Capítulo 10
Michael (alias Pierre)
Elizabeth no aparta su pequeño cuerpo del mío y no me molesta. No me molesta abrazarla y tratar de reconfortar su pequeño dolor, que en cierta forma me tranquiliza y no permite que en estos momentos vaya en busca de ese asqueroso novio y le parta la cara.
No se que es lo que Elizabeth sufrió en el pasado, tampoco quiero preguntárselo, creo que tiene demasiado con lo que tiene ahora y puede que preguntarle sobre ello la ponga peor.
—Gracias— dice en un susurro pegada a mi cuerpo, poco a poco mueve su cabeza y yo miro para abajo mientras ella mira hacia arriba.
La diferencia de estatura entre ambos es algo notoria, y a la vez tierna, ya que parece que así Elizabeth encaja mejor con mi cuerpo.
—No tienes que darme las gracias de nada— digo mientras con una de mis manos acaricio los pequeños mechones de su pelo que se cuelan en su rostro.
—Si, debo de dártelas porque llegas a decir palabras reconfortantes, cosas que no sientes por hacerme sentir mejor.
—Nada de lo que he dicho es mentira Elizabeth— ella me mira confusa pero aún así no me detengo— eres maravillosa, y lo digo ahora y lo diré después, porque es lo que pienso.
Elizabeth sonríe y se pone de puntillas mientras sus manos dejan de posarse en mi espalda y se posan en mi nuca, tiran de ella haciendo así que sus labios dejen un pequeño roce sobre los míos.
Tomo un profundo suspiro.
—No quiero que hagas esto por despecho— digo tratando de no sonar molesto y así que ella no se sienta peor.
—No lo hago por despecho Michael— escuchar mi nombre entre sus labios me enloquece, se siente tan bien— lo hago porque deseo besarte, me gusta hacerlo y me reconforta.
Sonrío y tomo entre mis manos su rostro, siendo yo el que ahora inicia el beso. Muerdo su labio inferior, después el superior para posteriormente introducir mi lengua en su boca, abriéndome me paso en ella. Hago movimientos con mi lengua que son correspondidos de la misma forma por ella.
Gime entre cada beso y yo pierdo la cabeza. Sin dudarlo mis manos se posan ahora en su cintura, la cual no dudan en tirar de ella hasta que el pequeño cuerpo de Elizabeth se encuentra enroscado en el mío.
Camino a lo largo de esta sala de descanso hasta que llego a una de las mesas y apoyo a Elizabeth sobre ella. Nuestras bocas no se separan, se siguen devorando a cada segundo. Sin dudarlo mis manos viajan hasta su simple camiseta blanca, introduciéndose en el interior hasta llegar a la curva de sus pechos. Mis pulgares sin dudaron comienzan a rozar dicha curva, y al cabo de unos segundos suben hasta posarse de lleno en sus pezones cubiertos por el sujetador.
Sin ningún tipo de vergüenza mis manos se alejan de esa parte para quitarle la camiseta a Elizabeth, siendo ese el único momento en el cuál nuestras bocas deciden separarse. Esto es un descontrol, al igual que las emociones de Elizabeth, las cuáles le están jugando una mala pasada y no la dejan pensar, y aunque quiera detenerme, ahora que observo el escote de sus pechos y la sensualidad de su sujetador de encaje me es imposible parar.
Sus labios hinchados y rojos me piden a gritos que los vuelva a besar y así hago. Mis manos viajan al broche de su sujetador y lo desabrochan sin ningún tipo de problema y cuando sus pechos están expuestos entonces me alejo y me permito observarlos, guiando mi boca hasta uno de los rosados pezones, arrancándole numerosos gemidos a Elizabeth, gemidos que se convierten en música para mis oídos.
Mi mano baja sobre su plano vientre y se introduce en el interior de sus vaqueros negros, rozando sus ropa interior también de encaje. Sin dudarlo mis dedos siguen acariciando su ropa interior hasta que se cuela entre ella y empiezan a acariciar el suave clítoris de Elizabeth, haciendo así que sus gemidos sean más notorios, mientras que mi boca no deja de besar sus hermosos pechos.
—Dios voy a...— gime Elizabeth.
La palpitación de su clítoris en mis dedos me indica que está a instantes de llegar al orgasmo, por lo que decido introducirme más, metiendo así dos de mis dedos en su vagina mientras que mi pulgar acaricia su clítoris provocando así que un largo gemido se apodere de Elizabeth, empapando mis dedos mientras su dulce coño se aprieta entre ellos.
—Michael...— dice entre susurros mientras recupera poco a poco la respiración.
Retiro mi mano de su dulce sexo mientras que mi boca se separa de sus pechos y se dirige a sus deliciosos labios. Y aunque me muera de ganas de follarla aquí me detengo, y el beso tan sólo es delicado.
—Ha sido..., dios..., que he hecho...— dice Elizabeth mientras se aparta de mí y comienza a buscar su sujetador y camiseta.
—No pasa nada Elizabeth, necesitabas olvidar y fue lo que hice, tranquila podría haber ido a más pero es evidente que luego te ibas a arrepentir, como estás haciendo ahora.
Digo apoyándome en uno de los pequeños armarios con los que cuenta la sala. Elizabeth se coloca el sujetador y la camiseta y después me mira sonrojada, pero con una enorme sonrisa. Entonces pasa algo que no esperaba, no huye, tan sólo camina hacia mí y posa sus pequeñas manos sobre mi pecho mientras acerca sus labios a los míos para dejar un tierno beso.
—Cada día me sorprendes más
—¿Por qué lo dices? — digo mientras acaricio su hermoso rostro.
—No sé, podrías haberte aprovechado de la situación y haber buscado tu propia satisfacción, pero te has centrado en mí, no te has sobrepasado, has sido cuidadoso a la que vez que ardiente...— ambos nos reímos— pero sobre todo me tratas bien, con respeto, te preocupas por mí, y no lo entiendo.
—Es lo que te mereces Elizabeth.
—No, no me lo merezco Michael, pero si estoy segura de una cosa.
La observo detenidamente, viendo como ella toma mi mano y la acaricia.
—Estoy segura que no mereces que la gente te juzgue de la misma forma que hago yo, porque independientemente de a lo que te dediques eso no te hace mejor o peor persona, tu personalidad no tiene que ver con tu trabajo.
Acaricio su rostro.
—Me encantas Elizabeth, y sé que te gusto, aunque sea un poco, se que sientes esta pasión que yo siento por ti, y aunque se que nunca intentarías algo más serio conmigo porque eso rompería todo tus códigos, quiero decirte que quiero intentarlo, quiero intentar lo que sea que estamos sintiendo, quiero hacerte mía a todas horas, quiero escucharte gemir mi nombre, quiero ver esos hermosos ojos dilatarse por mi, lo quiero todo de ti.
—Michael...— dice ella con la voz rasposa, corroborándome así lo que genero en su interior.
—Si...
—Me encantaría aceptar todo eso, pero acabo de salir de una relación, no estoy bien, oh vamos seguramente esto ha ocurrido por mi vulnerabilidad...
Niego con la cabeza y tomo su rostro entre mis manos.
—Deja de decir que eres vulnerable, eres tú la que te haces vulnerable, y si ha pasado esto es porque ambos lo deseábamos y porque quizás eso que creías sentir por tu ex no era tan fuerte como pensabas, ni tan real.
—Michael...
—Sólo piénsalo Elizabeth, y cuando sepas algo dame una respuesta, esperaré encantado por ti
Elizabeth me sonríe y acerca sus labios a los míos, nos besamos largamente y cuando el beso comienza a volverse caliente ella se separa, toma sus cosas y se va.
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Rompiendo tus códigos
Romance¿Qué tienen en común una estudiante de sociología y un actor porno?