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Nueva York
Lauren

Era la tercera noche que pasaba en su cama.
Ambas recostadas una al lado de la otra.

-¿Recuerdas a Mariza?
Claro que la recordaba. Me daba oportunidad de molestar a Camila de forma libre y estaba segura que sospechaba de mi enamoramiento por ella.

-Si, tu amiga.

-Vivió conmigo siempre hasta hace 5 meses que se casó, tuvo que mudarse.
Atrapé su mano en medio de la cama. Tal vez eso había sido difícil.

-Vaya, pues de suerte tienes a tus amigas y tus vecinas para cuidarte.
Frunció el ceño y dejó de mi mirarme para luego mirar al techo. Eso de las vecinas había estado demás.
Iba a decirle algo pero su móvil sonó. Alcance a mirar en la pantalla de quién se trataba y no podía escucharla hablar con ese tipo. Hizo lo mismo y salió al pasillo para saludarlo.
Yo esperé ahí dolida y con confusión en mi cabeza.
Si dejaba a Marie, de todas formas no iba a asegurar a Camila a mi lado, ella salía con alguien más y tampoco querría salir conmigo.
Los besos que nos dimos eran...no sabía que significaba. Tal vez mis ganas de hacerlo y de ella simple curiosidad. Atracción de momento. Todo era tan confuso. Ella volvió minutos después pero para entonces le había dado la espalda y fingí dormir.

-Mariza vendrá mañana a visitarme ¿Te parece bien?
Tecleaba en su móvil. ¿Como es que sabía que aún no dormía?

-Esta bien, quiero saludarla.
Escuché como dejaba su móvil en la mesa de noche y luego su movimiento para acomodarse am dormir. Me quedé quieta.
Otra vez esa necesidad de abrazarla aparecía. No podía.
A media noche no lo soporte. Me giré en la cama y la miré dormir. Quieta, con su cabello castaño y sus labios tiernos entreabiertos.
Cómo un metro de distancia nos separaba.
Ella estaba respetando esa distancia ¿Porque yo no lo podía hacer?
Pensé en Marie. Lo hice pero con esfuerzo. Ella también era tan dulce cuando iniciamos nuestra relación. Me encantaba y...no, no se comparaba con Camila. Lo sabía. Tenía eso muy claro.

Suspiré profundo al pensar. Prácticamente vivía mis últimos días siendo soltera. Los padres de Marie iban a obligarme a casarme con su hija.
¿No podía hacer algo fuera de mi papel? Las últimas horas libres que tendría iban a ser junto a Camila.
Me enfadé cuando imaginé que Camila se acostaba con ese tipo en la misma cama donde yo trataba de dormir.
Salté de la cama. A buena hora comenzaba a recordar eso.

La única ocasión que había engañado a Marie había sido una auténtica pesadilla. Yo con copas demás después de verla en la tina de baño de su departamento. Casi morir de frío. Dios. Era la primera locura que había cometido y nos llevó meses solucionarlo. Recomponerme de esa terrible experiencia. Yo había despertado en la cama de una desconocida sin saber de mí. La culpabilidad me hicieron confesarle todo a Marie, me golpeó la mejilla y lloró por días. Yo no quería verla sufrir y volví con ella, logré engañar a mi cabeza y volver desde cero. Todo después de que Marie hubiera intentado golpear a la pobre chica. Ella terminó huyendo de la ciudad.

Ahora. Estaba consciente y aún así me tentaba mucho tocar a Camila.

El movimiento reciente de la cama debieron despertar a Camila por que cuando me giré ella me miraba sentada en el colchón.

-¿Que pasa Lauren?
Yo la miré. Necesitaba sacar esa idea de mi mente o hacerlo. Hacerlo. Dios. Yo iba a hacerlo. Al menos podría llevarme eso en mi mente una vez quedará atrapada en un matrimonio forzado y llena de culpabilidad. Protegería a Camila de Marie. Me lo prometí.

La insoportable Jauregui Donde viven las historias. Descúbrelo ahora