Sorpresas

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Capítulo 21

Michael

Los días pasan y pasan, haciendo así dos meses desde que decidí involucrarme en el proyecto de tener mi propio restaurante. Lo decidí y así lo hice, compré el restaurante que me hizo enamorarme de la cocina. Es una locura, lo sé, y querer llevar a cabo mi idea hace que tenga que realizar una serie de películas en las cuales cada vez me siento menos cómodo, y no por lo sucedido con nuestra ex compañera de trabajo, aquella que contrajo el VIH, que también influye; sino por el hecho de que mi relación con Elisabeth se hace cada vez más fuerte e involucra muchos más sentimientos.

Ser actor porno es mi trabajo, lo sé, pero no puedo evitar sentir que estoy siendo desleal con ella, y por las caras que pone cuando le digo que tengo que ir a trabajar, me da a entender que ella siente lo mismo. No lo hemos hecho oficial, no nos llamamos novio y novia, pero a veces creo que eso no es necesario, y más cuando los actos y la forma de tratarnos hablan por sí solos.

No me siento cómodo en mi trabajo, ya no lo disfruto como antes, y cada vez me cuesta más empalmarme, tengo que tirar de la imaginación y pensar que esa mujer que se encuentra ahí es Elisabeth, y no una de mis compañeras de trabajo.

Alan lo ha notado, y lo pasa mal por mi. Nuestra relación es muy especial, lo que provoca que a veces nos mimeticemos de tal forma que podamos sentir lo que siente el otro. Ha hablado conmigo, en muchas ocasiones, y me ha intentando convencer de dejarlo, de buscar otro trabajo que pueda suplir los gastos que me está generando crear mi restaurante a la par que brindarle los cuidados médicos que mi madre necesita y cubrir los gastos escolares de mis hermanas. Pero seamos claros, no tengo apenas formación, a los únicos puestos de trabajo que puedo optar con mi experiencia y nivel de estudios no alcanzan para pagar todos los gastos que tengo en estos momentos, mientras que el porno me ofrece una solución mucho más rápida y con cifras mucho mayores.

**

Le indico a uno de los trabajadores el tipo de suelo que quiero para el restaurante y las tonalidades de las paredes, ya que parecen que los que había elegido en un principio no me convencen.

Estos asienten y comienzan a ponerse manos a la obra retirando los viejos tablones de madera que tiene por suelo el restaurante.

El sonido de unos tacones llaman mi atención y no dudo en girarme encontrándome con la enorme sonrisa de Elisabeth. Los numerosos trabajadores la observan embelesados, algo que suele hacen muchos hombres y que ella pasa completamente por alto.

Se ve maravillosa en esos pantalones de efecto piel negros oscuros, con su camiseta desgastada de Led Zeppelin y unos tacones altos. Su pelo cae en cascada sobre sus hombros, su rostro con un ligero toque de maquillaje pero unos profundos labios rojos. Terriblemente irresistible, jodidamente buenorra, así es ella, y me encanta.

Camina hacia balanceando sus caderas de forma inconsciente, y cuando tan sólo esta a unos centímetros de distancia besa mis labios de una forma que me enloquece, ganándome la envidia de los demás hombres que se encuentran allí.

— Hoy, al igual que el resto de los días te ves hermosa, y terriblemente caliente, ¿puedes dejar de ser tan caliente? — digo en su oído.

Esto provoca una pequeña carcajada en Elisabeth que es música para mis oídos. Adoro su risa, es algo que me encanta.

— Mira quien me lo dice— su dedo pasea por mis abdominales y yo siento que mi polla se endurece ante ese pequeño contacto— el que es caliente hasta con una bolsa de basura.

Le robo otro beso antes de tomar su mano y dirigirla a la cocina, la habitación que nos mantendrá alejados de las miradas lascivas de los trabajadores y nos dotará de una intimidad que estoy deseando tener.

Rompiendo tus códigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora