cap 8

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Lucía.

Me iré. Voy a irme de casa. No me quedaré.

Pero el hecho de tener todo eso presente, no quita ni hace menos el dolor que provoca que mi padre me eché mirándome a los ojos, enojado y decepcionado. No exijo su apoyo porqué sé que de cierta manera le he fallado, pero mínimo me hubiese gustado tener su comprensión, y hubiera dado todo lo que aún no tengo por una reacción diferente.

—Leo...— murmura mi madre en su dirección, ganándose en respuesta un ademán que la obliga a guardar silencio.

—No Alejandra, no permitiré que una mal agradecida siga viviendo bajo mi techo.— dice obligándome a tragar la saliva que se siente como un millón de piedras filosas. Mamá intenta volver a replicar pero el llanto no la deja hablar— ¡Ahora largo de mi vista!— me grita sin mirarme a la cara.

Sin esperar una segunda ordén me marcho casi corriendo escaleras arriba, y no me detengo hasta llegar a mi habitación y cerrar la puerta, poniendo el bloqueador. El rechazo duele, me cala hasta los huesos y con lo único que me deja ganas, es de tirarme sobre la cama y llorar.

Lo que más duele, lo que más hace eco en mi memoria, es que con mis hermanos no tuvo la misma reacción. Por ellos se alegró, por ellos festejo, y entiendo que conmigo no lo haya esperado, entiendo que no es la manera en la que esperaba recibir un nieto de mi parte, pero... Pero también soy su hija.

Entiendo su molestia, entiendo que con esto quizás creerá que sí mi relación con Gael acabó, no fué por él, síno por mí, y eso le ha de molestar muchísimo más. Y quisiera hablarle, explicarle las cosas, limpiar aunque sea una mínima parte de mi imagen en su cabeza. Pero hacer eso implica ser totalmente sincera, implica decir como sucedieron las cosas y con quién.

Y prefiero dejar las cosas tal cual, tragarme el dolor y ardor que me provoca el rechazo del hombre que más amo en la tierra. Prefiero todo eso antes de agregarla más peso a su decepción, al decirle que me embaracé estando ebria, en el patio de su casa y con uno de sus socios más importantes.

Pasados unos largos minutos mi puerta suena, y me levanto de la cama al tiempo que me limpio el rostro, aunque mis ojos hinchados delataran mi estado, de todas formas. Abro la puerta y antes de que pueda fijarme quien es, un par de brazos me rodean y se aferran a mí, el perfume de mi hermana inunda mi nariz y de inmediato mis ojos vuelven a inundarse.

Alejandro viene con ella, él se queda parado detrás de Lía sin ninguna expresión que delate lo que ahora está sintiendo. No me mira y de antemano mano sé que está enojado, posiblemente también decepcionado, pero aún así se une a nosotras segundos después, dejando un beso en la cabeza de cada una.

—Tranquila Lucí, no pasa nada. No es tan grave. Talvez papá no hablaba en serio, te adora, lo sabes. — intenta conciliar Líana tratando de hacerme sentir mejor, y aunque no lo logra, el hecho de que lo intente, me hace sentir menos miserable.

—¿Cuanto tiempo tienes, nena?— pregunta Alejandro tratando de mantener su enojo a raya. No puedo evitar mirarlo con amor, él es sólo seis años mayor que yo, siempre nos hemos llevado bien, de pequeña decía que él era mi super héroe favorito después de papá. Sonrío con tristeza al recordar esos días.

—Dos semanas.— pronuncio con un poco de dificultad por el llanto. Alej me miró y asiente apretando los labios, creyendo quizás lo mismo que han de estar creyendo todos; que engañé a Gael.

Pero aún así ninguno dice ni pregunta nada respecto al tema, e interiormente lo agradezco.

—¿A nosotros tampoco nos dirás quien es el padre?— niego decidida y bajado la mirada.

Mi Hermoso ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora