11. Kenna

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Pactos de cama:

No sé qué responder a eso, así que desvío el tema de conversación a otro con el que me siento más cómoda y puedo justificar mi enojo.

—Solo dime qué quieres lograr con todo esto. —Hago un ademán entre nosotros—. ¿Estás aburrido? ¿Quieres cobrarme por un hospital tour o alguna cosa así? ¿Haces esto para que te ceda mi porción diaria de gelatina sin sabor?

Se ríe.

—Nada de eso. —Niega con las manos y la cabeza a la vez—. Solo quiero mostrarte que tu vida no apesta por estar en un lugar como este ni por tener una enfermedad mortal.

—Qué considerado, sobre todo la parte de enfermedad mortal. —Me cruzo de brazos—. ¿Nunca te dijeron que eres horrible intentando animar a las personas?

Se encoge de hombros.

—Peter lo dice a menudo, pero es mi hermano menor, así que no cuenta. Nada de lo que diga cuenta, eso le pasa por nacer segundo. ¿Tú tienes hermanos?

Estoy lista para decir que no, pero cuando abro la boca, nada sale de ella. Acabo de enterarme que soy adoptada, así que podría tener hermanos biológicos. Tal vez uno. O tres. O gemelos o septillizos. O ninguno, no lo sé.

Genial. Otro asunto para estresar mi cerebro.

—No quiero socializar contigo, Roel —opto por decir en su lugar.

—Entonces, no lo hagas. Solo debes escuchar a tu Sensei. —Se recarga en la cama con su palma abierta demasiado cerca de mis piernas. Por instinto cruzo los tobillos uno sobre el otro, creando más espacio—. Mira, lo único que quiero es ayudar a que no pases una estadía deprimente aquí. Quiero que te hagas amiga de tu enfermedad y que aprendas a ver lo bueno que trae consigo. No enemiga, porque en ese caso podría...

—Matarme, entiendo el punto, pero… ¿Por qué estás tan desesperado por esto? ¿Tu hermano no te basta? Él ya lo está pasando suficientemente mal. Ayúdalo a él.

Espero ver pesar o enojo en sus ojos por el recordatorio, pero no hay nada de eso.

Me sonríe. Lo hace como si supiera un secreto que yo no.

—Peter la pasó muy mal cuando entró aquí. Por eso quiero estar contigo. No me gustaría que pases por lo que él pasó al principio.

—No soy tu caso de caridad, Roel. —Es admirable que se preocupe tanto por la salud mental de los demás, pero no deseo que lo haga conmigo—. No puedes hacer feliz a todo el mundo, sobre todo cuando el mundo de ese mundo se está cayendo a pedazos.

—Fueron muchos mundos en una oración —señala—, pero puedo superarte: quiero hacer de este mundo un mundo más feliz, así que enseñaré a todo el mundo que el mundo está de su parte si son capaces de seguir viendo todo lo bueno del mundo donde viven, dejando de lado la perspectiva mala de ese mundo que creen que se está fragmentando. Así todo el mundo será feliz, y si todo el mundo es feliz, mi mundo lo será.

—Acabas de marearme —señalo.

Me guiña un ojo.

—Tengo ese efecto en las chicas. —Hay picardía en su mirada, pero se suaviza en dirección a la esperanza—. ¿Qué dices, Kenna? ¿Dejarías que entre a tu mundo y lo vuelva más como el mío?

Enarco una ceja y nos miramos por unos cuantos segundos.

—¿Más insoportable?

—No, más insoportablemente feliz. Al menos déjame intentarlo —suplica.

Se me ocurre una idea.

—¿Si acepto me harás un favor?

—Dalo por hecho.

Me tiende la mano y la estrecho al tiempo que mamá y papá vuelven a entrar en la habitación.

De acuerdo, esto está por volverse incómodo.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora