CUARENTA Y OCHO

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Tiempo actual

Las noches se han vuelto cortas últimamente, siento que el tiempo no me da para terminar la larga lista de pendientes y tareas que tengo de la escuela. Mamá y papá se han visto demasiado comprensibles, me han relevado de tareas domésticas estos días lo cual me ha brindado un tiempo adicional que agradezco demasiado. Estoy a tal punto que pararme para comer o ir al baño se me hace una pérdida de tiempo. Daniel y yo únicamente hemos hablado en la escuela estos días, no hemos podido salir o vernos más, cada uno está concentrado en salvar el semestre.

– ¿Te vas a casa? –pregunta Dani estirándose, se ve cansado después de una larga sesión de estudio en la biblioteca.

–Aún no –respondo guardando mis libros en la mochila–, necesito hablar con la señorita Ventura primero, ¿me acompañas?

Cierro la mochila después de lanzarle la invitación. Él sonríe ampliamente.

–Hasta la pregunta ofende, te acompañaría a donde fuera.

Río un poco nerviosa, él se sonroja.

–Discúlpame, creo que traigo demasiado estrés –se escusa avergonzado.

–Primero necesito imprimir algo –saco un USB del bolsillo sonriendo, restando importancia a su comentario.

– ¡A la papelería! –grita con ánimos.

Imprimimos los documentos que necesito y caminamos hasta el salón. Parece ser que la maestra está calificando exámenes. Tocamos la puerta. Voltea y al reconocernos nos invita a pasar amablemente.

– ¿Qué puedo hacer por ustedes, muchachos? –Su felicidad siempre es contagiosa.

–Buenas tardes, señorita, lamento molestarla a esta hora.

–Descuida Ana, ¿qué sucede?

Inclino la cabeza algo apenada.

–Creo que... como proyecto final voy a entregar la genealogía de los trillizos.

Ella me mira con ternura.

–Ana, está muy bien, recuerdo que desde el primer día te dije que no habría problema.

–Sí, pero... ha sido realmente difícil, ¿sabe? –trato de reunir valor para pedirle el favor.

–Lo sé –asiente comprensiva–, ¿qué necesitas?

Daniel y yo nos miramos sorprendidos.

– ¿Cómo lo supo? –exclamó Daniel.

Le doy un codazo discreto y la maestra ríe.

–Ya tengo tiempo dando clases, aprendí a reconocer las emociones en mis alumnos.

Me sonrojo y sacó de la mochila las hojas que imprimí, juego un poco con ellas mientras le explico lo que contienen.

–Encontré estos documentos en internet, no estoy segura de si puedan servirme... pero quisiera su ayuda.

Los extiendo hacia ella y los toma con verdadero interés.

–A ver.

Le acerco el registro de naturalización de Fernando Garza.

*

Ana le entrega a la maestra los papeles que imprimimos hace un momento, la señorita Ventura los toma y se pone los anteojos para observar mejor, está realmente interesada en los registros de Ana. Me acerco curioso pero no logro descifrar nada en los documentos ¿de verdad pueden leer lo que está escrito?

¿Quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora