38

3.2K 248 5
                                    

R

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

R

Rick ya no es el abogado que conocí hace unos meses. Ni siquiera es el hombre del que me despedí cuando decidí que volver con Matt era lo más sensato. Sus ojos azules apenas brillan entre tanto golpe que tiene su rostro. La sangre que cubre su torso me hace entrar en pánico, pero aguanto las ganas de correr a su lado y llevarlo lejos. Matt se burla de él, de lo tonto que era su plan y de qué al final conseguiría llegar a mí. Cuando menciona a mi abuela y la manera en la que me ha engañado para darle dinero siento como si mi corazón se hubiera desprendido de mi cuerpo. La condición que me pide para no hacerlo señala el límite y me abre los ojos. Matt realmente nunca me amo. Le gustaba ser dueño de la dama más cara, y eso es lo que yo era. Pero, no puedo dejar que sepa lo que siento, así que hago lo mío. Hago una escena digna de la Janeth de antes y salgo de ahí con la esperanza de que Matt me siga y deje en paz a Rick, que curiosamente es lo único en lo que puedo pensar. Ponerlo a salvo.

Subo al auto en el que venimos y le pido al chófer que me lleve de vuelta al hotel. Lo duda un poco antes de encender el motor y emprender el camino. Me mira de reojo y yo trato de concentrarme para no llorar, aunque es inútil. Sollozo en silencio con la vista fija en la ventana para que el chofer no me vea y lo escucho hablar por radio sobre mi regreso al hotel.

—Señorita... —me llama, apenado—. Matt desea que regrese a la cabaña.

—No lo haré —escupo enojada—. Si tanto quiere una respuesta, lo menos que puede hacer es buscarme.

El hombre medio repite mis palabras y sigue al frente, hasta que llegamos al hotel. Salir del auto se siente como una bocanada de aire fresco. Camino un poco hasta la entrada hasta que noto que el chofer me sigue de cerca como si me estuviera vigilando.

—¿Sucede algo? —le pregunto.

—Matt me ha pedido que la escolte a su habitación —avisa el hombre.

—No iré a ningún lado —suelto frustrada—. Yo puedo subir sola.

Cierro las puertas de entrada al hotel para evitar que entre conmigo y camino con prisa al elevador. El hombre intenta seguirme, pero decido tomar las escaleras y hacer como que he tomado el elevador. Cuando lo veo desaparecer al interior de la caja metálica salgo de ahí y busco un teléfono. No parece seguro, pero tomo uno de los que está en recepción y marcó el único número que me sé.

—Madame al habla, ¿qué desea?

—Necesito hablar con Selene —hablo—. Te daré unos datos. Es urgente.

Le digo el hotel donde estoy, la habitación, y lo que sucedió con Rick. Estoy terminando la llamada, y pidiéndole a Madame que por favorm e ayude por todo lo que alguna vez hice con ella, cuando veo a Matt entrar. Me nota ahí parada y se acerca para atraparme como si fuera escapar.

—¿Por qué huyes de mí? —pregunta molesto.

—No recordaba que fueras tan demandante —digo y dejo que me abrace—. Además, te encanta este jueguito.

Sonríe halagado de que aún recuerde las cosas que le gustan. Me atrapa de la cintura y me guía hasta el elevador con toda la intención de que hagamos lo que tanto ha esperado. En el fondo sé que se trata de alguna especie de prueba, asi que sigo cada uno de sus movimientos sin el menor pudor.

—¿Pensaste mi propuesta? —murmura en mi oído, sus manos no dejan de pasearse en mi vientre­.

—Fue algo muy sucio de tu parte engañarme de ese modo —reclamo en un tono juguetón, empujando hacia atrás todo mi peso—. Mi abuela mató a mi madre por ese dinero, ¿sabías?

Detiene sus manos y me gira para tomar mi rostro. Por su expresión me doy cuenta que no tenía ni idea de lo que mi abuela y mi padre hicieron. Llegamos a nuestro piso y agradezco su falta de información porque así podre ganar tiempo antes de tener que acostarme con èl.

—¿No te contó sobre el trato que hicieron nuestros padres?

—Dijo algo sobre un dinero —murmura inseguro—. Nunca me explicó de qué iba, sólo que tenía que casarme contigo para acceder a él.
—Caíste en su trampa —suelto y me adentro al cuarto.
—Debo ir a investigar —concluye—. No te muevas de aquí que tenemos una charla pendiente. 

Matt regresa después de un par de horas. Se la ve molesto y un poco frustrado. Oculto mi sonrisa ante su evidente falta de éxito y me acerco a donde ha tomado asiento.
—¿Y bien?
—Tuviste razón— escupe—. Tu abuela me tendió una trampa y no puedo hacer nada para evitarlo.
Prefiero guardar silencio y observarlo. Cuando estaba con él no le daba importancia a lo que hacia o cómo actuaba porque estaba muy ocupada disfrutando de las cosas que me daba. Ahora, al verlo frustrado, me doy cuenta que nunca me enamoré de él, si no de la vida que iba a darme al estar a su lado.
—¿Te vas a casar conmigo? —pregunta.
—Con una condición —digo y su rostro se muestra perplejo—. Quiero que liberes al abogado.
Cierro los ojos al verlo caminar hacia mí. Sus manos sujetan mis hombros y los aprietan con fuerza, como si quisiera hacer que me arrodille.
—¿Lo amas?
No me deja responder. Me jala hacia él, y me obliga a caminar. Estoy arrastrando los pies hasta que llegamos al elevador donde me empuja. Guardo silencio y espero a que haga algo, pero se queda quieto. Al llegar a la recepción toma mi mano y me lleva hasta donde está el auto esperando. No forcejeo. Solo me siento y lo observo.
—¿Por eso no quieres tener sexo conmigo? —cuestiona—. ¿Qué te dijo?
—Él solo intentaba protegerme —respondo con toda la tranquilidad del mundo—. Y no me dijo nada, no necesitaba hacerlo.
Matt aprieta mi muñeca y saca el anillo de la bolsa interna de su saco. Yo extiendo la mano y deja que lo ponga, lo que parece tranquilizarlo.
—Entonces... ¿no lo amas?
Niego con la cabeza. Sujeto sus mejillas para darle un profundo beso que acabe con sus dudas y lo dejo invadir mi boca para llenarlo de deseo. Sé que no voy a escapar de estar con él, pero antes de hacerlo necesito saber que Rick está a salvo.
—No debí dejarte con Madame... —murmura al separarse de mí.
—Ha pasado un año de eso —lo reconforto—. ¿Puedo hablar con él?
Matt alza la ceja y yo suelto una risa coqueta. Vuelvo a besarlo, ahora paseando mi mano sobre su entrepierna, dejando que acaricie mis piernas hasta alcanzar mi ropa interior.
—Solo cinco minutos —jadea y el auto se detiene.

Juguemos a que soy tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora