Capítulo XXIV

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Capítulo XXIV

   Así como llegó, así se marchó, dejando una estela de sentimientos a su partida, sin él saberlo. Kate se había refugiado una vez más en su habitación, sin hacerle ver a Anne que ella había escuchado aquella conversación. No quería inquietarla con aquel dolor que se formaba en su corazón. Mucho menos, preocuparla innecesariamente, a causa de su tristeza. Stephanie se volvió una niña distante y poco conversadora, le dolía aún más aquella partida de su padre, comprendiendo el porque lo hacia. En su inocencia, había entendido que su padre no quería estar cerca de Kate. 

   Y ahora, ella tampoco.

  Ya Kate no era su mamá. No la quería como madre, sólo la quería lejos para que así su padre regresara.

_ Y bien, ¿qué informe me traes?_ le preguntó el primo lejano de Alexander a aquel hombre que había contratado.

_ El duque ha vuelto a marcharse a Londres, a pesar del invierno terrible que nos rodea. Sólo ha ido a su propiedad a ver a su familia por poco días. La duquesa ha vuelto a encerrarse en su habitación. Muchos dicen que es a causa del embarazo. Pero me temo que es porque el duque ha sido muy indiferente a su visita. Nunca se acercó a ella… Se dice que hasta hubo una discusión entre su él y su hermana.

_ Interesante… ¿Algo más?

_ He pensado un nuevo ataque… Quizá le interese…

_ Habla… Me desespera las sorpresas, y mucho más, el misterio…

_ La duquesa suele utilizar el bote para ir a la casita de té, que la hija del duque suele frecuentar como su lugar de juego favorito. El lago aún no se ha congelado por completo. Podríamos ahuecar un poco el bote, para que nadie se de cuenta. Nadie podría caer en el lago y tolerar por tanto tiempo, sus aguas tan frías.

_ Me parece una excelente idea…

_ Sabía que le encantaría. Además, nadie podría sospechar de mí. Me he labrado una confianza intachable…

_ Mejor todavía.

_ Entonces, ¿puedo ponerme a trabajar en ello, señor?

_ Por supuesto…

  Lejos de allí, Kate se encontró por primera vez con un rechazo que no esperaba de aquella pequeña niña, a la cual había empezado a amar como una hija.

_ ¿Te gustaría que te leyera un cuento antes de irte a dormir?

_ No… No quiero… Puede irse duquesa… 

  Aquello le rompió el corazón. Por primera vez, ella le hablaba con distancia. Sin permitir que se le acercara aún más.

  Y no fue la única vez que tuvo que soportarlo. Anne y su madre pudieron ver como ella le rechazaba al no quererla cerca y al hablarle con aquel frío formalismo.

_ No has comido nada, Kate… ¿Te sientes mal?

_ Estoy bien… Sólo que no me apetece comer. Tengo revuelto el estómago… 

_ Debes comer… Piensa en el bebé…

_ Lo sé… Lo sé…

_ ¿Es por la actitud de Stephanie?

_ Anne…

_ No sé que pensar. Ella nunca había actuado de esa manera.

_ Quizá sea porque le duele que su padre se haya tenido que ir de nuevo… ¡Me siento tan culpable!

_ No es tu culpa… ¿Me entiendes?... Quizá tenga que hablar con ella.

_ Ambas sabemos que su padre se ha marchado para no verme cerca. Y…

_ Mi hermano se ha convertido en un completo idiota, ¿me has entendido?

_ Debo retirarme, con tu permiso, iré a mi habitación a descansar un momento…_ fue la única respuesta que se atrevió a decir.

   Pero la única verdad era que la actitud de Alexander les estaba lastimando. En especial a su pequeña hija y a Kate.

   Y una mañana, la última gota que faltaba para rebasar el vaso llamado “paciencia”, apareció sin remedio alguno.

_ Hola… ¿Puedo pasar?_ le había preguntado Kate a Stephanie, al entrar a su habitación, queriendo saber que le pasaba a la niña esa mañana.

_ ¿Qué quieres?

_ Quería estar contigo un momento… Mostrarte unos escarpines que he tejido para tu hermanito o hermanita. Quería saber si te gustaban… 

_ No me interesa verlos… Puedes dejarme sola.

_ ¿Estás molesta conmigo, mi niña?

_ ¡Yo no soy nada tuyo!

_ ¿Por qué me hablas así?

_ Porque no te quiero… Mi papá no quiere estar aquí por tu culpa. Se ha ido a Londres para no estar cerca de ti… ¡Eres mala! 

_ Stephanie…

_ Tú eres quien debería marcharse… No mi papá. Por eso no te quiero… ¡Tú no eres mi madre!... ¡Nunca serás mi madre!... ¡Te odio! ¡Te odio!

  Stephanie salió corriendo de aquella habitación, mientras Kate se quedaba helada. Aquello había sido tan cruel para ella. Tenía seis meses de embarazo. Simplemente seis meses en aquel mes de febrero. Y de repente, lo único que le quedaba de esa breve alegría que tenía, a su parecer, se venía al pique.

Kate... El río que fluye dentro de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora