26

5.2K 381 18
                                    

El aroma a vainilla que emana su cabello me embriaga, y a pesar de eso soy consciente de lo que acabo de decir

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El aroma a vainilla que emana su cabello me embriaga, y a pesar de eso soy consciente de lo que acabo de decir. He sentido cómo se ha petrificado por mi confesión, y lo difícil que le resulta respirar. Quiero mirar su rostro, pero me da miedo de encontrarme con una mirada de rechazo, de una mujer enamorada de otro.

La libero de mi agarre, y me separo de ella. Le doy la oportunidad de volver a su habitación pero sigue ahí, de pie, frente a mí. Abro la boca para decir algo, y sólo hago unos sonidos extraños. El silencio me parece incómodo. Su respiración se ha normalizado y cuando levanta la mirada, giro el rostro.

—Arriesgate —pide—. Deja que me enamore de ti.

Escucho sus pasos, y trato de escapar de ella, de su aroma, de todo lo que representa. No debería sentir nada de esto. Es sólo una chica que conocí a través de otros, que estuve estudiando durante todo un año para evitar quererla. Debió ser Sean quién la contratara, no yo.

—Rick… —me llama. Quiero mirarla, pero ahora tengo miedo de que sus ojos me den esperanza—. Por favor.

Sus manos atrapan las mías. Trato de dar un paso hacia atrás, pero la cama me lo impide. Caigo en ella, y Janeth termina encima de mí con una enorme sonrisa.

—Vaya que eres difícil —suelta, divertida—. Se supone que yo debo ser conquistada, no al revés.

—Janeth, no podemos… Tu tienes a Mark y…

—Él perdió su oportunidad —afirma—. Lo esperé mucho tiempo.

—Pero…

Sus labios se unen a los míos y mi cabeza se pone en blanco. Ya no pienso en Mark, en Sean, en el plan que debería seguir. Sólo tengo a Janeth en la mente, lo suave de sus labios, cómo su entrepierna roza con la mía, cómo mis manos empiezan a acariciar la piel de su espalda. Me besa con pasión, paseando su lengua dentro de mi boca, haciendo que todo mi cuerpo empiece a agitarse.

Se separa unos minutos, sus ojos me miran fijamente, con deseo, y emprende un camino de besos de mi cuello hasta mi torso. Jadeo y enredo mis dedos en su cabello, sintiendo su lengua pasearse por mi vientre, llegando hasta el límite donde mis pantalones cubren mi entrepierna. Veo cómo desliza mi ropa hacia bajo, y salta mi duro miembro, deseoso de seguir con el juego.

Me incorporo, para poder tomarla de los hombros y hacer que enfoque su atención de nuevo en mi rostro. Parece algo sorprendida, o más bien cohibida, de ver que estoy completamente desnudo. Mis dedos bajan por su pijama, y lentamente desabotono cada botón para ver algo de piel. Rozo un poco sus senos con mis dedos, haciendo que reprima un jadeo. No le quito la camisola, sólo la abro lo suficiente para poder ver sus senos. Ella se encoge ante mi agarre, y acaricio su mejilla izquierda.

—¿Quieres seguir? —pregunto, con algo de trabajo debido a lo excitado que ya estoy.

—Hazlo —murmura, con la voz ronca.

Deslizo mi mano por su cuello, pasando por la curvatura de su cuello, hasta llegar a sus senos. Oigo cómo aguanta la respiración ante mi toque, y lo difícil que le es tomar aire cuando mi palma envuelve uno de ellos para masajearlo. Mi otra mano baja hasta su cadera, y baja el pantalón para dejarla semidesnuda. Disfruto de sus gestos, de cómo muerde su labio cada que mis dedos aprietan su pezón y lo acarician, de los gemidos que suelta con cada movimiento circular, y la beso con intensidad para acomodarnos en la cama y colocarla encima de mí.

—En el primer cajón —murmuro, en su oído.

Ella rápido entiende. Se mueve con rapidez, y veo cómo saca el condón. Lo destapa, lo acomoda y me lo pone. Quita su ropa interior, y antes de que pueda decir algo se sienta sobre de mí, introduciendome en la calidez de su interior. Tenerla así me excita aún más que si yo estuviera arriba, así que disfruto la vista y paseo mis manos por todo su cuerpo. Ella apenas si me mira, está concentrada en el movimiento de caderas que hace, hundiéndose más profundo.

—Rick —gime.

Sus senos rebotan al ritmo del vaivén en el que se mueve. Sujeto su cintura y empujo hacia arriba. Lo dilatada que esta hace que pueda entrar y salir con facilidad. La abrazo, para pegarla a mi cuerpo y moverme con mayor intensidad, logrando que nuestros cuerpos choquen. Ella gime sin pudor, dejándose llevar por la sensación. La suelto, para que pueda volver a moverse a su antojo y disfrute de la vista de su cuerpo, encima de mí, moviéndose de arriba a abajo. Mis manos sujetan sus senos, masajeandolos en profundos círculos, bajando a su cintura para colarse entre sus piernas y estimular su clítoris para hacerla llegar al clímax.

Se deja caer en mi pecho, y aprovecho su cansancio para darle vuelta y quedar arriba. Sonríe, divertida por el movimiento, y aprieta mis hombros al verme posicionarme para volver a penetrarla. Su vagina sigue bastante dilatada, así que me es sencillo volver a entrar y empujar con fuerza, profundo, todo mi miembro dentro de ella. Mis labios se unen a los suyos, haciendo que los gemidos sean gruñidos sexys que me excitan cada vez más. Sus dedos se pasean por mi espalda, remarcando cada uno de mis músculos, para abrazarme con fuerza.

—Te amo —susurra.

Me separo para mirarla. Sus ojos me observan, atentos a cada gesto y sé que ya no hay vuelta atrás. He metido la pata con Janeth. Me detengo en seco, lo que la hace preocuparse. Salgo de ella, me levanto de la cama y me pongo mi boxer

—¡Rick! —me detiene—. Lo siento… Me dejé llevar.

—No podemos, Janeth —recalco—. No puedes.

—¿Por qué no? —pregunta, dolida.

—Tengo que hacer mi trabajo —me recuerdo—. Y sí nos enamoramos será más difícil.

—¿De qué hablas? ¿Cuál trabajo?

—¡No puedo decirte! —exploto. Janeth cubre su cuerpo, temerosa de que vaya a saltar encima de ella—. Necesito estar solo.

Salgo de mi habitación, regañandome por no poder disfrutar del momento. Debí responder "yo también te amo", y seguir toda la noche. Pero no, preferí huir de ella y todo lo que representa.

El teléfono de la casa suena. Arrastro los pies y contesto. Casi al instante reconozco la voz de la anciana.

—Están muy cerca, señor Winston —habla—. Tiene 24 horas antes de que vaya con Matt y le diga que su abogado es la persona que tanto ha buscado.

Cuelga antes de que pueda responder, y me siento un estúpido. No tengo tiempo para romances, debo trabajar.

Juguemos a que soy tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora