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Infierno.

Aunque pasáramos por un infierno,
Tú eras mi ángel.
Eras mi única salvación,
Mi pasaje directo al paraíso.

Mi luna, mi sol, mi calor;
Mi suplicio y redención,
Una cura y un mismo dolor.

Aunque creía que podías salvarme del fuego,
Era como si me empujaras
Más a él.

O al menos así se sentía;
Sentía que ardía,
Que me quemaba la piel
y me consumía
Hasta que ya no existieran ni cenizas
De lo que un día fue de mí.

Luego pensé que la cura
Para mis quemadas
Era esa persona
Que me había echado al fuego;

La que sin piedad echó mis trozos a la leña,
La misma que prendió fósforo
Y se quedó sin cerillos.

Pero no fue así.

Tarde comprendí
Que quien te daña no te cura,
Y que es tan difícil perdonar
a quien con tanta frialdad
te clavó un cuchillo en la espalda;
Al final, te lo vuelven a clavar en la sien.

Al final, no pegan lo que rompen,
Las heridas siguen marcadas en la piel,
Al final otras se pierden
y lo que queda es el recuerdo del dolor;
Cicatriz.

Roma. © II EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora