Capítulo 5

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Cuando Missis acabó de ducharse bajó con el pelo mojada. Llevaba unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes.
Al verlo me puse en medio de él y éste se quedó mirandome.

-¿Que pasa? -Me dijo observándome con una ceja levantada.

Sabía lo que le iba a decir por eso no puso pega alguna. Solo se hacia el desinteresado.

-Como que que pasa. Vengo aquí a pasar un mes contigo, para olvidarme de cosas pasadas, olvidarme del estres del trabajo, para olvidarme de todo un poco. Y da la casualidad que a mi increíble hermano -Notese la ironía- no se le ocurre otra cosa que hacer una fiesta. -Dije observándole de arriba a bajo con una expresión seria.

-Tranquila, no pasa nada, solo es una fiesta -Respondió poniendo sus manos en mis hombros. -Aunque más bien no es una fiesta, es así como...una reunión de amigos, casi todos los días la hacemos -Restó importancia.

-Me estás diciendo ¿que vais a montar una "reunión de amigos" todos los días? -Respondí entrecomillado lo de "reunion de amigos".

-Todos los días no, solo una vez a la semana como mínimo.

-Por dios Alberto, esto es flipante, vengo a recuperar el tiempo o mejor dicho, los años que hemos pasado sin vernos y me vienes con esto, la verdad que eres impredecible -Me agarré el puente de la nariz por que sabía que de un momento a otro perdería los nervios, así que debería controlarlos.

-Te lo vas a pasar bien, necesitas salir, distraerte y demás, llevas mucha carga a tus espaldas y eso debes disminuirlo si no, no serás feliz. Y quiero a mi hermana, la que conocía antes de todo, aquella que salía de fiesta y me llamaba para que fuera a recogerla a las tantas de la madrugada, aquella que me decía que seria nuestro secreto y no le dijera nada a mamá, la que me cubría cuando salía con alguna chica o cualquier cosa. Quiero a esa Mackenzie. -Sentenció firme poniendo sus brazos en jarras y mirándome.

La verdad que tenía razón, había dejado de ser quién era y la culpa me invadía por dentro así que dejé de sonreír.

-Me parece increíble cómo puedes hacer que me sienta extraña y deba darte la razón. Lo mismo esto me ayudará a resurgir un poquito del infierno en el que me encuentro -Las comisuras de mis labios se estiraron un poco hacia arriba. -Por una vez, te haré caso -Sonreí del todo.

Mi hermano me agarró entre sus brazos dándome un abrazo reconfortante.

-Y te lo digo otra vez, no es tú culpa, solo pasó y ya está, no estés atormentandote día y noche por algo que no hicistes -Me frotó la espalda relajándome.

Decidimos preparar un poco el jardín sacando la barbacoa y todos los utensilios que necesitábamos, también optamos por sacar la mesa de cristal que teníamos en una esquina del jardín, o más bien por la parte delantera de este hasta llevarla a la parte donde estaba la piscina para que sea más fácil llevar las cosas. Cogimos un mantel de papel, lo pusimos sobre esta y comenzamos a sacar: Platos, vasos, servilletas...

Mi hermano miró a ver si le faltaba algo para la barbacoa y no era así.

A las diez de la noche el tiembre sonó lo que indicaba que ya habían llegado. Fui a abrir la puerta y cuando estaba abierta comenzaron a entrar como si se tratara de un pase de modelos.

Los miré negando por que estos chicos no tenían remedio. Al final estaba Kayla, me miró y sonrió.

-Hola, ¿Preparada para la fiesta? -Dijo riendo.

-Según mi hermano es una reunión de amigos -Cerré la puerta cuando está ya había entrado.

Nos dirigimos hacia el jardín, mientras los hombres preparaban la barbacoa, Kayla y yo decidimos sentarnos en las sillas y hablar de temas diversos. La chica era simpática y agradable empezaba a caerme bien.

De vez en cuando mirábamos donde estaban ellos y se veían a cinco chicos con una barbacoa riendo y haciendo cualquier tontería.

Me limité a disfrutar de la compañía que me estaban ofreciendo, aunque no fuera a mi si no a mi hermano. Pero al estar aquí me sentía arropada. Miraba a mi alrededor y vi como Kayla también estaba con ellos riendo y bebiendo una cerveza.

Por un mes tendría que olvidar todo y aprovechar todo lo que me estaban dando, no material si no momentos para recordar.

Me levanté y me fui con ellos, debería integrarme, al paso que vamos ellos estarán siempre aquí. Los otros se fueron a sacar cervezas, fanta, Coca-Cola y todo lo que habían traído.
Mientras que yo me encontraba junto con Luis ayudándole a hacer la cena.

-Vaya, me ha tocado a mí hacerlo todo -Dijo quejándose.

-No te quejes, estoy ayudándote y nadie me ha dicho que lo haga, simplemente me apiadé de ti -Reí chocando su hombro con el mío.

Ambos reimos y cuando estaba la carne y todo lo que tenían previsto para cenar, empezamos a servir y nos sentamos a cenar.

*****

La cena pasó más agradable de lo que me esperaba. Los presentes hablábamos de temas diversos y nos reiamos.
Podría acostumbrarme a pasar el mes con estos chico, solo sería treinta y un días, y si he superado otras cosas más aburridas que esto. Con ellos los días se me pasarían volando.

Algunos de ellos tenía cada caída que tenías que reírte, sus vidas eran felicidad. Seguro que cada uno tendría sus cosas pero no los demostraba.

Al terminar de cenar esta vez fueron los chicos quiénes se encargaron de recoger la mesa, hicieron una cadena humana en la cual unos quitaban la mesa y otros lavaban los platos en una pila que teníamos aquí.

-La verdad que podría acostumbrarme a esto -Le dije a Kayla sonriendo.

-Seguro que acabas acostumbrándote. Cuando tu hermano me presentó a sus amigos, sinceramente me sentía avergonzada, no los conocía de nada, pero al estar todos los días con ellos, hicieron que se quitará la vergüenza y fuera yo misma, cosa que me ayudó demasiado.

El chico rubio,Martín creo que se llamaba, se acercó a nosotras y se sentó a lado de Kayla.

-¿Ya te has cansado melenas? -Dijo Kayla riendo.

-No es que me cansará, ya terminamos -Se encogió de hombros.

-Vaya, sois super hombres -Le dije con sorna a lo que esté me miró riendo.

-Si, super hombres -Puntuó firme y sonriendo.

A continuación todos ellos vinieron hacia nosotros y se sentaron. Comenzaron a contar chistes y demás.

Reía sin parar hasta que la barriga me dolía, algunos chistes eran graciosos pero sin embargo otros eran muy malos, pero la forma en la que los contaban hacia que fuera más gracioso.

Por un momento se me olvidó todo lo pasado y era como si nunca hubiera pasado nada, no pesaba en ello y me sentía bien. Me sentía yo misma.

Ayúdame a olvidar (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora