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Acantilado.

"Llegó nuestra insulina"
me dije a mi mismo
para tratar de al menos sentir que lo esperaba,
y sí que lo esperaba.

Estuve tan acostumbrado
a que siempre me dejaran solo,
que mis pensamientos inseguros
le hicieron saber al universo
que tal vez esto era demasiado para mí;
que no me sentía merecedor
de que tan suave piel rozara
la mía por la madrugada,
de que no era capaz de mantener
a alguien a mi lado por mucho tiempo.

Y entonces...

Llegó nuestro tiempo de partir,
nuestro momento de echarnos a volar
al vacío, pero sin tomarnos
de las manos;
se sintió como si fuera ella
quien me soltara en plena caída.

«O como si me lanzara al acantilado»

Sin paracaídas que me hiciera caer
lento al precipicio
para que se salvase lo que quedara de mi existencia,
porque vida ya no sería
de este poeta muerto con el alma negra
y sombras solitarias.

Nuestro tiempo de ser mitades de nuevo,
habíamos descansado
mucho de estar rotos.

No lo soportamos, y nos rompimos de nuevo.
Nos rompimos de nuevo.

Roma. © II EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora