Capítulo 9

1.7K 196 146
                                    

Kuroro iba a paso firme buscando al rubio, ya estaba harto de ser un cobarde y esconderse. Aunque aún le preocupaba un poco la reacción de Kurapika.

Recorrió la mitad del Instituto en busca del menor... Hasta que lo encontró sentado sólo, en un salón vacío.

El momento perfecto, sin interrupciones.

Se acercó lentamente al rubio, quien ni se había dado cuenta de su presencia. Parecía estar ido mirando fijamente la pared.

—Kurapika...— murmuró Kuroro, llamando la atención del rubio quien abrió los ojos sorprendido para luego cambiar su expresión a una enojada.

—¿Que quieres? No estoy de humor para soportar idiotas.— comento Kurapika y rodó los ojos.

—Sólo escucha ¿No puedes ser más soportable?— el de ojos oscuros empujó una silla frente al rubio, y luego se sentó mirándolo fijamente.

—Esta bien...— contestó sumiso el menor y miro sus zapatos, la mirada del más alto lo intimidaba.
—Pero... ¿Que quieres? Nosotros no tenemos nada de que hablar.

No se atrevía mirar a Kuroro, y estaba confundido con respecto a escucharlo ¿De que iban a hablar? Ellos no eran ni amigos y el rubio no soportaba a Kuroro... Tal ves el pelinegro quería disculparse por ser un idiota agrandado.

—Si.— asintió con su semblante serio y suspiro.
—Después de que te diga esto... seguramente me vas a odiar más.

—Claro que no.— Kurapika negó con la cabeza y sonrió con malicia.
—Ya no puedo odiarte más de lo que ya te odio pero...prosigue.

El pelinegro sonrió cínicamente.
—¿Oh, enserio me odias tanto?

—No sólo es odio... me das asco, y me da satisfacción decirtelo en la cara.—contestó Kurapika y se cruzó de brazos sonriente.

—Claro, te doy tanto asco que hasta me abriste las piernas.— mencionó Kuroro, ahora con una sonrisa más traviesa.

El rubio abrió los ojos como platos y casi se atraganta con su propia saliva.
—A-Aver... ¿Que?

—Te doy tanto asco que movias tu cintura pidiendo más.— dijo el pelinegro acercando su mano a la rodilla de Kurapika, quien estaba confundido.

—¿D-De qué...

—Soy yo.—interrumpió Kuroro y subió peligrosamente su mano, desde la rodilla hasta los muslos de Kurapika ligeramente apretandolos.

—¿E-Eh?— el rubio no sabía cómo reaccionar ¿Era él? ¿Todo este tiempo estuvo mensajeando y mandandoce corazoncitos con la persona que más odia?

—Deberías dejar de usar shorts tan cortos... se me hace más difícil resistirme.— murmuró el pelinegro sonriente y tomo la pierna izquierda del rubio estirandola a su regazo, la acarició lentamente sin dejar de mirar a Kurapika.

El rubio trago pesado y rápidamente quitó su pierna.
—¿Enserio eres tú?

—Si, soy yo. ¿Aún no me crees?— respondió el pelinegro y lo miro divertido.
—Soy Pudin.

—Yo…— comenzó nervioso el menor y apretó los puños.
—No se que decir... realmente te entregue mi virginidad a ti.— hizo una mueca de espanto.

El mayor río por su expresión y volvió a poner una mano en la pierna del rubio.
—Si, todo el tiempo estuviste enamorado del chico que más odias.

Kurapika negó con la cabeza y lo miro.
—No, te equivocas.— apartó la mano de Kuroro bruscamente.
—Estoy enamorado de Pudin, no de ti.

El pelinegro quitó su sonrisa y miro al rubio detenidamente.
—¿No somos la misma persona?

—No Kuroro.— respondió el menor y negó con una sonrisa triste.
—Pudin me entiende, no me humilla, no me lástima, no se burla de mí... Pero  Kuroro si, desde el primer día.

—Lo repito una ves más, somos la misma persona. Lo que sucede es que tú sólo conoces el lado malo de Kuroro. De igual manera que sólo conoces el lado bueno de Pudin. Ambos son los mismos, lo único que cambia es la cara de la moneda...— dijo el pelinegro mirando fijamente al rubio.

—¿Pero porqué Kuroro no puede ser más como Pudin?— pregunto Kurapika con alteración en su voz.
—¿Porque Kuroro siempre tiene que ser un idiota que lástima personas?

El mayor se quedó callado observando el rostro suplicante del rubio.
—Porqué no le dan lo que él quiere.

Kurapika sonrió sin ganas y negó con la cabeza.
—¿Y que quiere?

—A ti.

El rubio trago pesado y desvió la mirada nervioso.
—Pues... si Kuroro sigue siendo un idiota nunca me obtendrá.

—Pero si ya te obtuve...Tu cuerpo ya fue mío, y lo seguirá siendo.— dijo el pelinegro levantándose y mirando fríamente al rubio.

—M-Mi cuerpo no es tuyo Kuroro.— contestó Kurapika tratando de sonar firme.

—¿Acaso me importa lo que digas? Si yo quiero cierro la puerta del salón y te hago gritar mi nombre aquí mismo.— ironizó el pelinegro y sonrió cínicamente.

—Deja de tratarme como un maldito objeto sexual, maldito cerdo.— dijo Kurapika entre dientes y se levantó bruscamente.

Kuroro tomo las manos del menor poniendolas sobre su cabeza y con un movimiento pegó sus cuerpos, para después juntar sus labios en un salvaje beso forzado.
Kurapika intentó separarse jadeando, ya que no podía mover sus manos y sus piernas estabas separadas por la rodilla del pelinegro.

De repente Kuroro se detuvo al escuchar los jadeos del rubio, quien tenía los ojos cerrados con fuerza y estaba llorando.
Se sintió un mounstro al hacerle esto.

—Kurapika...

Un ruido interrumpió su estúpida disculpa, era el ruido de un bolso caer en el marco de la puerta, cuando el pelinegro volteó; se encontró con el rostro asombrado de Leorio.

—L-Leorio...— murmuró Kurapika con un brillo en sus ojos, se sentía protegido ahora.

—¡Sueltalo ahora mismo!— exclamó Leorio con vos demandante.

Kuroro suspiro frustrado y soltó al rubio obedeciendo al Moreno, para después mirarlo mal.

El rubio no tardo ni dos segundos en correr a los brazos de Leorio y abrazarlo con fuerza, como su héroe. Y como siempre, Kuroro quedaba como el mounstro.

—Más vale que disfrutes este último día, porque sera la última ves que pisaras esta institución.— hablo Leorio con despreció abrazando de manera protectora a Kurapika.

—¿Está amenazandome señor Leorio?— pregunto Kuroro con una sonrisa burlona.

—Mira Kuroro, yo te respeto pero tú no estás haciendo lo mismo. Puedes meterte con la chica que quieras o con el chico que quieras, pero Kurapika es otro tema, a él ni te le acerques, porque yo no voy a permitir que lo lastimes como a los demás.— escupió Leorio y miro de pies a cabeza al pelinegro.

—Nadie está prohibido para mí.— respondió Kuroro con un semblante serio.

—Ya lo veremos.— comentó el Moreno con una sonrisa de suficiencia mientras acariciaba la espalda de Kurapika, que se aferraba a su pecho.

Mi Idiota (KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora