TREINTA Y CINCO

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Tiempo actual

Después de lo sucedido en el seguro social estoy realmente apagada y sin ganas de hacer nada, cómo puede alguien ser tan indiferente a lo que otro ser humano necesita. Es cierto que no es un asunto de vida o muerte, pero por qué tratar mal a alguien solo porque tú no sabes algo.

Afortunadamente no estoy sola. Daniel se encarga de hacer lo necesario para animarme y hacerme sonreír.

Aun a su lado me siento sola, pero después de pensar un rato me doy cuenta de que no todo está perdido. He logrado meter una solicitud para que se analice mi caso y me den respuestas. Claro que será en casi dos años, y yo, durante ese tiempo no pienso sentarme a esperar. El señor me dejó muy en claro que incluso podría pasar ese tiempo y no me resolvieran nada. No me sorprendería si yo encontrara primero algo de esa misma magnitud que me ayudara a dar con el paradero de mi familia.

Daniel ha insistido en llevarme a un lugar "fantástico" que además es el restaurante favorito de su hermana, técnicamente me está invitando a comer algo y con la depresión que traigo encima acepto sin dudarlo. A parte estoy muriendo de hambre.

–Te va a gustar, ya verás –me dice emocionado–, es un lugar bastante acogedor.

Avanzamos por calles conocidas y doblando en una esquina particular queda en mi rango de visión mi restaurante preferido en el mundo.

Me quedo parada un momento pensando.

–¿Es ese? –pregunto mientras apunto en su dirección.

–Sí, es ese. ¿Ya lo conocías? –me mira asombrado.

No pude evitar sonreír ampliamente.

–Es mi favorito también.

Daniel me devolvió la sonrisa y caminamos alegres el resto del camino.

Hay mucha gente, pero no está lleno, pudimos escoger una mesita cerca de la entrada. Busqué con la mirada a Ingrid, mi amiga que trabaja aquí, pero parece que hoy es su día de descanso.

–Y, bien –me dijo Dani cuando nos hubieron traído los menús–, ¿qué sueles comer cuando vienes aquí?

Me quedo pensativa un momento, analizando la respuesta que voy a dar. No quiero mentir, pero al mismo tiempo me da un poco de vergüenza decir la verdad.

–Pues de todo un poco –contesto al fin encogiendo los hombros.

Daniel ríe.

–Yo también, amo todo lo que cocinan aquí. Mi hermana igual adora este lugar, su esposo se lo enseñó cuando apenas empezaban a ser novios. Siguen viniendo de vez en cuando.

– ¿Tu hermana se parece a ti? Tal vez ya la haya visto en alguna ocasión, frecuento bastante el lugar también.

–Déjame ver si traigo una fotografía de ella en el celular.

Mientras tanto ordenamos la comida.

–Mmm –dice Dani al fin–, no, no tengo fotos con ella. No sé por qué. Mi internet está fallando, si no podría enseñarte una foto juntos.

–Pierde cuidado, ya habrá tiempo después, puedo estalkearte llegando a casa –le guiño un ojo.

Ríe un poco y niega con la cabeza.

–Vanessa me odiaría si sabe que subí una foto suya al facebook, ella no tiene una cuenta, pero creo que mi mamá ha subido alguna foto con ella.

–Mejor dejémoslo así, tampoco me urge mucho conocerla.

Charlamos sobre más cosas vanas, me di cuenta de que con él puedo hablar de cualquier cosa. Aunque no se ve como un chico muy avispado conoce de muchos temas y siempre tiene una respuesta para cada cosa que le pregunto. Casi terminamos de comer y se ha producido un momento de silencio. Pero no es para nada incómodo.

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