Capitulo XIV

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Capitulo XIV

   Hay verdades que dividen el alma. Hay verdades por las que se debe vivir toda una vida. Y hay verdades que llegan a nosotros, para ver lo que nos negamos a observar.

   La vida continúa.

   El pasado se queda atrás.

   Quienes algunas vez amamos, y ya no están, siempre desearon nuestra felicidad.

   Pero, ¿qué tan difícil era para Alexander ver aquella verdad?

_ ¿Te gustan las rosas?_ le había dicho Kate a Stephanie, al sentarse junto a ella, cerca del jardín de rosas. El lugar en donde a veces la encontraba como pensativa, mirando los capullos que lentamente se abrían y las rosas que allí se encontraban_. ¿Puedo sentarme contigo?   
_ Sí.
_ Es un hermoso jardín…
_ Papá me contó que era el lugar favorito de mamá… Ella amaba las rosas blancas. ¿Le gustan a usted las rosas blancas?

   ¿Cómo negar que a ella también le gustaba? Sintió pesar al ver que hasta en eso, ella estaba de más. Aquel lugar seguía siendo hermoso en memoria de alguien. Y jamás sería por ella… Aunque ella amase también las rosas.

_ Sí… También son mis rosas favoritas.
_ Papá dice que siempre, mientras él viva, habrá rosas blancas… En memoria de mi mamá.
_ Me parece un lindo detalle…
_ ¿Verdad?_ dijo pensativa, mirando con cierta curiosidad infantil a Kate_. ¿Le gustaría ir a la casita de té?
_ ¿A la casita de té?
_ Es una casita que está cruzando el lago… Mi tía Anne suele llevarme a ese lugar a jugar. Es mi lugar favorito. Tengo tazas de juguetes… A veces llevamos una pequeña cesta llena de víveres, y comemos… ¿Le gustaría que se la enseñe?
_ Me encantaría… Si me invitas también a tomar el té._ sonrió con dulzura, contemplando a aquella pequeña niña.

   <<  Eres muy hermosa. Tan hermosa como de seguro fue tu madre… No es difícil entender porque ella sigue en su corazón. Fue alguien tan especial para tu padre y seguirá en su corazón siempre… >>

_ ¿Se siente bien?
_ Sí…

   Anne empezó a observar como su pequeña sobrina buscaba, cada vez, también la compañía de Kate. Al mismo tiempo, en que observaba lo distante y plasmático que se había convertido su hermano.

   Definitivamente, Alexander y Andrew podían darse la mano, ya que eran dos hombres que no veían lo que tenían en frente de sí.

   No obstante, el manual con el que guiaban sus vidas, les llevaba a ignorar toda aquella posible felicidad que estaba en frente de ellos. Y no se equivocaba, ya que ella se había percatado como su hermano prefería encerrarse en su estudio, con la misma excusa de siempre. Necesitaba ocuparse de los deberes que había adquirido por ser el duque de Somersham. Pero a veces, lo descubría mirando hacia el jardín. Observando a su pequeña hija feliz con aquella madre que él había encontrado para ella. Una mujer que cada vez le llenaba de sorpresas. Haciéndole, que a veces, no se entendiera a si mismo. No era correcto sentirse como se sentía. Sabiendo que aquella unión jamás estaría basada en aquel sentimiento llamado amor. Entonces, ¿por qué a veces la miraba por tanto tiempo?

   <<  ¿Qué me estas haciendo Kate? ¿Qué me sucede cada vez que te miro junto a mi hija?>>, se preguntaba, sintiéndose diferente a quien debía ser. Él estaba claro que el amor jamás estaría en medio de aquel matrimonio. Él nunca había estado dispuesto a enamorarse de Kate. >

      Y aunque podía odiarse por lo que estaba haciendo. Sentía que jamás había mentido. Siempre había dicho la verdad, por lo que él no esperaba dar más de lo que ella esperaba de él. Y ella, a su parecer, lo entendía. Ya que todo aquello era un matrimonio basado en la confianza y en aquella conveniencia que ambos encontrarían ventajosa.

    Alexander solo buscaba que ella concibiera un hijo suyo. Un hijo. Un hijo que esperaba que ella ya llevara en su vientre. Porque si seguía cumpliendo sus deberes conyugales, iba a perder la cabeza.

    Había días en que se sentía tan dividido. Una parte deseaba despertar teniéndola en sus brazos. Contemplarla al amanecer, en aquella cama, siendo una parte de él. Pero otras veces, deseaba salir huyendo. Como si se estuviese traicionando a si mismo, si continuaba un minuto más.
   
   Por lo que había buscado refugio en la soledad de su despacho o trabajando en compañía de su administrador, sin detenerse.  Aún no sabía cómo definir ese aspecto de su vida. Era más fácil tratar con los asuntos de su propiedad y los ingresos que adquiría por medio de sus tierras. Que aquello en que no deseaba pensar.

        Sin embargo, hay sucesos inevitables en la vida que no se pueden evitar.

_ ¿Me leerías un cuento, mamá?_ le había dicho Stephanie a Kate, sorprendiéndola no tan sólo a ella, ni a Anne, que se encontraba allí presente. Sino al mismo Alexander, cuando se acercaba a aquella habitación para darle el beso de buenas noches a su pequeña hija.

   Kate se quedó muda. Era la primera vez que la niña le decía mamá. Aunque había observado como ella le empezaba a mirar y a buscar. Por lo que sintió un profundo sentimiento de abnegación y amor. No era su hija, sin embargo, en un rincón de su corazón deseaba que ella fuese su hija.

_ Por supuesto… Hija._ y se dedicó a buscar aquel cuento que Stephanie había expresado que era su favorito. Encontrándose, de repente, con la mirada inexpresiva de Alexander en el marcó de la puerta.

   Sus miradas se encontraron. Ella se sintió incómoda, porque él la miraba como si fuese una intrusa en aquel lugar. Para luego sonreírle con cierta aceptación distante.

   ¿Acaso no era lo que él había buscado en ella? ¿Ser una madre para su pequeña hija también?

Kate... El río que fluye dentro de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora