VEINTISÉIS

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Tiempo actual

He puesto un poco de música con el volumen no tan fuerte para que podamos platicar y estudiar cómodamente. Aun así, de vez en cuando escuchamos el grito de uno de los tres monstruitos.

Me fijo en que Daniel está explorando mi habitación, no había tenido oportunidad de entrar antes.

–Eres una chica rara –dice mientras revisa las cosas que hay en mi escritorio.

– ¿Qué te pasa? –dijo fingiendo estar indignada–, respétame, estas en mi casa.

Toma algo del escritorio y lo acerca a mí.

–Dime ¿qué chica de la escuela tendría un directorio telefónico en su cuarto? –luego agrega mientras lo hojea – Y a parte está subrayado.

Empiezo a reír, tiene razón. Me siento en la cama y le cuento un poco de lo que planeaba hacer.

–Wow, te la volaste. ¿Leíste de verdad todos estos nombres?

Asiento con resignación.

Pasamos a la tarea y después de un rato ambos nos hemos aburrido, él toma el directorio de nuevo y empieza a hojearlo.

– ¿Buscabas algo en específico? –pregunta interesado.

Lanzo un suspiro y dejo de lado la libreta y el libro en el que estaba trabajando.

–Estaba pensando en mi abuela, ella probablemente siga con vida –comento mientras me acerco a él.

–Oye, eso estaría super bien, ¿no?

–Sí, lo sé, quiero imaginar que es así.

– ¿Cuál es su nombre?

Pienso un momento antes de contestar. ¿nombre real o el nombre con el que está registrada? no debo abrumar a las personas con los detalles de mi historia familiar, es mía y es pasado.

–María Corona Herrera –respondo por fin.

Dani me mira y busca en las páginas del directorio decidido.

–Ok, te ayudare.

Lo miro con incredulidad.

–Ya leí el directorio completo, cada nombre, los leí lenta y detenidamente para no saltarme algo importante. Los subrayados son los que comparten algún apellido conmigo.

–No importa, nunca está de más una segunda opinión, Ana.

En eso tiene razón.

–Bueno, yo seguiré con la tarea.

Me tumbo en la cama para terminar la parte del proyecto que me corresponde.

Después de cinco minutos Daniel avienta el directorio fastidiado.

– ¿Vamos a la tienda por helado y papitas?

Lo miro divertida.

–Que no te escuchen los trillizos.

*

1943

Jorge sintió como si un cubo de agua helada le hubiera caído encima. La respiración se le detuvo, la boca se secó de repente, garganta cerrada. Tenía un profundo vacío en el estómago y parecía que todo alrededor de él daba vueltas. Un sudor frío le recorrió la espalda, le baño también la frente delatándolo. Todo combinaba perfectamente con la palidez que había adquirido.

Los síntomas no duraron más que un breve segundo, pero para Jorge el mundo pareció detenerse ante la fría y distante mirada de Eliseo Pilar, quien de improviso se echó a reír.

¿Quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora