Marzo 1933
Cuando Jorge fue por María, no pudo dejar de pensar en ella todo el tiempo. Se preguntaba cómo sería, a quién se parecería, cómo hablaría...
Le hacía muchísima ilusión conocer a su pequeña hija.
El viaje no hubiera sido tan largo como la vez que se marchó, las vías eran mejores y la ruta más directa; además, los caminos para el coche estaban en mejores condiciones. Sin embargo, en ese momento las rutas del tren estaban en expansión, así que la manera más rápida de llegar sería por mar y luego tomando un coche.
Tuvo que esperar algunas semanas para poder embarcar, no salían barcos muy seguido en esa dirección, pero valió la pena toda la espera.
Al llegar a su antiguo pueblo no pudo menos que sentir gran nostalgia, ahí había crecido, ahí se formó, había amado, se había convertido en hombre.
Apenas se puso en camino notó que llamaba mucho la atención, no había una sola persona alrededor que no se le quedara mirando. No sabría decir si lo observaban por admiración o porque lo reconocían. Al final decidió que era porque lo reconocían ya que había notado a un grupo de niños que se santiguaban rezando una curiosa frasecita mientras miraban en su dirección, se subió a un coche sin más dilación.
Se dio cuenta de que su hermana y Alejandro se habían ido a vivir a una parte alejada del pueblo. Sin embargo, la urbe había crecido bastante en los últimos años y se fue acercando poco a poco a esos terrenos.
Esperaba de todo corazón que con el paso de los años el rencor hacia ellos hubiera disminuido aunque fuera un poco. No le gustaba para nada la idea de que Mónica permaneciera ahí, mucho menos si las personas los seguían aborreciendo y guardando resentimiento hacía ellos. Aunque claro está, es difícil olvidar algo si ves a diario el motivo de tu desencanto.
El coche paró en el enrejado de la propiedad. María curiosa se asomó por la ventana al escuchar el sonido tan cerca.
Vio bajar a un hombre bien parecido y corrió a avisarle a sus padres.
Ese día María estaba especialmente feliz, papá no había ido a trabajar, se había quedado en casa. Cuando se acercó a él para decirle lo del visitante lo encontró hablando muy serio con Mónica.
–Alguien ha venido –habló tímidamente.
–Es hora –dijo Mónica mirando a Alejandro.
–Ven, María –la tomó de la mano.
La acompañó a su cuarto y sacó rápidamente una pequeña valija.
–Junta las cosas que más te gusten y guárdalas aquí –ordenó su madre y dándole un beso en la frente agregó–, en seguida vuelvo.
Salió de la habitación presurosa, al igual que los golpes que se oían en la puerta.
El corazón de Mónica latía a mil por hora. Las manos le sudaban y le faltaba la respiración. Se tomó un respiro, justo cuando iba a abrir la puerta sintió la mano reconfortante de Alejandro sobre su hombro. Lo miró a los ojos, este asintió y ella abrió.
Allí, frente a su puerta se encontraba el hombre más elegante y airoso que jamás había visto, aquel del que había estado enamorada desde siempre. Ella lo miraba y él la veía de la misma forma. No se dijeron nada, hacía mucho que sus miradas bastaban para saber lo que el otro quería decir.
Mónica se cubrió el rostro con las manos y empezó a sollozar, él no derramó ni una lágrima, pero se acercó a consolarla y abrazó a su hermana de nuevo, por primera vez en más cinco años. Alejandro no dijo nada, contempló por un momento la escena y luego fue a la habitación de María a verificar que todo estuviera en orden y las cosas listas, dejó a los hermanos solos en la sala para que arreglaran sus asuntos.
ESTÁS LEYENDO
¿Quién eres?
Non-FictionEsta historia narra la vida de muchas personas, pero a la vez cuenta la historia de una sola. Decidida, Ana empieza una inocente búsqueda de sus antepasados, sin embargo, en el camino descubrirá historias asombrosas, acontecimientos tristes, cosas...