Capítulo 17. Helsikor (II)

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Casa Plateada de Shakadel, Región de Luna

La noche era plácida, y su corazón se encontraba, a pesar de todo, tranquilo. Si algo llegaba a inquietarlo de vez en cuando no era la salud del rey ni la distancia que la separaba de su hijo. Ashakiah se admitió a sí misma que lo único que turbaba su ánimo desde hacía algún tiempo era la impaciencia. Una impaciencia propia de la juventud, que había olvidado durante demasiado tiempo. La reina sonrió para sus adentros mientras observaba la vista nocturna desde la gran terraza de la Casa Plateada y esperaba la única visita que lograba alterar su monótona y solitaria existencia.

Todo había empezado con un deseo de mantenerse informada de lo que sucedía en el Palacio de Shakhak. Ashakiah no confiaba en la imparcialidad de su hijo y había buscado otra fuente que le proporcionara información sobre los sucesos o novedades que acontecían en el reino. Lo cierto era que los temas políticos la aburrían sobremanera. Su interés radicaba más bien en los asuntos internos del palacio, pero pensó que era de todas formas conveniente obtener otro punto de vista sobre el panorama general de la Región de Luna. Había reparado en el soldado en una ocasión en que había acompañado a Olghar mientras la visitaba, y había aprovechado para solicitarle, sin que su hijo lo advirtiera, que regresara en cuanto le fuera posible, pues tenía una misión que encomendarle. El soldado no había sabido negarse a los deseos de la reina y abandonaba el Palacio de Luna cada vez que le era posible para cabalgar en secreto hacia Shakadel.

Un solo golpe en la puerta de su aposento la obligó a abandonar la terraza.

—¿Qué sucede? —preguntó con voz sonora.

La respuesta del sirviente se oyó con claridad a través de la puerta cerrada.

—Mi señora, el soldado ha llegado.

La reina nunca recibía al oficial en sus habitaciones privadas, sino en una apartada estancia destinada en otro tiempo a reuniones de carácter oficial.

—Enseguida voy —respondió.

Se miró al espejo de forma inconsciente y se arregló los largos cabellos rubios antes de dirigirse a la habitación designada para aquellos encuentros. Mientras descendía por la amplia escalinata con adornos plateados, Ashakiah notó que su corazón estaba indudablemente alterado y eso la alegraba y preocupaba al mismo tiempo. No obstante, su comportamiento debía ser, como siempre, calmado e impecable.

—Helsikor —dijo al entrar en la habitación, y enseguida extendió su mano hacia él—. Siéntate.

El soldado extendió también su mano y la colocó durante unos segundos debajo de la de ella, sin llegar a tocarla, como muestra de gran respeto. Después se sentó. Era un hombre alto, de mediana edad, con algunas canas que se entremezclaban con su ya claro cabello. Se encargaba principalmente del entrenamiento de los nuevos reclutas, así como de pequeñas misiones o tareas administrativas.

—¿Qué noticias me traes?

Helsikor dudó un momento. Siempre lo hacía, pero la tentación de complacer a su bella reina era más poderosa que cualquier otro sentimiento de lealtad. El soldado era consciente de que no debía actuar a espaldas del príncipe, pero, al fin y al cabo, no estaba proporcionando información al enemigo, sino a su propia reina, así que una vez más asintió y comenzó a hablar:

—Mi señora, no son muchas las novedades que traigo, aunque sí bastante extraordinarias.

Sus palabras captaron inmediatamente la atención de la reina. Helsikor continuó:

Shaktarha, de Luna y de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora