Como cada atardecer, las montañas observaron su vuelo, pero aquella noche sus lágrimas de sangre bañaron la oscuridad con un color distinto.
—Entiendo tu dolor, señor de plata, pero sabes que ella no te abandonará nunca —le dijo Syguh, el pico más alto—. Y vuestro reinado se extenderá sobre estas sombrías tierras.
—Lo sé. No es un llanto de adiós todavía, aunque tal vez ese adiós llegará después.
—Pero no puede haber división posible —insistió el vigilante de los vientos.
—No entre nosotros, no.
*
Palacio de Luna, Shakhak
También el príncipe Olghar había estado entrenando durante las últimas noches. Los asuntos políticos y sociales del reino habían estado consumiendo la mayor parte de su tiempo, pero sabía que no debía dejar de lado sus ejercicios militares. Era cierto que se había esforzado mucho para evitar cualquier conflicto bélico con la Región de Sol, pero siempre era conveniente estar preparado.
El príncipe recibía instrucción particular por parte de los soldados más diestros y experimentados en un espacio privado que daba al patio de armas. Aunque siempre se había dedicado más a los libros que a las armas, todos lo consideraban un guerrero muy capacitado y bastante hábil con la espada.
El entrenamiento se había prolongado más de lo previsto aquella noche y el sol lucía ya sobre las montañas cuando Olghar y sus acompañantes abandonaron el área privada y salieron al patio. Para su sorpresa, advirtieron que no eran ellos los únicos que habían extendido sus ejercicios hasta después del amanecer. Shakbaah se encontraba todavía blandiendo una espada de madera que golpeaba una y otra vez contra un poste destinado al adiestramiento de los aspirantes a soldados. A pesar de que la noche había sido bastante fría y húmeda, el sudor corría por la frente y el cuello de la joven, tan absorta en sus movimientos que no advirtió la presencia del príncipe detrás de ella. Olghar la observó un momento golpear el poste incansablemente con furia desmedida. Era evidente contra quién estaba en verdad dirigiendo su arma de madera.
—Siempre debes estar atenta a cualquier peligro que se acerque.
Shakbaah se dio la vuelta e intentó disimular el sobresalto con una mirada tranquila.
—Tal vez no te considero un peligro, señor príncipe.
Olghar rio abiertamente, olvidando por un momento sus mesurados modales.
—Creo que ya es hora de descansar —dijo.
—La noche no es lo bastante larga para mí —respondió la joven levantando la cabeza hacia el sol que iluminaba el Palacio de Luna— y la luz no me resulta tan molesta.
—Helsikor me ha contado que estás haciendo grandes progresos, pero también es necesario tomar un descanso.
La angustia de Shakbaah se acrecentaba con cada amanecer. Entendía que no estaba preparada todavía para enfrentarse a un soldado como Daqhan, pero no podía retrasar indefinidamente su viaje a la Región de Sol. Una infinidad de veces había imaginado la escena en que entraría en aquella casa para rescatar a su madre. Era consciente de que debía idear un plan cauteloso y eficaz, no podía permitirse errores ni dejarse llevar por la ira. Era más prudente esperar a que Daqhan saliera, dejando a su madre a solas con el viejo Rasshul, aun cuando se daba cuenta de que lo más probable era que el soldado tuviera su casa vigilada. También sabía que no sería fácil atravesar los bosques con Neishah, bajo la amenaza, además, de que Daqhan saliera en su persecución en cuanto advirtiera la fuga.
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Shaktarha, de Luna y de Sol
FantasíaShaktarha, de Luna y de Sol nos traslada a un mundo mítico de leyendas y secretos, marcado por un enigmático desequilibrio entre el día y la noche, donde una joven se convertirá en la única vía de reconciliación a través de la antigua sabiduría de l...