Capítulo 19
Michael
Beso a Elizabeth con descontrol mientras la coloco sobre la mesa. Mis manos viajan a sus grandes y perfectos pechos y comienzan a masajearlos, deteniéndose especialmente en sus pezones.
Quiero follármela aquí mismo, sin control, pero mi cabeza me indica que no lo haga y me detengo de golpe alejándome de ella.
No me he tirado 1 semana sin llamarla porque esperaba a que diese el primer paso, sino porque tengo miedo. Alguien del estudio tiene SIDA, y aún no sabemos si lo contrajo aquí o no, pero lo que si sé es que yo había rodado escenas sexuales con esa mujer, y ahora tenía miedo de haber sido contagiado.
Aún no fui capaz de realizarme los análisis, estoy jodidamente acojonado de que salgan positivos.
También me da miedo decírselo a Elisabeth, ¿y si se aleja de mi por miedo?
— ¿Qué ocurre? — pregunta con los labios enrojecidos e hinchados.
— Nada es sólo que...— vamos Michael díselo, a fin de cuentas Elisabeth te ha demostrado ser una mujer mucho más madura de lo que pensabas— tengo miedo de que entre alguien, no me gustaría exponerte así.
Elisabeth asiente y se levanta de la mesa, tratando de recomponerse. Aunque viene tan informal no puedo evitar verla completamente irresistible. Elisabeth es una mujer tan bella que casi no necesita arreglarse para lucir arrebatadora, creo que hasta se vería irresistible con una bolsa de basura.
Tengo que dejar de fijarme en su hermoso cuerpo y centrarme en otra cosa, algo que me distraiga de poseerla aquí mismo.
— ¿Cómo va el trabajo de investigación?
Elisabeth me enseña una enorme sonrisa y comienza a hablarme de todo lo que lleva hecho. Se ve realmente emocionada y orgullosa de lo que está haciendo, y al parecer su profesor se muestra de la misma forma, algo que según ella le sorprende, debido a la fama que se guarda el mismo.
Elisabeth me comenta datos y averiguaciones que me resultan sorprendentes y que yo desconocía completamente, y eso que llevo años trabajando en esta industria.
Mientras habla mis manos toman las suyas y las acaricia. Es una necesidad constante que se me genera cada vez que estoy cerca suya, siempre necesito sentir el tacto de su piel, es reconfortante y..., dios no sé como describirlo, pero es como si todo aquello que me perturba desapareciese por unos momentos, esos en los que estoy con ella.
Nunca en mi vida me ocurrió algo así, por eso a veces no sé ni cómo actuar.
— Sólo me queda algo, algo que le dé un toque final, y estará listo— da una palmada y sonríe ampliamente, algo que me hace sonreír a mi también.
Mi mano viaja a uno de sus mechones rebeldes y se lo coloca tras la oreja mientras la observo directamente a los ojos.
— Perdón, siento mucho como actué el otro día, me gustaría compensártelo llevándote a un lugar muy especial para mi, ¿estás libre?
— Sí, ¿pero voy a ir con estas pintas?
No puedo evitar sonreír cuando veo el pequeño sonrojo que se forma en sus mejillas.
Me acerco a ella y deposito un pequeño beso en sus labios.
— No hace falta, así estás perfecta, vamos— doy un pequeño azote en su culo y luego tomo su mano.
Y así vamos, agarrados de la mano hasta que salimos del edificio y nos metemos en mi coche.
— Vaya, si, muy bonito— dice Elisabeth con una falsa sonrisa mientras observa el local cerrado adornado con un enorme cartel de se vende.
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Rompiendo tus códigos
Romance¿Qué tienen en común una estudiante de sociología y un actor porno?