14

7.1K 454 15
                                    

Ha pasado una semana desde mi disculpa, y Janeth no ha dicho nada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ha pasado una semana desde mi disculpa, y Janeth no ha dicho nada. La notó muy extraña, cómo si no quisiera verme o se sintiera incómoda de estar conmigo. Por lo mismo, y siguiendo el consejo de Abby, es que me atreví a pedirle una cena.

Quizá no sea una gran idea, pero es tiempo de poner todo sobre la mesa y decirle los verdaderos motivos por los que decidí hacerla regresar como dama de compañía… O parte de ellos.

—¿Señor Winston? —me llama la señorita Prince—. Vinieron a verlo.

—¿Quién?

Levanto la vista, y veo a Sean. Le aprieta el hombro a mi secretaria y entra a mi oficina, como si fuera suya. Me pongo de pie, recibo su saludo y lo invito a tomar asiento.

—¿Pasa algo? —pregunto, alarmado.

—Nada que no puedas manejar —responde—. ¿Cómo vas con Janeth?

—Bien —miento. Sean hace un gesto de incredulidad, a lo que añado—. Tuvimos un pequeño malentendido, pero estoy en eso.

—Sí, supe de eso —habla, con toda naturalidad—. Madame me comentó algo de eso, estaba preocupada por si Janeth quería volver.

—No lo hará, lleva una semana conmigo —aclaro—. Y se lleva muy bien con Abby.

—De todas formas no puede volver —señala—. Fueron personas a preguntar por ella, supongo que están atando cabos.

—¿Por lo de la fiesta?

Sean asiente con la cabeza, y lo veo rebuscar entre su saco, hasta que saca una pequeña fotografía.

—Sabían que Janeth estaría ahí —afirma, mostrandome el retrato de un hombre enmascarado—. ¿Lo reconoces? Fue el tipo que pujó por ella en la subasta.

—Lo he visto varias veces…

—Saben que Janeth ha salido de casa de Madame —me interrumpe—. Tenemos que andar con cuidado.

—Entonces… ¿salir a cenar con ella es una mala idea?

—No, sí vas a los lugares indicados —indica—. Te daré algunas opciones, son muy discretos con esas cosas.

Sean suelta una risotada, en respuesta a la cara que he hecho. Encoge los hombros, y anota un par de restaurantes que reconozco a la perfección. Algunos de ellos son muy exclusivos, lo que facilitara la privacidad que requiero.

—¿Hoy será la gran noche? —pregunta Sean, dándome un codazo—. ¿Seguro qué lo harás bien?

—Sólo le pediré disculpas —le resto importancia a sus palabras.

—Te conozco —habla, divertido—. Harás de esta noche algo muy especial.

—Tengo que volver a estar bien con ella—le aclaro—. Aunque eso signifique contarle un poco de mi pasado.

—Saldrá bien —dice, y aprieta mi hombro, en señal de apoyo—. Debo irme.

—Eso espero —murmuro, poco convencido—. Estaremos en contacto.

Veo a Sean salir de mi oficina, y saco el sobre de la mujer en un intento de mitigar los nervios que quieren invadirme. Observo la fotografía, lo borroso de la imagen y lo difícil que será conseguir información sobre ella. La dejo a un lado, y saco las cartas. La letra es muy poco legible, por lo qué tardo un buen rato en descifrar cada palabra. Incluso, opto por reescribir el contenido de cada carta, para no volver a repetir el proceso.

Lo poco que entiendo me resulta extraño. Por la forma en la que habla, está mujer ha escapado de casa y lamenta mucho las molestías que ha causado. En otra carta, explica que ha conocido a alguien y que irá a vivir con él. Dejo todo, frustrado por lo poco que he avanzado. Ni siquiera sé por donde comenzar y si no encuentro algo útil, el plan que tardamos meses en idear puede arruinarse en segundos.

Sin cabeza para pensar en eso, guardo todo en mi cajón, que cierro con llave, y me dispongo a preparar todo para la cena. Elijo uno de los restaurantes que me ha recomendado Sean, y pido una mesa privada, con toda una serie de requirimientos. Agradezco que no me cuestione los motivos de mis peticiones, y una vez que termino, salgo de mi oficina. La señorita Prince me mira, lee mis pensamientos y agarra sus cosas para irse de ahí, junto conmigo. Me desea suerte, en mi cena, y nos separamos.

Manejo de vuelta a casa, sin prisa para hacer algo de tiempo. No quiero que Janeth piense que estoy ansioso por volver a compartir una cena elegante con ella, y me sirve para relajarme un poco. Ella no debe darse cuenta de lo mucho que necesito que se quede a mí lado, más allá de lo que pueda sentir, porque debo mantenerla a salvo.

Abby me recibe. Tiene una expresión de felicidad en el rostro y sé, por el brillo de sus ojos, que ha tramado algo.

—¿Qué has hecho? —pregunto.  

—Nada extraordinario —responde, animada—. La he ayudado a arreglarse.

—Era sólo una cena —le recuerdo—. No tenía que arreglarse tanto.

—Se van a reconciliar —recuerda—. Y ambos sabemos cómo terminan esas cosas.

—¡Nada de eso! —exclamo, avergonzado—. Sólo arreglaremos todo este terrible malentendido.

Abby suelta una una carcajada. Sujeta mi brazo y me lleva al interior de la casa. No puedo mantenerme tranquilo luego de lo que me ha dicho. Pensar en Janeth, y en que quizá está sea nuestra primera noche juntos, arruina todo lo que tenía planeado.

—¡Janeth! —la llama—. Rick ya está aquí.

Trago saliva al escuchar sus pasos. Incluso cierro los ojos, temeroso de ver lo mucho que se ha arreglado para nuestra cita.

—Te lo vas a perder —murmura.

Abro los ojos, y veo a Janeth bajar de la escaleras. Mi corazón da un vuelco al verla, debido a lo hermosa que se ve. Lleva un sencillo vestido negro que acentúa sus curvas, un abrigo a juego, y su cabello recogido en un chongo despeinado. No lleva casi maquillaje, pero sus mejillas están bastante sonrojadas, lo que le queda perfecto.

—Espero que esté bien —habla, apenada—. No supimos que tipo de cena era, y no queríamos...

—Esta perfecto —la interrumpo—. Te ves realmente hermosa.

Janeth sonríe, cohibida por mis palabras. Deslizo mi brazo fuera del agarre de Abby, y le ofrezco mi mano. Ella duda unos segundos antes de tomarla, y me deja guiarla hasta dónde el auto espera.

—¿Estás lista? —pregunto.

Ella asiente con la cabeza, sin siquiera mirarme. Suspiro, abro la puerta del auto, y me repito mil veces que sólo será una cena formal... Aunque muy en el fondo sé que será más que eso.

Juguemos a que soy tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora