42. Roel

16.3K 4.1K 771
                                    

No lo hagas al cuadrado

Cuando termino de repartir pastel de gelatina en la sala de descanso de los doctores y le doy una porción a las secretarias de turno, regreso a la nueva habitación de Peter para encontrar que se quedó dormido abrazado a mamá, quien también ronca. Después de la urgencia más el doble turno que trabajó, tiene más que merecido el descanso.

Cierro la puerta con cuidado para evitar despertarlos, no sin antes agarrar el teléfono de mi madre de su bolsillo, desbloquearlo, y tomarles una foto. Salgo al corredor admirando mis habilidades fotográficas y, por prestar atención a la pantalla, tropiezo con alguien.

—Lo siento. —El móvil se resbala de mis manos, pero antes de que pueda agacharme para alcanzarlo, ella lo toma—. ¿Señora Hamilton? ¿Qué hace de este lado del hospital?

El cuarto de Kenna queda en la dirección opuesta. Me tiende el teléfono con una sonrisa discreta. A pesar de que está envuelta en el outfit de abogada y que a primera vista no parece muy cálida, en realidad, sí lo es. 

No le temo a mi futura suegra. Es más, creo que le agrado.

Al menos más que al suegro...

—Es una hermosa foto —dice en su lugar, y no puedo evitar volver a mirar a mi hermano y a mi mamá en la pantalla antes de guardarlo—. Kenna nos dijo que tu hermano está estable. Son buenas noticias.

Estrecho los ojos y guardo las manos en mis bolsillos.

—Está de este lado del hospital porque quería hablar conmigo y no tiene nada que ver con Peter, ¿no es así? —adivino, y sus mejillas se tiñen de un ligero color rosado, pero no lo niega—. ¿Quiere discutir los detalles de la boda? Porque ya le dije a su hija que, mientras el pastel sea de vainilla, no habrá ningún problema.

Arquea una ceja y junta las manos como toda una profesional.

—Eres perspicaz.

—No se lo negaré, señora.

—No esperaba menos. —Sus ojos claros brillan con aprobación antes de que se aclare la garganta—. Y acertaste en lo anterior. Vine para decirte que, cualquier cosa que necesites, no solo tienes a Kenna para que te ayude. Mi esposo y yo también estaremos para tu hermano, tu madre, y por supuesto, para ti. Es lo menos que podemos hacer.

La miro confundido, por lo que debe aclarar:

—Gracias a ti nuestra hija logró atravesar todo este caos de una forma mucho más positiva de lo que hubiera sido si no estuvieras. La ayudas todos los días, aunque no lo creas.

Siento que mi corazón se hace elástico; se expande, brinca y se estira dentro de mi pecho. Me encanta la sensación. Es casi igual de buena que llegar de la escuela y que la mesa esté servida, o quitarse las zapatillas al llegar a casa después de un largo día. Mejor que cualquier paquete de frituras, indiscutiblemente.

—Kenna te escucha, Roel —insiste, y aprieta sus manos nerviosa por el rumbo de la conversación—. Por eso quería saber si has hablado de ella sobre su trasplante de corazón. No pienses, por favor, que me estoy aprovechando de la situación. No, nada de eso, es solo que... 

En sus ojos hay miedo y preocupación. Ilusión y desesperación.

Tiene la misma mirada que tenía mamá cuando llevaron a Peter al quirófano.

Que no me lo pida, que no me lo pida, que no me lo pi...

Mierda.

Lo pidió.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora