¿Qué quieres decir?
Shakbaah no sabía cómo explicárselo a su madre, pero algo en su interior le decía que aquel hombre les traería grandes desgracias si no lograban arrancarlo de sus vidas de una vez por todas. Estaba dispuesta a proponerle que huyeran de aquel lugar a escondidas con tal de dejarlo en su pasado. Tal y como su hija le había comentado, Neishah había sucumbido ante los encantos del soldado al principio porque le recordaba al padre de Shakbaah, cuya trágica muerte había dejado en su vida un vacío que nunca más había sabido llenar. Al conocer a Daqhan con su armadura dorada y sus oscuros rasgos, los recuerdos habían tomado posesión de la mujer y le había permitido entrar en su vida de una forma que ahora lamentaba más de lo que en realidad expresaba. Era cierto que aquel hombre en nada se parecía a Jaqhdir.
Ayan había sido engendrado con un hombre de Luna que había aparecido algún tiempo después de la tragedia y desaparecido tan rápido que apenas podía ninguna de las dos recordar bien su cara. En cuanto a su nombre, las dos lo guardaban en la memoria como Kurm. Shakbaah sabía que su madre necesitaba la compañía de los hombres para sentirse querida y segura, pero era evidente que Daqhan no era conveniente para ella ni para ninguno de ellos, aunque hubiera sido amable al principio.
De pronto, la voz del soldado las sobresaltó.
—¡Ayan! ¡Trae mis botas!
El niño miró a su hermana con aire suplicante. Ya sabía que Daqhan encontraría alguna excusa para molestarlo cuando le llevara lo que estaba pidiendo. Shakbaah, que entendió la situación de inmediato, cogió las botas, se acercó a la vieja cortina que separaba el lecho de su madre del resto de la cabaña y arrojó el sucio calzado por debajo.
—¡Pero qué...! —empezó a proferir el hombre de Sol mientras descorría la cortina con furia.
—Ayan está ocupado con su lección. Yo te he traído tus botas —explicó Shakbaah con tono desafiante.
—Ayan debería venir cuando lo llamo. ¿Lección? Lo que ese niño necesita es un hombre que le enseñe disciplina —respondió Daqhan claramente disgustado.
La joven no respondió al comentario. Se limitó a señalar las botas con un gesto y a decir:
—Ahí tienes lo que querías.
El hombre se puso sus botas y se dirigió a Neishah, que estaba sentada junto a Ayan con un libro en la mano.
—No me gusta el tono que emplea tu hija. Esa muchacha necesita unos buenos azotes... o tal vez otra cosa.
Neishah lo miró con una dura expresión a la que el soldado no estaba acostumbrado.
—De todos modos, eso no importa ahora. Todo va a cambiar. Tengo planes para nosotros —añadió el hombre.
Al oír la palabra «nosotros», Shakbaah sintió que el miedo la dominaba. No era el tipo de miedo que le aceleraba el pulso, como cuando encontraba un animal salvaje en el camino, sino un terror que le heló la sangre.
—Vendrás conmigo —continuó Daqhan— y serás mi mujer.
La muchacha vio que su madre estaba tan asustada como ella. Ayan tan sólo contemplaba la escena atónito.
—Pero eso no es posible..., soy una mujer de Luna. ¿Y... mis hijos? —balbuceó Neishah.
Daqhan esbozó una pérfida sonrisa.
—No es problema. Nos llevaremos a tus hijos. También tengo planes para ellos.
Neishah sabía muy bien que ella no podía ser la esposa de un hombre de Sol. Ya había pasado por esa experiencia y no estaba dispuesta a repetirla. También sabía que su hija debía esconderse de todos por su propia seguridad. Además, por el padre de Shakbaah ella había decidido enfrentar al mundo entero, pero no por un hombre como Daqhan.
—No puede ser. No podemos ir contigo —replicó, y enseguida advirtió la ira en los ojos del soldado.
No obstante, el hombre de Sol no perdió el control. La miró con gran seriedad primero y, luego, le dirigió una helada sonrisa que provocó un escalofrío en el cuerpo de Neishah.
—Ya veremos —fue su única respuesta.
Después, se dirigió a la puerta de la cabaña y salió sin más explicaciones.
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Shaktarha, de Luna y de Sol
FantasyShaktarha, de Luna y de Sol nos traslada a un mundo mítico de leyendas y secretos, marcado por un enigmático desequilibrio entre el día y la noche, donde una joven se convertirá en la única vía de reconciliación a través de la antigua sabiduría de l...