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New York
Lauren

Miré el carro estacionado fuera del edificio. Me alucine, miré al taxista exigía su pago. Bajé y miré a Camila bajar del porsche. Dios mío, era como toda mi fantasía hecha mujer.
Ahora la imagen de Camila y yo teniendo sexo ahí dentro me enloquecía.
Borré la imagen. Marie. Debía pensar en ella,era mi prometida y más importante para mi.
Intentó seguir con indiferencia y me pareció lo mejor.
Luego apareció esa mujer morena frente a mi. ¿Todas las amigas de Camila eran tan guapas?
Por que esto me metería en demasiados problemas.
Marie.
Gracias al cielo Camila desapareció de mi vista y fue Dinah quien se encargó de orientarme más a como querían ver el lugar.
Trabajamos por horas y cuando se llegaba la hora de salida, necesitaba hablar con Camila. Explicarle que no podía estar mucho tiempo ahí, tarde o temprano Marie se iba a enterar y lo iba a arruinar. La conocía bien.
Sus mensajes constantes recordándome que debía explicar en la nueva empresa que mi tiempo estaba contado. Luego mucho corazones. El único lugar donde ella podía centrarse totalmente era en su trabajo, era el principal motivo por el que estaba con ella ahí en Nueva York.
Caminé decidida a la oficina pero apenas habló toda mi resistencia se iba a la borda. Dios mío. Solo debía entrar y decirle lo que tenía pensado.
Las cosas iban a ser así siempre.
Luego terminó sentada en mi regazo. Restregando su culo en mis piernas y sus pechos.
Rogué a dios por que Marie no se enterara de lo que iba a hacer. Tenía que lavar mi ropa tres veces y bañarme hasta estar segura que nunca sospecharía. Tendría que tener la comida lista en la casa, no estar nerviosa.
Ganche mis manos en su cintura y se sorprendió. Lo noté, ella dudaba de que yo reaccionaría así. No se lo esperaba y me gustó. Tenía mucho tiempo sin sentirme así.
Me dejé llevar por la sensación de sentirla con mis manos una vez más. Miré luces, luego corazones. Aprete su pecho con los míos todo lo qué pude y la dejé escapar. La sente rápidamente sobre el escritorio y salí de ahí como un rayo.
Necesitaba irónicamente la seguridad del departamento. Si tocaban la puerta sea quien sea no iba a abrir.
Normani me llamó pero yo no di la vuelta. Salí del edificio y tomé un maldito taxi.
Dios no. No podía maldecir. Por que luego de que aparecía en mi mente, mi lengua no se controlaba. Marie odiaba las maldiciones, el vocabulario inapropiado.
¿Pero que no odiaba?
No iba a tener un ataque de ansiedad sobre el taxi. No. Me negaba. Así que suspiré profundo y pensé en mi madre. Eso me calmó. Lo suficiente como para subir de dos en dos las escaleras y entrar al departamento sin mirar atrás.

-Listo, lo logre. Sonreí como una tonta cuando me dejé caer en el sofá.
Mis manos aún estaban calientes. La toqué. Había tocado otra vez a Camila Cabello. Luego me concentré. Me quité la ropa y la metí en la lavadora.
Entré al baño y lavé mi piel con entusiasmo.
Tuve que secarme el cabello y la ropa en tiempo récord. Prepare una ensalada y espere a Marie mirando la televisión. Me había colocado la misma ropa para que no sospechara nada.

Marie apareció muy tarde en el departamento. Yo me había quedado dormida en el sofá, con la televisión encendida aún.

-Aww mi changuito estaba esperando.
Sentí sus golpes en mi hombro. Yo casi salté.

-Hola cariño ¿Como te fue hoy?
Pregunté interesada en lo que fuera a contarme. La miré a los ojos, a ella le gustaba. Acaricié su cabello rubio y sus labios. Todo sería más fácil si fuera morena.

-Demasiado bien, pero tengo malas noticias. Me tensé. No. ¿Quien la había hecho enojar en su trabajo?

-¿Cuales? Sabes que puedes contarme.
Se sentó en mi regazo y se dejó mimar. Normalmente no lo hacía. Besé su mejilla y luego busqué sus labios. Ella respondió.

-Debo ir a una cena, ahora mismo y no podré acompañarte. Volví a besar su mejilla y supiera que la disculparía.
Se levantó de mi regazo y anduvo a la habitación. Que encontrara cualquier cosa que buscara. Por favor. Tampoco quería que me invitara a ir. Me dolía ser el centro de atención en ese tipo de reuniones. Algunos de sus compañeros coqueteaban conmigo, otros reían de la extraña relación que teníamos y bueno, las mujeres.

Salió arreglada veinte minutos después y se despidió con un beso.
Me quedé en el sofá y pensando en que iba a hacer con la cena. Echarla a la basura no iba a ser bueno.

El timbre sonó. Observe por la mirilla.
La sonrisa de Camila del otro lado. Aceleró mi corazón. Hizo una señal de que debía abrir. No podía. Me había prometido no abrirle a nadie.
Cubrí mi cara con las manos y sin poder hacer algo más. Abrí.

-Hola vecina, ven.
Sujetó mi mano e intentó moverme pero usé toda mi fuerza para no seguirla. Estiró un poco más. Haciéndola reír. ¿A caso había algo más bello que eso?
-Anda Lauren, ven. Se quejó y con ambas manos me jalo. Yo era fuerte así que siguió sin moverme.
Tuve la oportunidad de observarla. Llevaba unos pantalones demasiado cortos y miré sus piernas firmes, su blusa corta dejaba su ombligo libre y quise tocarlo. Su cabello despeinado y luego....
Su aliento chocó con mi mejilla.
-Confía en mi.

-No lo hago. Dije con dificultad y tomó mi otra mano para ponerla en su culo. Yo gemí bajo.

-Te convenceré de otra forma. Apretó su mano con la mía y me hizo aplastar levemente su culo.
Mordí mi labio. Listo. Me había convencido. Cerré mi puerta después de tomar las llaves y la seguí como tonta.
Una risueña Dinah me saludó desde la sala.

-Miramos una película ¿Quieres palomas?
Yo negué divertida en mi mente. En realidad estaba preparada pero para otra cosa. Asentí levemente y caminé a la sala. Su departamento estaba realmente armonioso, en tonos blanco con azul claro y era grande. Quizás más grande que el nuestro. Por seguridad me senté en el sofá pequeño. Para mi sorpresa sentí el peso de Camila caer sobre mi y me asusté. Me puse de pie rápidamente. Dinah soltó una carcajada. Con mirada juguetona Camila habló.

-Ese era mi lugar, busca el tuyo o acostúmbrate a tenerme encima.
Aclaré mi garganta y caminé al otro sofá.
Cuando las dos estábamos sentadas ella me guiñó y luego mordió su labio inferior.
Estaba ardiendo. Yo estaba ardiendo y sabía que no habría alguien más que me apagará, solo ella.

La insoportable Jauregui Donde viven las historias. Descúbrelo ahora