Capítulo 11

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Al día siguiente en el Instituto, Kurapika estaba desesperado por encontrar un baño y vomitar.

No, no estaba embarazado. (:v)

Comió un pastelito de Neón, lo había preparado ella misma, pero la cocina no era su fuerte y el pastelito tenía sabor a cemento. Para no hacer sentir mal a la chica se lo tuvo que tragar.

No alcanzó a encontrar el dichoso baño, vómito en una planta. Después de todo le iba a servir como abono, no?

El rubio se sobresalto al sentir una mano en su hombro, volteó a ver y se quedó en shock.

—¿Estas bien?

Era Kuroro.

—S-Si, yo sólo... Sólo...— balbuceo Kurapika sin saber que decir o como reaccionar.

—¿Estas enfermo?— pregunto el pelinegro, tenía el rostro serio y el ceño levemente fruncido. Tenía que admitir que se veía muy guapo así.

—Eh...No.— contestó el rubio desviando la mirada, ¿A él que le importa si está enfermo o no? Es su vida, y él no a hecho más que ser un idiota ¿Ahora iba a preocuparse?
—Permiso.— hablo comenzando a caminar.

—Espera...— murmuró Kuroro y tomo el brazo del menor deteniendolo.
—¿Podemos hablar?

¡Ja! ¿Ahora quería hablar? Ya había soportado mucho su idiotez.

Kurapika suspiro sin ganas y lo miro con ironía.
—De acuerdo.—dijo y se golpeó internamente.

—Perdón por lo del salón...— hablo el pelinegro y bajo la mirada.
—Enserio lo siento, no se que me paso yo...Lo lamento mucho.

El rubio lo miro con desconfianza, pero parecía arrepentido.
Volvió a suspirar y levantó los hombros.
—Está bien.

Lo que no sabía Kurapika es que era la primera ves que Kuroro se disculpaba con alguien.

El pelinegro sonrió mostrando sus dientes, el rubio se sonrojo al instante.
¿Porqué el idiota de Kuroro era tan guapo?

—Se que ya no me puedo acercar pero...—murmuró el mayor y se acercó más al rubio.
—Rompería cualquier regla por ti.

Kurapika rodó los ojos y río discretamente.
—Claro.— comentó, el pelinegro se acercó más al rostro del rubio, pero el menor volteó su rostro rechazandolo.

—¿Aún estás resentido?— pregunto Kuroro, pero no se quedó atrás y beso la suave mejilla del rubio.

—No...— contestó el menor y se alejó, pero el pelinegro se volvió a acercar y rodeó su cintura. Kurapika sonrió y desvió la mirada.

—Ya veo... te estás haciendo el difícil.— mencionó Kuroro y deslizó sus manos de la cintura del rubio hasta su trasero   apretandolo levemente.

—Mmm...— el menor cerró los ojos y movió su cintura con suavidad.

El pelinegro no aguanto más y quiso volver a besar al rubio, pero nuevamente el menor se apartó sonriendo divertido y le dio la espalda.

Kuroro sonrió también y se le volvió a acercar por detrás, beso el hombro del menor y subió dejando besos por su cuello hasta llegar a su oreja.
—Si quieres jugar, yo juego.— susurro para luego morderla.

Kurapika se quedó congelado y su respiración se aceleró al sentir el aliento del pelinegro.
—No estoy jugando a nada...

El mayor río en la oreja del rubio, quien se sonrojo y jadeo.
—¿Tienes miedo a perder? No te resistes a mis encantos.

—Idiota...— murmuró Kurapika.

—Así te gusto.— susurro y beso su oreja.

—¿Quien dice que me gustas?— ironizó el rubio nervioso. Él mismo se delataba.

Kuroro puso una mano en la cadera de Kurapika y en un rápido movimiento pegó su cuerpo al suyo.
—¿Estas nervioso? Puedo escuchar tu respiración agitada...

El rubio trago saliva al sentir la entrepierna del pelinegro rozando su trasero.
—Kuroro... ya vasta, si alguien nos ve...

—¿Que importa si nos ven o no?— agregó el mayor y respiró en el cuello del menor.

—T-Te van a...

—¿Expulsar?— interrumpió el pelinegro y soltó una risita ronca.
—Me vale.

Kurapika rodó los ojos y se dio la vuelta quedando frente a frente con Kuroro.
—Dije que te perdonaba... No te pases, que aún te odio un poco.

El mayor río levemente y beso la frente del rubio.
—Oh... vamos hermoso, acepta que te gustó.

Kurapika sonrió y se cruzó de brazos.
—Bien...— comenzó y suspiro.
—Si, si me gustas.

Kuroro se sorprendió por la repentina declaración del rubio, pero luego sonrió y se acercó a los labios del menor levemente rozandolos.

—¿Yo te gustó a ti?

La voz de Kurapika lo sobresalto.

El pelinegro se quedó en silencio mirando fijamente al rubio.

Y ahora Kurapika le daba mucho en que pensar.

¿Que era lo que realmente sentía por el rubio?
¿Obsesión? ¿Atracción física? ¿Amor?

Kurapika al no recibir respuesta se sintió fatal, empujó a Kuroro bruscamente y le dedicó una mirada fulminante.
—Si no sientes nada por mi, dilo de una ves.

El pelinegro desvió la mirada.
Estaba volviendo a ser un...

—¡Idiota!— grito Kurapika.
—No me equivoque... Sólo soy un pasatiempo, un juguete...

¿Y ahora? Otro drama, y el rubio se estaba alejando cada ves más...
Una ves más había sido un idiota
Una ves más había metido la pata
Pero estaba confundido, no?

Kurapika le atraía de una manera desconocida.

Le atraía su actitud, su manera de expresarse, su carácter, su sonrisa, su rostro, su cuerpo, sus piernas, su trasero, sus gemidos.
¿Qué no le gustaba?
Pero tal ves aún no estaba listo para decirlo... apenas estaba descubriendo un nuevo sentimiento que iba más haya de lo sexual.

Kuroro levantó la mirada de golpe, pero Kurapika ya no estaba frente a él, se había ido hecho una furia. Miro a los lados, comprobado que nadie los hubiese visto. Y no, estaba completamente sólo.

—Kuroro.

O eso creía hasta que escucho la vos de Neón.

—¿Necesitas algo?— pregunto el pelinegro sin mirarla.

La chica puso una mano en el hombro del mayor y le sonrió.
—Quiero hablar un momento contigo.

—Dilo.

—Aquí no... Vamos a un lugar más privado, ¿Te parece?— agregó Neón tomando el brazo del mayor.

—Ajá.— contestó siguiendo a la chica a paso lento.

No conocía muy bien a Neón.
Pero no parecía ser una mala chica después de todo, no?

¿Que podría pasar?

Mi Idiota (KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora