TREINTA Y UNO

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Tiempo actual

Todavía estoy en shock por las noticias que acabo de leer, camino distraída para tomar el transporte público que me llevará a casa. Al llegar al paradero veo que hay mucha gente, prefiero caminar que quedarme parada esperando por nada. Sería buena idea llamar a papá, pero prefiero estar en paz.

Oh, ya sé, ¡llamaré a Daniel!

Recuerdo que él y su hermana pasarían la tarde juntos, de seguro está con ella aún o a lo mejor ya en casa, ¿para qué molestarlos?

Ya es de noche, las calles están más oscuras de lo que esperaba y la temperatura ha bajado un poco también, no vine preparada con un suéter así que cruzo los brazos, abrazándome para tener un poco de calor.

Como mencionaba, camino distraída, muy distraída, tanto que cuando me doy cuenta estoy en una calle en la que no debo estar, ya que no es parte mi ruta para regresar a casa.

Doblo en una esquina para retomar el camino y tratar de ubicarme, caminando sobre esta calle distingo a unas cuadras mi restaurante favorito, que oportuno porque muero de hambre. Más que un restaurante es un lugar donde venden comida rápida y antojitos de la región, tiene un aire juvenil que lo hace agradable y acogedor para personas de todas las edades. Es bastante conocido por lo que siempre está concurrido, pero siempre hay mesas disponibles. Decido entrar y llamar a mis padres para que me recojan aquí.

Me siento en una mesa alejada en el fondo, casi cerca del baño. Saco la laptop para adelantar algunas cosas en lo que vienen a buscarme. En eso estoy cuando se acerca Ingrid a tomarme la orden.

–Hola, Ana –dice con su jovialidad de siempre acompañada de esa sonrisa cálida y cansada–, tiempo sin verte por aquí.

–Lo sé –le contesto un poco apenada–, he estado un poco ocupada.

Nos conocemos desde la secundaria, por cuestiones familiares y económicas ella no ha podido continuar con sus estudios por lo que se vio en la necesidad de dejar a medias la preparatoria y dedicarse a trabajar. Es una chica bastante agradable, mucho más alta que yo, con el cabello castaño siempre amarrado en una cola y ojos negros bastante penetrantes.

–Me imagino –dice sonriendo–. No te preocupes por eso, ¿te traigo lo de siempre?

–Sí, por favor.

Lo que me gusta más que nada en este mundo es comer papas a la francesa (papas fritas) con malteada de fresa. Recalco "con" malteada de fresa. Me encanta partir las papitas a la mitad y meterlas a la malteada, el saborcito agridulce de la fresa con lo salado de las papitas es lo más rico que hay en el mundo.

Por eso me aparto para comerlo, la gente siempre se me queda mirando raro y es realmente incómodo. Aunque yo debo ser la que se ve rara.

Mis padres están tardado en contestarme el mensaje, después de un rato mamá me llama para decirme que uno de los trillizos olvidó que tenía que hacer una maqueta importante para mañana, papá había salido con él a comprar el material para hacerla y no le contestaba el teléfono.

Por tanto, tendré que esperar a que él regresé a casa, que lea el mensaje o irme a casa sola. Decido esperar y comer tranquilamente.

Pasados unos minutos llega mi ansiada orden de papitas con malteada de fresa.

Platico un rato con Ingrid, reímos y luego ella vuelve al trabajo. Desearía poder ayudarla de algún modo, por eso siempre dejo una generosa propina.

Ensimismada en mi tarea y en mi deliciosa comida no me doy cuenta que un lujoso Volvo S90 acaba de pegarse a la fila del autoservicio del local.

Miro distraídamente a todas las personas y suspiro. ¿Seré la única que se atormenta por no conocer nada de su pasado?, o ¿porque lo que sabe no es muy agradable?

¿Quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora