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Pan en plaza.

Y me encantaba, sin importar lo poco
que pudiera durar tu aroma en el lobby,
sin importar que quisieras ver a otra persona...

Sin importar qué...

Me dejaste claro que ya no sentías lo mismo;
Y yo estaba que me lanzaba,
que me echaba al abismo...

Estaba que me convertía
en pan y me tuviera que cernir
en una plaza a ser consumida
por palomas hambrientas en busca de paz.

Destruiste mi paz, Roma.
La destruiste cuando te marchaste
y por eso me arrastraba por la plaza,
por tus caricias, por tu cafuné.

La destruiste cuando tenías
un pie afuera y otro dentro;
la destruiste con tu incertidumbre,
con no saber lo que querías.

Lo lamento,
lamento no haber podido
hacer que te quedaras,
lo lamento porque no sé
cómo tenerte ni como llenar este vacío;
lo siento,
porque te amo,
pero te odio al mismo tiempo,
te odio por no poder odiarte.

Te odio porque te amo
con la intensidad de mil soles
y eso está consumiendo mi interior.

Te odio, Roma, con todo el amor de mi vida en ruinas.

Roma. © II EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora