3.

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Janeth

Madame me ha entregado una caja con un hermoso vestido negro y una máscara a juego que cubre la mitad de mi rostro. Me miro en el espejo, prometiendome no hacer más que lo necesario para cumplir con mi contrato. Tomo mis maletas y salgo de mi cuarto, donde todas las demás chicas sonríen triunfantes de que vuelva a trabajar.

—Escríbeme —pide Mary, antes de darme un fuerte abrazo—. Quiero saber todo acerca de ese narizón.

Suelto una carcajada que me relaja.

—Lo haré —le prometo—. Te escribiré todos los días.

Madame ya está esperando en la puerta. Le hace una seña al hombre de traje que está a su lado, y agarra mis maletas para guardarlas.

—No me odies por esto —pide, a modo de disculpa—. Pero es lo mejor, Janeth. Necesitas seguir con tu vida.

—No lo hago, Madame. Sé que no fue tu culpa que volviera, y ha pasado mucho tiempo. Tengo que volver a hacer lo que mejor sé.

Las arrugas de su rostro se curvan hacia arriba. Me da un fuerte abrazo que me extraña, porque ella no es de hacer eso.

—Sabes hacer muchas otras cosas, Janeth —réplica, tomando mi rostro con ambas mejillas—. Estar con Rick te ayudará a darte cuenta.

El chófer carraspea, indicando que es hora de irnos. Le doy un último abrazo a Madame, y subo al carro, tratando de que las palabras que dijo no invadan mi mente. Estoy segura de que Madame sabe algo acerca de mi obligado regreso como dama de compañía.

—Tenga —dice el hombre, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Qué es?

—Su invitación, una vez que lleguemos será escoltada por alguien para ingresar.

—Está bien —acepto, tomando el sobre.

Lo primero que noto es mi nombre escrito con una caligrafía perfecta sobre el sobre blanco que sigue sellado. Debo romperlo con cuidado para poder sacar la invitación con detalles de color oro que la hacen una obra de arte. La abro y leo lo que tiene en el interior.

"Señorita Park:

Agradecemos que se haya ofrecido a ser parte del evento benéfico Diosas de la educación, donde todo el dinero que sea recaudado será donado en favor a la educación de los niños en países en desarrollo.

Una vez que sea subastada, el caballero o dama que haya ofrecido la mayor cantidad de dinero será beneficiado con su agradable compañía. 

No se preocupe por las identidades. Todos llevarán máscara.

Sin más, agradecemos que se haya prestado para tan benéfica causa.

Atentamente
Selene Graham, coordinadora del evento"

—¿Subastada? —pregunto en voz alta.

—Será para una buena causa —trata de calmarme el chofer.

Vuelvo a guardar la carta en el sobre e intento no entrar en pánico. No podré reconocer a mi dueño con las máscaras, y temo que el hecho de ser subastada me haga terminar con alguien incorrecto... Pero seguro que ya me tienen comprada, nadie haría entrar a una subasta a la chica que quiere si va a perderla.

Además, su enorme nariz será fácil de reconocer.

El auto se detiene y el chófer me indica que mis cosas serán llevadas a casa del señor Winston, por lo que sólo debo preocuparme en encontrarlo. Una vez que bajo del auto, camino hacia donde se encuentra toda la gente.

—¡Oye! —me llama un hombre—. No puedes entrar sin invitación.

Le enseño el sobre que me han entregado y hace un par de señas a una mujer que lleva un hermoso vestido rojo.

—Es una diosa —le indica el hombre.

Ella me mira, toma mi hombro y me lleva por todo el lugar hasta la puerta de atrás donde varias jóvenes con imponentes vestidos esperan formadas.

—Tienes que esperar aquí —me indica—. Dentro de unos minutos comienza todo.

Asiento, aún más nerviosa que de costumbre. Acicalo un poco mi vestido, acomodo mi máscara y miro a mi alrededor. Las demás chicas apenas si me notan. Parecen muy emocionadas de ser subastadas por una buena causa, incluso algunas toman fotografías y vídeos  del momento.

—¡Chicas! —llama nuestra atención la mujer vestida de rojo—. Hagan su mejor pose, caminen como si fueran dueñas de la pista y, si algún hombre se quiere sobrepasar con ustedes ya saben que hacer.

Todas sueltan una risita inocente y acomodan sus máscaras. La mujer revisa a las chicas, les da halagos, consejos e, incluso, acomoda sus coronas y peinados.

Cuando es mi turno, la mujer sonríe.

—Soy Selene —se presenta—. Muchas gracias por ofrecerte a ser parte de esta buena causa.

Le sonrío de vuelta. No tiene porque saber que esto es la locura de un hombre que ha pagado por mis servicios. Acomoda un mechón de mi cabello, la máscara que traigo puesta y da luz verde para comenzar con el evento.

Nos mueven en fila, hacia el escenario y nos hacen salir como si fuéramos participantes de un concurso de belleza. Recuerdo a Sandra Bullock en Miss Simpatía y hago mi mejor pose.

Veo muchos rostros con máscaras, la orquesta a un lado que nos da la bienvenida con una canción que reconozco, pero no recuerdo, y siento las manos sudorosos debido a los nervios que me invaden.

Nunca pensé volver a esto.

***

¡Saludos!

Ya muy pronto nuestros protagonistas de van a reunir.

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