Capítulo VII

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Capítulo VII


   Aquella noche, el duque no bailó más. Sólo en dos ocasiones. Una con su madre. Y la otra con su hermana. Dejando a muchas deseosas y tan desilusionadas de haber tenido que conformarse de haberlo visto bailar.


   Una semana después de aquel encuentro, Kate se encontraba en el jardín, sentada en un banco, leyendo un libro de poesía que había heredado de su madre.


— Buenas tardes, señorita Debbington, perdone si le interrumpo. No sabía que estaba leyendo.

— Su excelencia...—cerró el libro de un golpe, mientras ella se ponía de pie a causa de su propio asombro.

— No, no se levante... Le he pedido a su tía que me conceda unos minutos a sola con usted... Espero no incomodarle.

— Ciertamente me tiene asombrada su visita.— tomó asiento, sin saber que más decir.

— Comprendo...— respiró hondo, recordando a qué había ido a aquel lugar—. Permítame explicarle las razones de mi visita. No soy un hombre que pensara en la posibilidad de casarse por segunda vez... Pero, después de conocerla, señorita Debbington, me he cuestionado a mí mismo, sobre por qué seguir con ese modo de pensar.

— No le entiendo...— dijo, sujetando con fuerza su libro. No quería imaginar lo que el duque Fitzgerald le intentaba decir.

—Señorita Debbington, quería preguntarle si usted me permitiría cortejarla... Pedirle con ello su mano, y se casé conmigo.


   Kate empalideció. Su respiración se agudizó. Y su corazón empezó a latir con más fuerza, que casi pensó que se desmayaría.


— ¿Se siente bien?... Perdóneme, tal vez he sido un poco imprudente y desconsiderado. Perdóneme si la he ofendido con mis palabras y le he perturbado a no pensar en lo que decía. Sin pensar primero en usted... ¿Desea que llame a su tía?

— Estoy... Estoy bien, excelencia... Sólo necesito tomar un poco de aire.

— ¿Segura?... Se ha puesto pálida por mi culpa.

— Perdóneme, solo ha sido a causa de la impresión del momento...—buscó su mirada—. ¿Me ha propuesto matrimonio?_ le preguntó con incredulidad, al encontrarse aún en shock—. ¿Le he escuchado bien?

— Sí, señorita... Si usted esta de acuerdo. Pero si considera inapropiado todo lo que le he dicho, le pido, por favor, que me disculpe... Mi intención no era sobresaltarla ni hacerle sentir mal.

— ¿Yo?... ¿Matrimonio?


   Kate cerró los ojos al no poder más con todos aquellos sentimientos que afloraban dentro de su ser. Cubrió su boca con su mano derecha, mientras las lágrimas empezaron a bañar su hermoso rostro. Deseaba lanzar al viento lo poco que le quedaba de sensatez y despertar de ese sueño maravilloso. Sí, eso era lo que era. Un hermoso sueño tan irreal.


— Lo lamento... No he querido hacerle llorar. Yo...— dijo al arrodillarse, colocándose en frente de ella. Mirándola con un corazón lleno de compasión y ternura, hacia aquella mujer que le hacia sentir aquellos sentimientos.


   Abrió los ojos, encontrándose con la mirada de aquel hombre que aún seguía allí, afirmándole que no era un sueño.


— En toda mi vida jamás esperé a que alguien me propusiera matrimonio... Dejé que la soledad se convirtiera en mi mejor amiga en estos últimos años. Recordándome en quien me había convertido. Y usted...Usted ha venido a proponerme matrimonio. Aún no le entiendo... Casi ni me conoce. No sabe nada de mí. Solo lo que tal vez haya escuchado de alguien más. ¿Por qué yo, cuando hay otras más adecuadas para un duque como usted?

— Porque usted es mucho mejor que ellas. La he estado observando señorita, y usted es lo único que puedo considerar apta para mí. Sé que no será un matrimonio por amor, pero puede ser de mutuo respeto. Tengo una pequeña hija y ella necesita una madre. Además, necesito una esposa que pueda darme un heredero varón. Y usted es aún una mujer joven. Llena de vida, que merece algo más de esta vida. Un esposo para callar los cotilleos de las damas chismosas de esta sociedad. Mi visita esta mañana tiene ese fin, si usted me acepta, se convertiría en la duquesa Fitzgerald... No llore más, por favor.— tomó su mano derecha con caballerosidad—. Acepté mi propuesta, por favor.


   Kate lo miró, sabiendo lo que aquel caballero le ofrecía. Un matrimonio de conveniencia, donde al menos, habría respeto.


— ¿Qué me dice, señorita Debbington?


   ¿Por qué sentía que debía insistir? ¿Qué demonios esperaba conseguir? ¿De veras quería casarse con ella, para darle una madre a su pequeña Stephanie? Se preguntaba en silencio Alexander, al no querer darse por vencido.


   Él aún no había escrito la palabra <<  fin >> en aquella historia que podía empezar en sus vidas.


— Sí usted está seguro de  sus palabras. Entonces, me veo en la obligación de responder. Sí, acepto.

Kate... El río que fluye dentro de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora