Verdades ocultas

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Capítulo 23

Elisabeth

Llevo tiempo sin saber nada de Lydia, sigo mandándole mensajes pero su respuesta sigue siendo la misma, "ahora no puedo hablar" . Lo he intentado por todos los medios, me he presentado en su habitación pero nadie me abre, la llamo pero no responde, y realmente me preocupa que esté con esa actitud.

Vuelvo a coger mi teléfono y la llamo de nuevo, pero otra vez sigue sin dar señal. Voy a volver a intentarlo cuando un golpe en mi puerta llama mi atención.

Camino hasta ella y la abro, encontrándome con mi mejor amiga al otro lado. La abrazo sin dudarlo de forma preocupada.

— Tranquila estoy bien, ahora lo estoy— dice mientras la aprieto fuerte contra mi.

Lydia se separa y me sonríe, pero no de la misma forma en la que me sonreía antes, sino que es una sonrisa fría, triste.

— ¿Qué ocurre? — pregunto preocupada.

Lydia hace un puchero y su labio comienza a temblar, sus ojos se llenan de lágrimas, y la visión de ella así me entristece. Desde que conozco a Lydia pocas veces la vi así, siempre ha sido una mujer fuerte y segura, en cambio ahora parece todo lo contrario.

— Todo este tiempo te oculté una cosa y..., creo que tienes que saberlo...

— Lydia, me estás asustando.

Mi amiga entra del todo en mi habitación y se sienta en mi cama, mientras observa sus manos de forma preocupada.

— Estuve conociendo a un chico, y al principio era todo un juego, una tontería..., pero ahora..., todo se fue al garete, porque él..., dios..., es imbécil.

Y rompe a llorar. Me acerco hasta ella y la abrazo fuerte mientras se desahoga entre mis brazos. Por primera vez soy yo quien la consuela a ella, y no ella a mí, lo que es algo sorprendente.

— ¿Se trata de Alan? — pregunto mientras acaricio su pelo.

Mi amiga me observa y termina por asentir para después retirar su vista de mi cara.

— ¿Cómo...— empieza a preguntar mi amiga.

— ¿Cómo lo sabía? — pregunto interrumpiéndola y ella asiente— oh vamos Lydia no soy tonta, me fijé en como os mirabais el día del festival, sabía que ahí acabaría pasando algo, y cuando te preguntaba por él reaccionabas de una forma...

Lydia comienza a llorar desconsoladamente y yo me levanto para coger la caja de pañuelos de mi escritorio y se la acerco.

Esta comienza a sonarse los mocos de una forma escandalosa lo que provoca que ambas terminemos por reírnos.

— ¿Qué te hizo Lydia?

— Él..., no sé, era genial conmigo, el sexo era increíble, todo era bastante increíble, pero de aquí a unos días su actitud empezó a cambiar y..., bueno, de repente me dijo que ya no quería seguir, que el no iba a dejar su trabajo por mí, que adoraba ser actor porno, y que en su vida no hay espacio para ninguna mujer.

— No entiendo..., ¿le pediste que lo dejase? — pregunto

— No, para nada, pero al ver que Pierre, bueno, Michael, lo dejaba pues comenzó a preocuparse de que pasase lo mismo con él, o eso quiero creer...

Acaricio la espalda de mi amiga mientras me pongo a pensar en ello. Lydia puede que tenga razón, a lo mejor Alan se asustó de que él llegase a sentir unos sentimientos tan grandes que le hiciesen abandonar su empleo. Siempre que lo entrevistaba para el trabajo Alan me dejaba una cosa clara, y es que la pornografía era lo único que parecía dársele bien, y nunca sería capaz de renunciar a un trabajo de ese tipo.

Rompiendo tus códigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora