UNO

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–Mi nombre es Ana Galera, tengo dieciocho años y estoy muy emocionada por empezar el primer semestre de la carrera de Historia. Actualmente soy soltera, vivo con mis padres y mis hermanitos trillizos.

Tomo asiento después de presentarme ante la clase, me encanta escuchar el murmullo general después de afirmar que mis hermanitos son trillizos. Todos quedan absortos con esa introducción, al final de la clase seguramente se acercarán a preguntarme cómo es vivir con tres monstruitos idénticos.

Pensé que por estar en la universidad el tema de las presentaciones el primer día de clases había quedado atrás, ya me di cuenta de que no es así. Llegada la última hora conozco lo básico de cada uno de mis treinta compañeros, pero la maestra no, así que está muy atenta durante nuestros discursos.

"Registros históricos y lo que nos aportan", creo que esta asignatura será de las más relajadas. La maestra es la señorita Dulce Ventura, no se ve especialmente ruda. Parece que es recién graduada, a lo mucho tres años de haber terminado la carrera, sin embargo, parece tener un dominio perfecto de la materia y su especialidad.

–Sé que es el primer día, muchachos –anuncia con una sonrisa–, pero debo marcarles el proyecto hoy. Deberán entregarlo una semana antes de finalizar el semestre.

Camina hacia adelante acercándose a las primeras filas con misterio, como si revelar el tema del proyecto fuera sumamente emocionante.

– ¡Deberán buscar a sus antepasados! –dice al fin con gran emoción– Quiero un árbol genealógico de mínimo cuatro generaciones para obtener la nota aprobatoria, mientras más atrás vayan más alta será su calificación. Todos los detalles que incluyan, desde el nombre, acontecimientos vivídos, fechas o lugares; todo deberá estar amparado por un registro histórico...

Eso es fácil –dejo de poner atención a los detalles que pide.

He pasado mucho tiempo buscando la genealogía de mis padres, tengo dieciséis generaciones y contando... ¡Rayos! Una pequeña punzada de tristeza me oprime el corazón. Como dije antes, he investigado la genealogía de mis padres... mis padres adoptivos, su historia. En lo personal, no sé bien quién soy o de dónde vengo en realidad.

– ... por cada fecha, nombre y acontecimiento, así es señorita García. Quiero al menos un documento que valide cada dato que ustedes incluyan en su árbol.

Escucho las últimas indicaciones de la profesora cuando regreso en mí, me percato de que ya ha escrito en la pizarra algunos sitios web y lugares públicos en los que podríamos investigar. Echo un vistazo para darme cuenta de que los conozco todos.

Al finalizar la clase me acerco a la maestra para explicarle mi situación.

–Te felicito mucho Ana –agrega contenta–, hasta este momento eres la alumna que tiene el mayor número de generaciones –no puedo guardar la sonrisa de orgullo que quiere dibujarse en mi rostro, luego agrega–, así que dejaré a tu criterio lo que quieras hacer.

Mientras terminaba la oración se puso de pie y empezó a recoger sus cosas del escritorio, la sonrisa me cambió a un gesto de duda.

– ¿Qué quiere decir, profesora? –pregunto desconcertada.

–Quiero decir, que para el final del semestre podrás entregarme la genealogía de los trillizos o la tuya.

Lo dijo con una sonrisa tan sincera y una tranquilidad aplastante que me quedé atónita ante su propuesta, se me hizo tan atrevida que decidí tomarla como un reto. Antes de poder contestarle la vi atravesar la puerta dejando a la chica sin historia sola en el salón.

*

Octubre 1906

Epifanio Herrera caminaba de un lado a otro por el pasillo, esperaba impaciente a que la puerta de la habitación se abriera. La angustia le carcomía, hacía ya algunas horas que la partera y el doctor habían llegado a la casa para asistir a su esposa Martina durante el parto, se habían encerrado en el cuarto y él no había tenido ninguna noticia de lo que pasaba adentro. Lo único que escuchaba era un ocasional grito producido por la parturienta.

Tuvieron que pasar unos minutos más para que el doctor saliera y diera la noticia.

–Te felicito, Epifanio –dijo dándole la mano y tomándolo por el hombro–, tienes un varón.

El hombre, recién convertido en padre, no cabía en sí de la emoción; corrió para estar a un lado de su esposa y juntos admiraron a su pequeño hijo.

–Jorge se llamará –pronunció Epifanio.

Martina solo asintió cansada y besó a su bebé. Se sentía satisfecha con ella misma, había soportado valientemente el dolor de traer un hijo al mundo. Se había casado con Epifanio años atrás por mandato de sus padres, ahora le había dado a él un hijo varón. Esperaba que con esto el aprecio hacia ella creciera y se le tomara un poco más en cuenta por haber cumplido con las exigencias de su marido.

¿Quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora