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Despierto por un leve movimiento en la cama

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Despierto por un leve movimiento en la cama. Suelto un gruñido, pero el tambaleo continúa por lo que me abro los ojos. Me encuentro con una silueta femenina, que parece observarme con insistencia. Hago un movimiento con la mano, para que me deje en paz, y le doy la espalda, con toda la intención de seguir durmiendo, pero de nuevo, la cama se mueve con insistencia.  

—¿Cómo saliste? —la cuestiono, molesto. Me levanto, consiguiendo un fuerte dolor de cabeza—. Deberías estar en tu habitación. 

—Janeth está en él, la pobre tuvo que dormir ahí —responde la voz de Abby—. Nunca lo creí de ti, Rick. 

Abro los ojos, y me doy cuenta que, efectivamente, estoy en la habitación de Janeth. Me dejo caer en la cama, debido al mareo que me invade, y suelto un gemido de dolor. Ahora me viene a la cabeza uno de los motivos por los que deje de beber. 

—La pobre —suelto, enojado. Tomo mi cabeza debido al dolor que me invade—. Estuvo de curiosa donde no debía.

—¿Y eso le daba derecho a abusar de ella? —Veo a Abby, avergonzado. En realidad no recuerdo mucho de lo sucedido anoche—. Prometió que no volvería a ese lugar, y que no bebería hasta perderse. Ahora perdió toda la confianza que Janeth tenía con usted por eso.

Siento que mi pecho se comprime. En menos de 48 horas conseguí espantar a Janeth, y hacerla sentir como una dama de compañía que sólo está aquí para complacerme. Pero, quizá era algo necesario. Estaba encariñando con ella muy rápido, y yo sólo la estoy cuidando. En cierta forma, esto podría tener ciertas ventajas. 

—Podría ser algo positivo —digo, viéndole el lado bueno—. Nos estábamos acercando demasiado.

Alcanzo a levantar el brazo para detener el golpe que Abby iba a darme. Suelta la almohada, frustrada, y me dice una serie de cosas que no logro entender. Sale de la habitación de Janeth, y tengo que seguirla para que, de alguna forma, me expliqué lo que hice.  

—No podré quedarme —avisa, restándole importancia al asunto de Janeth—. Mi hermana sigue hospitalizada, y necesito estar ahí.

—Estaremos bien —digo, convencido—. No haré ninguna otra tontería.

—Más le vale —me advierte—. Porque si esa chica llega a salir de esta casa, usted tendría muchos problemas.

—No tienes que recordármelo —le pido—. Voy a darme una ducha, y pedirle disculpas a Janeth.

—Dale un poco de tiempo —aconseja—. Se veía muy mal por lo sucedido, y un poco dolida por haber sido engañada.

—¿Engañada?

—¿De verdad no recuerdas nada? —Abby frunce el ceño—. La hiciste sentir una puta, Rick.

Por su gesto, puedo imaginar que el color de mi rostro se ha desvanecido. Sujeto mi cabeza, y cierro los ojos tratando de recordar lo que hice anoche. Sé que salí de ahí luego de haberla encerrado, y que entré al club al que siempre iba luego de lo Emma... Y el deseo de estar con Janeth.

—¿Lo hice? —cuestiono, aterrorizado.

—Por suerte, no —habla Abby—. Pero, va a tener la guardia alta y querrá una explicación.

—Entiendo —murmuro—. Se lo diré todo en el momento adecuado.

—Bien —habla—. Llamaré al trabajo, y les diré que no puedes ir...

—Tengo que ir —la corto. Recuerdo la misión de búsqueda que tengo que hacer, el poco tiempo disponible y la amenaza latente—. Voy a darme una ducha, y alistarme. 

—¿Vas a dejar a Janeth sola?

Asiento. Entro a mi habitación, con Abby siguiéndome de cerca, tratando de convencerme de que tengo que quedarme con Janeth para resolver las cosas. Yo sigo pensando en que algo así tenía que pasar, para hacerme dar cuenta de que ella sólo vino por que la he contratado, y de que hay alguien más ocupando su corazón. 

 —No puedes dejarlo así —concluye Abby, indignada por mi actitud.  

—Voy a darle tiempo —la tranquilizo—. Sólo le pediré disculpas, si así estás más tranquila.

—A veces te tomas todo muy en serio —me regaña—. Iré a preparar el desayuno, y pedir tu carro. Seguro sigue en ese club de segunda.

—Gracias.

Abby me deja solo. Observo la fotografía de Scarlet, el cristal roto, lo mucho que me duele volver a verla, y entro al baño para alistarme. Mientras lo hago, pienso en la mejor forma de pedirle disculpas a Janeth, y llegar a un término medio en nuestra relación. No quiero seguir encariñandome con ella, pero tampoco quiero que me trate como un cliente más.

Sin saber que hacer, me visto y preparo para ir a la oficina. Cuando bajo, Janeth está sentada en la barra, escuchando la historia de porque Abby tiene que ausentarse.

—Buenos días —saludo.

Janeth ni siquiera me mira. Es como si realmente no estuviera ahí, con ellas dos. 

—Necesitamos hablar —le pido—. Sobre anoche.

—No hay nada que hablar —me corta. Su mirada, que antes era cálida, es fría y distante—. Sólo soy tu dama de compañía.

—Janeth —la llamo. Me es muy difícil verla directo a los ojos—. Lo que hice ayer estuvo mal, y me gustaría pedirte disculpas...

—Disculpa aceptada —vuelve a interrumpirme—. Iré a mi habitación, y me quedaré ahí el resto del día.

Abby frunce la boca, pero no la detiene. Janeth se despide, toma el plato que estaba frente a ella, y se aleja. Una vez que ha subido las escaleras, me dejo caer, derrotado.

—Soy un estúpido —gruño, molesto conmigo mismo—. Debí controlarme.

—Dale tiempo —me recuerda Abby—. Seguro que a la noche puedes hablar mejor con ella.

Trato de sentirme animado con sus palabras, pero no soy capaz de devolverle la sonrisa que me dedica. Me duele que haya destruido la confianza que Janeth me dio con tanta facilidad, y que ya no crea en mis palabras. No quiero que se sienta mi dama de compañía, y que se sienta obligada a estar conmigo por eso.

—¿Rick?

—¿Te doy un aventón? —pregunto—. Debo ir a trabajar.

—Me quedare otro rato — suspira Abby, toma sus cosas, y me acompaña hasta la salida—. No hagas otra locura, ¿entendido?

Juguemos a que soy tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora