¿es el destino que dos personas "únicas" estén juntas?
¿Rasmus era el único chico para mi?
Sus berrinches y tonterías sólo me indicaban que era un idiota, pero era el único que entendía lo que yo sentía, lo que yo sufría.
Los dos somos una amenaza...
—¿cuanto más crees que llueva?—preguntó Rasmus mientras miraba por la ventana.
—No lo sé, la última vez llovió por 4 días.—el chico se quejó.
—¿estaremos aquí tanto tiempo? ¿no podemos volver?—
—Sabes que es peligroso, no tenemos duchas o algo para quitarnos la peste de la lluvia.—me senté frente a él—. Si no me hubieses arrastrado afuera, no estaríamos aquí.—
—¿y si nos secamos con algunas toallas apenas llegamos?—
—¿y si te queda un poco de agua entre los dedos y Simone te abraza?—negué—. Mejor nos quedamos aquí, nadie muere y todos contentos.—
—Tengo hambre...—
—Rasmus... acabamos de cenar...—el chico rió.
—Estoy en pleno crecimiento, tengo que alimentarme bien...—negué divertida.
—Pues aquí no hay nada, los chicos revisaron esta casa.—
—Eso no lo sabes, voy a revisar todo de nuevo.—
Minutos después, Rasmus estaba comiendo un pudín de chocolate.
—¿De dónde sacaste eso?—
—De la alacena superior, al parecer tu querido Jonas es ciego o muy bajito como para ver esto ¿quieres un poco?—tomé una cuchara de un cajón y me senté junto al chico.
—¿"mi querido Jonas"?—solté divertida mientras comía un poco de postre.
—No lo niegues, es tu perrito faldero.—
—Y Beatrice es tu perra faldera.—
—Pues tú la golpeaste, tal vez yo debería golpear a Jonas para estar a mano.—
—No te atreverías...—
—¿estás desafiándome?—ambos nos miramos divertidos.
—Jonas es un chico de paz, tú eres un loco. Podrías lastimarlo de más y en ese caso...—comí un poco de postre—. Tú serías mi próxima víctima.—
—¿me golpearías a mi, tu extraño favorito?—reí.
—Eres un idiota...—
Rasmus terminó de comer el contenido del frasco.
—Listo, ahora a dormir.—
Al mirar al chico, vi que tenía chocolate sobre el labio superior. Sin pensarlo demasiado, llevé mi pulgar a su boca y limpié los restos de postre.
—Aprende a comer, bebé.—chupé mi pulgar.
Rasmus me miraba fijamente, al parecer mi acción lo había sorprendido un poco.
—¿qué pasa? No me digas que te dio asquito.—sonreí.
—Me encantas, eso es lo que pasa.—lo miré sorprendida.
—¿a qué... te refieres con eso?—
—A que me gustas, no es tan complicado.—fruncí el ceño pensativa—. Creo que todos se dieron cuenta de ello, todos menos tú.—
¿esto estaba pasando en serio?
—Yo... No sé bien qué decirte.—
—Esta bien, sólo quería decírtelo. Sé que te gusta el idiota de Jonas... enano con suerte.—
—A mi no me gusta Jonas.—
—Sí, claro...—
—¿y a ti no te gustaba Beatrice?—
—Sí, hasta que te conocí a ti.—me miró serio—. Me emocioné al ver que seguía viva pero... La verdad ya no me gusta... es algo pesada.—
Nadie dijo nada más, hasta que el chico comenzó a alejarse.
—Iré... Iré a dormir.—soltó antes de perderse en el pasillo.
Yo simplemente me quedé ahí, pensando en todo lo que había dicho el rubio.
Yo le gustaba... YO.
Sin perder más tiempo, salí rápidamente en busca de Rasmus, a quien encontré en la única habitación de la casa.
—¿pasa algo?—Preguntó el chico, quien se estaba cambiando la camiseta por la parte superior de un pijama.
Lo miré por unos segundos antes de acercarme a paso seguro y tomar mejillas, uniendo nuestros labios en un beso que, aunque ninguno lo había dicho antes, deseábamos hace bastante.
—¿y eso?—susurró el chico al separarnos.
—Es un beso, tonto.—sonrió.
—¿y qué significa?—
—Bueno... que tú también me gustas.—
La leve sonrisa del chico se ensanchó aún más, mostrando una hilera de blancos dientes.
—Que alivio, creí que había pasado la mayor vergüenza de mi vida en vano.—
—¿de verdad te dio tanta vergüenza?—
—Pues sí, y el hecho de que no me respondieras me puso peor.—reí.
—Bueno, ya te correspondí ¿mejor?—
—Mucho mejor...—
Desvié mi mirada hacia la ventana del cuarto, sonriendo aún más.
—Mira, dejó de llover.—
—Ahora no quiero irme, quiero quedarme un rato aquí, contigo.—
—Bueno, pasemos la noche aquí y volvamos con los demás mañana.—me alejé un poco—. ¿de dónde sacaste el pijama? También quiero uno.—
—Ahí, en el cajón superior.—señaló un mueble.
—¿puedes salir un momento asi me cambio?—
—¿qué? No voy a irme, que no te dé vergüenza.—enarqué una ceja.
—No voy a desvestirme frente a ti.—tomé el pijama y busqué el baño.
Minutos después ya estaba de vuelta con el chico.
—¿sólo hay una cama?—
—Sí ¿vas a compartirla conmigo? ¿o también te da vergüenza?—reí.
—Callate.—
Como la cama estaba cubierta de una fina capa de polvo, tuvimos que sacar todas las sábanas y cambiarlas por unas que encontramos en el armario.
—Ahora sí.—me metí debajo de las sábanas rápidamente. Rasmus se quedó parado al pie de la cama—. ¿Qué? ¿otra vez tienes vergüenza? Ven aquí, tonto. Está comenzando a hacer frío.—palmeé un lugar a mi lado—. Eso sí, no te pases de confianza.—el chico sonrió levemente mientras se metía en la cama.
Ambos nos acostamos de lado, de modo que quedamos enfrentados.
—¿por qué sonríes tanto?—el rubio sonrió aún más.
—No lo sé, estoy feliz ¿tú no?—miré sonriente al chico.
—Sí, estoy muy feliz.—
No dijimos nada más, y lo último que vi antes de dormirme, fue la inmensa sonrisa de Rasmus.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.