Capítulo XIII

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Capítulo XIII

  La mañana antes de partir de Edimburgo, Alexander se quedó a solas en su habitación mirando la puerta, unos minutos que le parecieron horas. Después se dejó caer desmoronado en el sillón, mientras en su mano tenía una copa de coñac.

   Había sido un error casarse con ella. Sí, lo había sido. Pero pronto repararía en ello. La solución seguía en su cabeza. Cada uno dormiría en habitaciones separadas. Y sólo iría a verla, cuando su cabeza comprendiera que era lo correcto a hacer, después de haber estado con ella. Aunque eso le hiciese verse como un hombre sin corazón. Un hombre sin sentimientos.

   Era consciente que le había dado en esos tres meses de luna de miel, todo aquello que no pensaba darle. Aunque sonará tan egoísta. Él se había hecho una promesa que pensaba cumplir. Y él era un hombre que cumplía todo lo que se prometía. Y sobre todo, era un hombre de palabra, por lo que debía sentirse en paz consigo mismo. Nunca le había hecho ninguna otra promesa a  Kate. Ninguna que implicará sentimientos. Solo le había prometido lealtad. Lo que muchos matrimonios carecían.

   Respiró hondo, consciente de que después que regresaran a Somersham. Cada uno seguiría con sus vidas. Ella se convertiría en la madre de su pequeña hija. Y él, en aquel esposo respetuoso que había prometido ser. Allí, en su casa de campo, podría freno a lo que quedara de sus pasiones. De ese Alexander que había desconocido, en sí mismo, cuando sus manos rozaron el cuerpo de aquella mujer, que ahora era su esposa.

_ ¿Lista?_ dijo al verla salir de otra habitación, mientras él se terminaba de beber su trago de un golpe.
_ Sí...
_ Pronto llegaremos a nuestro hogar...

   Aquel viaje había sido algo extraño para Kate. Sentía, de repente, que había alguien distinto a su lado. Y no Alexander. Él se había mantenido callado, como si estuviese pensativo. Por lo que ella se dedicó a descansar y a veces ver aquel paisaje. Hasta que él al fin rompió con aquel silencio.

_ A tus ojos tienes tu nuevo hogar... Es Somersham...

   A Kate le brincó el corazón con una oleada de expectación y estiró el cuello para ver su nuevo hogar. Allí formaría aquella familia que tanto añoraba. Nerviosa, le tomó la mano a Alexander y se la apretó.

_ Es todo lo que puedo darte..._ se dijo, en silencio, Alexander. Consciente de que no podía volver a cometer aquel error que había cometido en su luna de miel.

   El coche se detuvo en aquella entrada, donde la servidumbre le esperaban. Alexander le ayudó a bajar. Conduciéndola, a la escalinata de piedra, tomando de su mano, mientras los criados le daban la bienvenida. Sin embargo, Kate observaba lo distante que había vuelto a ser Alexander con ella. Él evitaba mirarla y tenía una expresión muy seria. Algo que le hacía preguntarte, si ella había dicho o hecho algo, para que él estuviese así.

   Adentro había más criados. Además de su nueva familia. Su suegra. Su cuñada y su pequeña hijastra. Una dulce niña que le miraba con curiosidad y dulzura.

_ Hola..._ le dijo a  Stephanie. Al arrodillarse y mirarla con dulzura.
_ Hola... Duquesa. Bienvenida a su nuevo hogar..._dijo con cierta timidez.
_ Gracias..._ dijo al sonreírle.

    A los pocos minutos de que Kate la llevaran a sus aposentos, la casa reanudó su actividad normal. Y ella quedó sola para tomar una siesta. El viaje de Edimburgo a Somersham realmente la había dejado agotada.

   Y en la noche, después de cenar en familia, ambos subieron juntos. Pero, a diferentes habitaciones.

_ Espero que te sientas a gusto...
_ Sí, gracias, Alexander... ¿Podría preguntarte algo?
_ Por supuesto...
_ Te he sentido algo distante desde nuestra partida de Edimburgo... ¿He hecho algo que te haya disgustado?
_ No... Posiblemente han sido ideas tuyas.
_ Perdóname... Posiblemente. Tal vez haya sido la preocupación de cumplir cabalmente todos mis deberes como la duquesa que debo ser a partir de ahora. Ser una esposa digna para ti... Y saber lo que significara para mí siempre este lugar.
_ ¿Y qué significara?
_ Mi nuevo hogar... Ver niños corriendo en cada rincón de este lugar. Siempre soñé con tener muchos hijos... Espero... Disculpa.
_ Tranquila... Me parece una buena idea. Ahora que cada uno debe seguir con su vida. Es el deber ser en un matrimonio como el nuestro. Si me necesitas, esa puerta da a mi habitación._ dijo al señalársela. Alejándose de ella, después de darle un beso en la frente.

   Debía cumplir con su promesa. Por lo que había pensando que alejando a Kate de esa manera, obligándola a darse cuenta, que jamás habría un vínculo de amor entre ellos, la protegía. De la misma forma en que él se protegía.

   Entró en su habitación. Despidió a su ayuda de cámara, sintiendo que necesitaba estar solo. Se sirvió una copa de coñac y se sentó en la silla que estaba cerca de su ventana. Bebió un largo trago y luego se sirvió otro, rogando que el efecto adormecedor llegara rápido, porque no soportaba pensar que Kate se encontraba en la otra habitación. Y que sólo una puerta le separaba de ella. Cerró los ojos cuando sintió un fuerte dolor en su interior. No, no debía ceder. Él era más fuerte. Sabía que si cedía a esos sentimientos, seguro se perdería a sí mismo.

_ Es un matrimonio por convenio. No hice promesa de amarla..._ se dijo, al beberse de un trago su tercer coñac.

   Kate se sentía extraña en aquella habitación, mirando hacia aquella puerta que le alejaba de Alexander. Cerró los ojos, sintiéndose un poco herida. 

_ Soy una tonta... Sólo que me hice la tonta ilusión de creer que había empezado a surgir algo diferente._ se reprochó a si misma_. Has sido siempre sincero y honesto conmigo. Desde hoy en adelante he de recordar tus palabras... Es un matrimonio por convenio. No de amor... Y he de ser una madre para tus hijos. Y una duquesa ante los demás...

   Una lágrima brotó de sus ojos. Lágrima que ella secó con un poco de pesar. Jamás se había propuesto a soñar despierta. Pero, en Edimburgo. Cada día que pasaba, sentía que en medio de los dos crecía algo.

   Más fuerte que aquel convenio. Lo había visto en mis ojos azules cobalto. 

_ Es tan fácil enamorarse de ti... Tal vez, jamás podré luchar con el fantasma de tu anterior esposa. Debiste amarla tanto, que no quieres volver a entregar tu corazón... Alexander. ¡Cuánto desearía que me amaras de la misma manera!... Me estoy enamorando, sin querer, de ti...

Kate... El río que fluye dentro de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora