28. Kenna

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Cada una de esas veces

—¿Por qué esa cara? —pregunta papá al sentarse con su café en mano—. Y tienes prohibido responder que se debe a que es la única que tienes —advierte al conocer qué tipo de respuesta podría darle.

Anoche volví a la cama tras el discurso de Roel para encontrarme a mamá despierta. Me estaba esperando. Dijo que las paredes son delgadas, así que asumo que escuchó todo.

Me abrazó en silencio y, cuando me desperté, la vi hablando con papá en el corredor. Conozco la táctica. Harriet Quinn y yo no nos llevamos muy bien en las charlas sentimentales. Diferimos mucho desde que me diagnosticaron, pero ella sabe que, con Ben Hamilton, es otra historia.

—Lo siento —digo en su lugar.

Frunce el ceño.

—¿Por ser la mejor hija del mundo?

Bufo por lo tonta que es su sonrisa.

—No, siento haber venido con esta mala carga genética. —Hago un ademán a mí misma—. Si hubieran escogido a otro niño probablemente no estarían en esta situación.

Con un suspiro deja el café en la mesa de luz. Se acuclilla frente a la cama y me toma de la mano.

—Si pudiera volver el tiempo atrás, te volvería a elegir cada vez —asegura—. Tu madre también.

—¿Aunque ahora no quiera aceptar otro corazón sostienes que volverían a elegirme a sabiendas por lo que tendrían que pasar?

Me mira como se miran a las cosas que te hacen feliz.

—Cada maldita vez.

Eso me hace sonreír un poco.

—Lo siento —repito al saber con exactitud qué hacer a continuación.

—¿Por ser la mejor hija del mundo?

—Algo así.

Es sorprendente que, por más daño que puedas causarle a alguien que te ama, te siga eligiendo en cada oportunidad. También es asombroso que, por más cosas malas que tengas, esa persona siga enfocándose en las buenas… En cada oportunidad.

—¡Hola, suegro! —saluda alguien desde la puerta.

Esto ya se está haciendo costumbre…

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora