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Llamo a la penitenciaria donde está alojado Matt, para avisar sobre la visita que haré y le informo a mi secretaria sobre mi salida. Trato de verme relajado, pero estoy bastante enojado de que ese hijo de puta quisiera hacer todo por su cuenta, dejándome a un lado.

Aún recuerdo cuando vino a mi oficina, gracias a uno de sus conocidos que ayudé a sacar por las vías legales. Fue hace más de un año. Lo vi tan joven, inexperto y asustado, que decidí ayudarlo. Matt iba a enfrentar cargos por lavado de dinero y desvío de impuestos, y ya estaba a muy poco de pisar la cárcel pues su anterior abogado no había logrado defenderlo. Recuerdo haberle dicho que podía evitar que lo encerraran, pero él había dicho que necesitaba estar en la cárcel para que otras cosas pudieran hacerse.

Acepté sin dudar. Era un buen trabajo, con bastante dinero de por medio, y él parecía ser de los que cumplían con su palabra. Vaya error. A los seis meses, me enteré de los motivos por los que necesitaba estar en la cárcel, y lo que planeaba hacer una vez que saliera. ¿Quién diría que Matt sería uno de los altos mandos de una de las organizaciones criminales más peligrosas de la historia?

Sin saber que hacer, fui con Sean. Él logró descubrir que Janeth tenía un papel muy importante dentro de los planes de Matt, y que era necesario protegerla. Yo no estaba convencido. No quería tener nada que ver con la novia de mi cliente, pero al saber lo que quizá harían con ella una vez que se cumpliera con su cometido, me fue imposible negarme. Fue así cómo Sean ideó todo, junto con Madame.

—¿Rick Winston? —afirma el policía, revisando mi identificación. Asiento con la cabeza—. El señor Matt no lo espera.

—Ya sé que no me espera —digo, con fastidio—. Necesito hablar con él.

El policía encoge los hombres, teclea en la computadora mis datos, y me da el paso hacia la sala de visitas. No me extraña que a estas alturas, Matt ya tenga a la mayoría de los policías de su parte. Trato de que el silencio no me vuelva loco, y me pongo en mi papel de abogado. No puedo dar un paso en falso.

—¡Que sorpresa! —escucho la voz de Matt—. Hace tiempo que no venías a verme, Rick.

—Pensé que habíamos quedado en no hacerlo hasta que todo se calmara —respondo, muy serio—. Pero, me enteré de algunas cosas y tuve que venir.

El rostro de Matt cambia a uno muy serio, camina alrededor del lugar y se sienta para mirarme cómo un niño que ha sido descubierto haciendo una aventura.

—Creí que te alegraría saber que tengo todo bajo control —habla, con ironía—. No entiendo a que viene la molestia. 

—Que lo que tenía planeado para ti ya no importa —suelto, enojado—. Pero, me parece bien. Si tienes todo bajo control, iré con el fiscal para avisar que ya no soy tu abogado.

Doy media vuelta, dispuesto a renunciar a ser su abogado, pero escucho la silla de metal moverse y su voz deteniendome. Sonrío, con satisfacción, y volteo a mirarlo. Ha quitado el gesto de orgullo de su rostro, reemplazandolo por uno lleno de angustia.

—¿Lo he arruinado todo? —pregunta.

—Casi —suelto, enojado—. ¿Por qué dejarme fuera? Creí que estaba haciendo un buen trabajo, que confiabas en mí.

Lo dolido que sueno me sorprende. Matt juguetea con sus dedos, me mira apenado, y suelto un gran suspiro, para que se de cuenta de que no estoy enojado con él. 

—¿Y bien? —insisto—. ¿No vas a decir nada?

—Confío en ti, es sólo que necesito acelerar el proceso —explica—. No puedo quedarme más tiempo aquí.

—Pudiste hablar conmigo, decirme lo que necesitabas.

Matt baja la mirada cuando me giro para verlo. Parece pensar sus siguientes palabras, cómo si dudara sobre hablarme de sus planes o de lo que tiene en mente. Se pone en pie, da dos largos pasos y se queda frente a mí. 

—Entré en pánico —confiesa—. Me enteré de algo, y necesito salir de aquí.

—Algo —recalco, herido. Sé que habla de Janeth, pero no puedo ser tan obvio—. ¿Ese algo es tan importante cómo para dejar de lado a tu abogado?

—Lo es —anuncia—. Mucho.

—Bien —suelto, girando la perilla—. Es claro que mi trabajo aquí ha terminado.

Salgo de la sala de visitas, dejando a Matt con la boca abierta y sin oportunidad de detenerme. Confío en que mañana mismo uno de sus hombres se contacte conmigo, y Matt me confíe la tarea de buscar a Janeth. Así, podré controlar su salida y la información que le llegue respecto al hombre que se atrevió a contratar a la dama de compañía que era su novia. Recuerdo a Madame, y me atrevo a marcarle para saber cómo ha estado. Espero el tono, y en cuanto la escucho contestar me siento más aliviado.

—Lo siento —dice, con nerviosismo—. Las chicas estarán en descanso hasta nuevo aviso, espero entienda la situación.

—¿Siguen ahí? —murmuró, preocupado.

—Espere mi llamada —suelta, y cuelga sin despedirse.

Sin éxito alguno, subo a mi auto. Me gustaría volver a la oficina, pero prefiero manejar a casa para ver un momento a Janeth y saber que ya está mejor. Cuando llego, todo está en una calma que me inquieta.

—¡Hola! —grito, buscándolas—. ¿Dónde están?

Recorro toda la casa, y entro en pánico al no dar con ellas. Quizá dieron con mi dirección, y vinieron para llevarse a Janeth.

Juguemos a que soy tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora