Lo que digo para salvarte

3. Roel

Curiosidad limítrofe

Asomo la cabeza por el pasillo y veo a una pareja frente a la habitación siguiente. Ella es rubia como las bananas y él castaño como los cocos.

Cuando se van, echo una mirada sobre mi hombro a Peter.

—Tenemos vecino nuevo.

Me lanza una mirada de advertencia sobre su videojuego.

—No seas entrometi...

—Iré a decirle hola.

Él protesta y salgo al corredor para encontrarme con el doctor Feisman, jefe de cardio, observando a través de las puertas de cristal del cuarto continuo. Patricia, la enfermera que me gusta esta semana, le coloca una una intravenosa a la nueva.

Parece tener mi edad.

—Es linda —reconozco en voz alta.

El médico me mira sobre sus gafas, que cuelgan del puente de su nariz.

—Ni se te ocurra meterte con esta, Roel.

—No puedo evitar ser un casanova, Doc. —Me encojo de hombros.

—Le darás un ataque al corazón.

—Ocasiono varios a diario.

Con un suspiro cruza los brazos sobre su bata.

—Intenta no ocasionárselos a ella. Está en la lista de espera y necesitamos que el suyo aguante un poco más.

—No debería compartir información de sus pacientes conmigo, Doc. Aunque es obvio que soy un sujeto de confianza.

Feisman rueda los ojos.

Escudriño a la nueva. Tiene el cabello azabache, lacio y lo suficientemente largo como para rozar su cintura. Podría cortarle un poco mientras duerme y hacerle un peluquín a Peter.

Es extraño, pero desde que se le cayó el pelo, es lo primero que noto en las personas.

—Lo comparto contigo así evitas pulular cerca y darle un infarto.

Me sonríe a medias y me da una palmada en el hombro antes de irse.

Yo me quedo mirando a la vecina porque tengo una idea que a Peter no le va a gustar.

Bueno, a él no le gusta casi nada, así que no lo tendré en cuenta.