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Cuando abro los ojos, me encuentro con la mirada oscura de Rick

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Cuando abro los ojos, me encuentro con la mirada oscura de Rick. Siento sus dedos remarcar mi cintura, y me sonrojo al pensar que he sido yo quién los ha humedecido. Él sonríe, adivinando mis pensamientos, y se levanta de la cama, para ir la baño.

—¿A dónde vas? —lo cuestiono, con urgencia. No puede acabarse así, aún no llegamos a la parte importante.

—Tranquila —ronronea, regresando con un paquete de condones—. Siempre los guardo en el baño.

Bajo la mirada, apenada. Había olvidado el asunto de la protección por dejarme llevar por el deseo. Los deja en la mesita de noche, que hay junto a la cama, y se desnuda por completo antes de volver a subirse. Nada discreta, voy directamente a ver su miembro, a la manera en la que lo toma y acaricia para mantenerlo duro. Oigo cómo carraspea, excitado de que lo mire, y sin dudarlo, estiro mi mano para estimularlo.

—Desnudate —jadea, deteniendo mis intenciones—. Quiero verte sin nada.

La sonrisa que se le forma me hace soltar un leve gemido. Primero quito mi brassier, y cuando mis senos caen debido a la gravedad los tomo con mis manos para masajearlos un poco. Rick gruñe, y se inclina hacia delante, pero lo detengo. Me pongo de pie, sobre la cama, haciendo que levante la mirada.

—¿Ya te dije lo hermosa que eres? —ronronea, sin dejar de estimularse.

—No dejes de hacerlo —murmuro, excitada.

Tomo mi ropa interior y la deslizo fuera de su sitio, dejándola caer por mis piernas. Rick no quita la mirada de mi de rostro, a pesar de tenerme completamente desnuda ante él. Estira la mano que tiene libre, y acaricia mis pantorrillas, subiendo con lentitud hacia mis rodillas, rodeando mi muslo hasta internarse en mi entrepierna. Siento cómo su dedo índice acaricia mi vagina, explorando toda la parte de afuera sin introducirse del todo.

—Siéntate encima de mí —súplica.

Lo veo acomodarse en la cama, recargando la espalda en la cabecera para quedar sentado. Sigue estimulando su miembro, mientras destapa el condón para colocarselo, y esperar, ansioso, a que me mueva. Lo hago, despacio, debido al pánico que quiere invadirme. El año sin tener nada con un hombre vuelve a mi cabeza, y temo no ser tan buena en esto.

Niego con la cabeza. Debo poder hacerlo, es algo tan natural como comer y beber, y ni siquiera soy virgen. Me pongo a horcajadas sobre él, sintiendo cómo todo el calor se me sube de golpe, y lo hago. Colocó su miembro en mi entrada, y voy bajando lentamente, hasta quedar sentada sobre él. Me quedo estática, acostumbrandome a la sensación de tenerlo dentro de mí. Rick se inclina hacía delante, sujetando mi trasero para acomodarme mejor en su cadera, y pone su rostro a centímetros del mío.

—Janeth —susurra, con dificultad, como si le hubiera robado todo el aliento.

Lo abrazo del cuello, y empiezo a moverme a un ritmo deliciosamente lento, sintiendo como mi vagina se contrae y expande con la entrada y salida de su miembro. Su boca se une a la mía, y nos devoramos como dos amantes de hace tiempo, jadeando desesperados por más.

Remarco con mis dedos los músculos de su espalda, que se tensan por el esfuerzo que esta haciendo. Y me inclina hacia atrás, recostandome para quedar encima de mí. Me abrazo fuerte a él cuando empuja con fuerza todo su miembro dentro de mí, acelerando la velocidad e intensidad de sus movimientos.

—Mirame —jadea en mi oído.

Se separa de mí, para dejarme ver en todo su esplendor como es que nuestros cuerpos están unidos. Poso la mirada en el punto donde su miembro entra y sale de mí, y verlo, cómo saca todo, lo frota y vuelve a meterlo de un sólo golpe es suficiente para hacerme perder el miedo que tenía ante esto.

Gimo, dejándome llevar por el mar de sensaciones que hace tiempo no disfrutaba. Arqueo la espalda, y Rick no duda en atrapar uno de mis pezones para saborearlo a pesar del movimiento que hacen debido a sus empujones. Lo suelta, y sube por mi cuello hasta mis labios, para besarme profundo, con un fervor que pone a latir mi corazón aún más rápido que tenerlo dentro de mí.

Se separa un segundo, para darme un respiro, y gimo su nombre, desesperada por llegar al clímax. Él se mueve con prisa, deseoso por llegar conmigo al punto final del placer. Yo quiero observar cómo me mira, la forma en la que los músculos de sus brazos se tensan, los gestos de su rostro al empujar y sentir cómo empiezo a apretarlo, el sudor de su frente, y la vibración en su garganta con cada gruñido que suelta debido al esfuerzo, pero llegaun momento en que debo cerrar los ojos y dejarme llevar por la marea de sensaciones que invade mi entrepierna, hasta que toda la tensión se desvanece.

Abro los ojos, y me encuentro con Rick, sonriendo de oreja a oreja. Se hace hacía atrás, para salir de mi cuerpo, y se levanta para dejar la cama e ir al baño. Yo me envuelvo en las sábanas, debido al frío que me invade al no tenerlo encima de mí.

—¿Estás bien? —pregunta Rick, una vez que sale del baño.

—Sí, sólo me dio un poco de frío.

—¿Quieres vestirte?

Niego con la cabeza. Lo único que quiero es que vuelva a envolverme con su calor. Lo veo ponerse su boxer, subirse a la cama, y acostarse a mi lado. Pasa su mano por debajo de mi cintura, pegándome a su cuerpo, para abrazarme.  Sus dedos cepillan mi cabello, y yo me acurruco en su pecho, atenta al sonido de su respiración.

—Rick… —murmuro. Él hace un sonido gutural—. Gracias por haberme hecho volver.

Detiene sus caricias por un momento. Suelta un suspiro, que me parece algo triste, y levanto la mirada para observarlo. Él sonríe, de manera melancólica, y siento un vacío en mi estómago debido al mal presentimiento que me invade.

Juguemos a que soy tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora